Nadie sale ileso del acoso escolar
Cuando se rebasa la línea de un conflicto puntual, el problema trasciende a la víctima y al acosador y se extiende al centro y las familias
Huelva/Una vez más la sociedad asiste a un episodio de violencia extrema en un centro educativo. La secuencia se repite: un joven irrumpe armado dejando cadáveres a su paso de la manera más cruel. Ha sido en Uvalde, Texas, con Salvador Ramos como autor de 21 muertes. Hay un elemento más que se reitera en esta sucesión, y es que Ramos sufrió acoso escolar, al igual que anteriores perpetradores de situaciones semejantes.
Más allá del recurrente debate sobre el acceso a las armas en Estados Unidos, este hecho atroz y alejado de parámetros europeos plantea sin embargo una serie de cuestiones. Por ejemplo, las consecuencias que acarrea para la víctima sufrir acoso escolar, para el que la ejerce, para los que ayudan a ejercerla y para los que asisten a estos episodios de manera pasiva. También, la dificultad de establecer que unos determinados hechos constituyen realmente bullying.
"Es un asunto complicado", admite Antonio Jiménez, orientador del IES San Sebastián de Huelva y autor de una tesis sobre este complejo tema. Para Jiménez, "es un problema grupal más que individual, que se extiende como capas de una cebolla" y que tiene la dificultad del "correcto diagnóstico". En referencia a otros problemas del entorno escolar, el orientador explica que, por ejemplo, "el absentismo es objetivo", puesto que se establece un límite de faltas sin justificar.
En el protocolo de actuación en supuestos de acoso escolar (Orden de 20 de junio de 2011) se establecen diversas características para identificar los casos. Estas son que exista una intención de hacer daño, que se repita en el tiempo y que se produzca una relación entre las personas de desequilibrio real o imaginario de fuerza o poder, "el agresor sabe que impunemente puede agredir y la víctima es incapaz de oponerse, le enseña a ser víctima". Un proceso, señala, similar a la victimización y anulación que se produce en la violencia de género.
Otras son la indefensión y la personalización. Mª Ángeles Sánchez, responsable del grupo de Psicología Educativa de la Delegación de Huelva del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental, explica que esta indefensión es "aprendida" y provoca que la víctima piense "no me puedo defender y no hago nada", además de que los ataques tienen como diana a una persona en concreto. También, apunta que normalmente existe más de un agresor, además de la existencia de observadores pasivos que no contribuyen al cese de la agresión.
¿Cuándo deben saltar las alamas? Hay elementos preocupantes como "que sea una persona solitaria, objeto de burlas, que le desaparezcan cosas, que no le guste el recreo o tenga miedo a situaciones en las que no esté observado bajo la supervisión de adultos", indica Antonio Jiménez. Por su parte, Sánchez apunta también señales como "miedo a salir solo a la calle, llorar porque no quiere ir al cole, baja autoestima o bajo rendimiento escolar repentino" e incluso síntomas físicos como dolores de cabeza o de estómago.
Laura González estudia Educación Infantil en la Universidad de Huelva y sufrió acoso escolar cuando estaba en Primaria. No es que no ponga ningún impedimento a hablar de su experiencia, es que ha escrito ya dos libros para abordar el tema -Una estrellla para Rosie e Historia de las estrellas (Editorial Niebla)- e incluso acude a los centros educativos donde la llaman para concienciar a los estudiantes.
En su caso, recuerda que empezó a tomar conciencia de que era una víctima de acoso escolar en 4º o 5º de Primaria. Entonces, "mis padres me veían siempre llorando, ellos no sabían lo que me pasaba porque me lo callaba, vivíamos lejos del cole y siempre estaba sola, pero pensaban que era tímida". Explica que "el que me acosaba era sólo uno pero lo que más me dolía era que el resto lo veía e incluso lo picaban cuando no me hacía nada".
Aparece por tanto ese elemento grupal que plantea Jiménez en el que se desarrollan diferentes roles. El acosador podría no actuar tan solo, "tiene animadores" para que inicie su actuación y también ayudantes, "que pueden ser a la vez animadores y que actúan bajo el papel del líder". Mientras, "la víctima está sola o en algún caso con algún auxiliador que normalmente es chica", según extrae de su propia experiencia. El panorama se completa con "un papel fundamental, el de los espectadores, es externo al grupo y dependiendo de lo que haga se profundizará el fenómeno o dejará de tener vigencia". Sin embargo, el orientador del IES San Sebastián señala que "suelen no actuar y el agresor lo interpreta como un apoyo, al igual que la víctima".
Laura sufrió agresiones verbales y cuenta que ha compartido experiencias con otras personas que las sufrieron también físicas, víctimas que consideraban que "a veces duelen más las palabras porque los moratones se van, pero las etiquetas es muy difícil que se quiten". Las que recibía esta futura docente eran por "el físico, era la gorda, la fea", y aunque las ofensas nunca están justificadas, la realidad es que Laura es una belleza. A día de hoy, años después de aquellos episodios, a la pregunta de si lo da por superado admite que "sinceramente, no del todo, no está esa persona que me lo dijo, pero yo lo recuerdo; he avanzado pero me pongo barreras".
En este punto se plantean las consecuencias, que "para la víctima pueden ser graves", apunta Antonio Jiménez, pero advierte que "nadie sale ileso". Del lado del acosador, indica que "los problemas psiquiátricos son más comunes entre agresores que entre víctimas". En este sentido, considera que "hay que atender también a ese chico, no dejan de ser menores y pueden pasar del acoso escolar al laboral, en su mundo hay dos roles, el que pega y el que es pegado, ¿cuál quieres ser?".
Mª Ángeles Sánchez indica, respecto al trabajo a realizar con el acosador, que "hay que ir al problema de base, puede ser un probable maltratado que repita un patrón, que su conducta se deba a una crianza autoritaria e incluso negligente, hay que analizar lo previo". Incide en la importancia de una prevención efectiva y en este sentido, el Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental defiende la necesidad de crear una figura profesional educativa para que cada centro cuente con un psicólogo. Entre sus funciones estarían la de educación, prevención y detección de diferentes problemáticas en torno a la salud mental. "Tal y como están las cosas, es una necesidad, cada vez se producen más casos de ansiedad y depresión entre adolescentes".
Para prevenir el bullying, recomienda la "coeducación, crear dinámicas con las que explicar qué es y qué no. A veces lo que se produce es un conflicto puntual, que no es acoso y no es maltrato, por eso esa figura es muy beneficiosa". En definitiva, añade "hay que dar a los niños herramientas y conocimientos, ellos a veces no saben a lo que se están enfrentando"
Una de las capas de esa cebolla con la que Jiménez describe este escenario es la de las familias, que ante una situación de estas características, a veces exacerban o restan importancia a los hechos. Según su consideración, puede suceder lo primero en los que rodean a la posible víctima, que en ocasiones "no piden justicia, sino venganza", y lo segundo en el entorno del que se apunta como acosador.
Sobre el entorno familiar, Laura, que tuvo siempre el apoyo del suyo, aconseja que "estén ahí, es difícil, no se puede hacer otra cosa que apoyar, no es tanto que te levanten como el hecho de que simplemente te acompañen". A las víctimas, les desea que "sean valientes, pero no para enfrentarse, sino para aceptar lo que les pasa y ser capaces de contarlo. Que hablen, que tengan voz". La suya vaya si se escucha, tanto que su primer libro ha dado pie a un musical, compuesto por Pablo Llanes, estrenado en Huelva a primeros del mes de mayo. Esta mujer, que tenía claro que encaminaría sus estudios "a ayudar a gente, sabiendo lo que hay detrás", lanza un último anhelo a aquellos que puedan necesitarlo: que "no tengan miedo nunca".
El marco de actuación de los centros educativos andaluces
Los centros educativos cuentan con un protocolo de actuación en supuestos de acoso escolar en el que se señalan las características que permitan su identificación. Entre otros aspectos que establece, están la disposición de actuaciones inmediatas, medidas de urgencia, la información a las familias o responsables legales del alumnado “con la debida cautela” y al resto de profesionales que atienden a la víctima y recogida de información de distintas fuentes.
El paso siguiente establecido es la aplicación de correcciones “a las conductas contrarias a la convivencia” o de medidas disciplinarias por parte de la dirección del centro, que posteriormente debe trasladar el informe a la comisión de convivencia y al Servicio Provincial de Inspección de Educación.
En el apartado de Medidas y actuaciones a definir, este marco indica que deben ajustarse a cada caso concreto y de ellas debe encargarse el equipo directivo con el asesoramiento de la orientación educativa del centro. Incluye aquellas de aplicación en el centro y en el aula, y las detinadas al alumnado en conflicto, de manera que garanticen todas ellas “el tratamiento individualizado tanto de la víctima como de la persona o personas agresoras, incluyendo actuaciones específicas de sensibilización para el resto del alumnado así como para el alumnado observador” sin perjuicio de las medidas correctivas que se apliquen al acosador.
Respecto a la víctima, se proponen, entre otras, actuaciones de apoyo y protección expresa e indirecta, así como actividades de educación emocional. Las indicaciones para el agresor van desde la aplicación de las correcciones a actuaciones educativas en el aula de convivencia del centro, programas específicos de modificación de conducta o derivación, si procede a la Consejería competente en protección de menores. Otras de las actuaciones previstas tienen como destinatarios a los “observadores pasivos”, tales como actividades de desarrollo de habilidades sociales, emocionales y de empatía o campañas de sensibilización.
Para las familias se propone una orientación para ayudar a sus hijos, sean víctimas o agresores y para el personal del centro nociones para la actuación y la detección. El inspector de referencia debe realizar un seguimiento de las medidasy actuaciones.
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