Álbum de recuerdos onubenses: Una palmera casi centenaria en el corazón de Huelva

La reproducción del artículo de José María Segovia publicado en el diario Odiel de 1971

Adiós a la palmera de Quintero Báez: Talan el emblemático ejemplar en la mañana del sábado en Huelva

Álbum de recuerdos onubenses: Una palmera casi centenaria en el corazón de Huelva (1978)
Álbum de recuerdos onubenses: Una palmera casi centenaria en el corazón de Huelva (1998) / H.I.

Las cosas que nos rodean van formando parte de nuestra propia vida, de ahí que muchas veces las calles, una vieja casa, un árbol, una palmera, sin ser más que cosas corrientes y ordinarias se conviertan a veces para nosotros en detalles queridos con el valor de nuestra propia estimación.

Muchas veces hemos escrito sobre temas onubenses sacando a relucir la alta y bella palmera de la 'Plaza del Bacalao', tema que hoy vuelve por esa sutil coincidencia de habernos encontrado a una onubense que muchas veces vimos parada ante este "monumento natural" de una Huelva que se va transformando a su alrededor.

Una de estas tardes conversamos con doña Nicolasa Guisado Vides, hermana del conocido y querido Vides residente en Punta Umbría. Doña Nicolasa nos habló con gracejo y una simpatía que denotaba su condición de onubense y cariño a las cosas de la ciudad. Hoy traemos a la actualidad del suplemento dominical un recuerdo homenaje a la más alta y esbelta palmera de la ciudad que pasa de los ochenta años de existencia en dicho lugar.

Algún día, alguien le escribirá una biografía choquera a esta palmera que tantas cosas ha visto y a cuya sombra tantas generaciones desfilaron camino de sus estudios escolares. Y a no dudar será una historia bella, íntima, sencilla y con ese típico sabor de una Huelva que se va por la senda de los tiempos...

Mire usted -nos dice doña Nicolasa- la Palmera es para mí como algo propio. Allí, donde se encuentra ahora la plaza estaba mi casa. En el patio interior de la misma, cuando yo era pequeña, a finales del pasado siglo, ya jugaba a su alrededor. La palmera, durante algún tiempo no estaba a la vista del público, ya que como digo solo era un motivo de adorno junto al lavadero de la vieja casa. La calleja de Saltés y la calle de la Fuente eran las dos que limitaban la vivienda, que tenía un balcón corrido hacia la hoy calle Capitán Cortés.

¡Quién me iba a decir -exclama doña Nicolasa- que aquella pequeña palmerita iba a ser hoy la más alta y antigua de Huelva y por supuesto la más hermosa. Allí, junto a ella me casé -sigue recordando- porque ya sabe usted que antes la gente se casaba en sus casas. El cura, era muy simpático se llamaba don Antonio Jiménez, estaba en San Pedro ¡Qué buen sacerdote y qué gracioso!

Nuestra amable comunicante sigue y sigue recordando sus años jóvenes... nos gusta oír hablar de aquella Huelva que se fue...

Mire -prosigue- aquí llevo una foto de antes de casarme, allí junto a la palmera, en mi casa. Yo no sé cuántos años tendrá la palmera del Paseo del Bacalao, pero eso sí, cuando yo nací ya estaba y de eso ha pasado muchos años.

Doña Nicolasa se conserva muy bien. Habla con soltura, con un cierto apasionamiento por sus cosas de ayer y de siempre. Hace ochenta años ya hay vestigios y señales de dicha plantación en el centro de una Huelva pueblerina, pero con marcado acento popular de gran intimidad.

Sigue la conversación.

Yo creo que a lo peor este tema no interesa al periódico, pero la verdad es que cuando le el Odiel me encanta buscar cosas de Huelva, de esas que tanto me dice a mí y a tantos otros de unos tiempos pasados, pero siempre vivos en nosotros.

Por eso, amigos, hoy complacemos a esta lectora y a tantos que gustan de estos pequeños homenajes a una palmera de la ciudad. Creemos que también entre tintas existe un palpitar humano de emoción hacia esas pequeñas cosas, anécdotas que en suma son las que hacen la vida de cada cual.

De nuestro archivo sacamos una foto hecha hace ya muchos años, en los primeros albores de la plaza del Bacalao, hoy rotulada con el nombre de unos de los grandes alcaldes de Huelva y antigua plaza de Saltés en recuerdo de aquella calle y de aquel Cristo que allí se veneraba.

La plaza recoleta presenta hoy un aspecto distinto. Los altos edificios emulan la fuerza de la propia naturaleza. La palmera, la gigantesca palmera se va quedando pequeña ante tantas moles de cemento y ladrillo, pero su alma sigue siendo la misma de ayer. Sigue teniendo el encanto de cuando la plantaron en la casa de doña Nicolasa Guisado. Sigue conservando la alegría de aquellos carnavales alegres que llamaban a las puertas de la calleja de Saltés y el devoto silencio de las procesiones de San Pedro en los días penitenciales de la Semana Mayor cuando el Señor de Pasión o el Santo Entierro se estrechaban en el itinerario de un pueblo que crecía.

La estampa onubense tiene un sabor que agrada. Quienes nacimos en esta tierra y miramos las calles, las portadas de los viejos caserones, las altas palmeras, los balcones y ventanas de ayer, como un retrato eterno de la ciudad que nos precedió, sabemos sacar una esencia amistosa, bella e íntima a esas palabras emocionadas, sencillas y llenas de corazón de personas que como la intérprete de este reportaje que sale bajo la luz de mayo, nos traen evocación y brisa de algo que no puede pasar: el cariño a todo lo onubense.

El artículo de José María Segovia publicado en mayo de 1991 en el Odiel
El artículo de José María Segovia publicado en mayo de 1991 en el Odiel / M.G.
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