Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
Huelva/La madrugada del tercer domingo de agosto en Huelva es diferente a todos los otros amaneceres del año. El de ayer, nuevamente, fue un alba único y hermoso. De esos que se guardan en la retina. Cuando la ciudad aún dormía, una multitud de onubenses y personas procedentes de otras localidades se encaminó hacia el santuario de la Patrona. Y es que, leal a su cita, la capital despertó más temprano de lo habitual en la aurora de La Cinta.
A las 06:00, como estaba anunciado, dio comienzo la eucaristía previa al traslado de la Virgen Chiquita, que se encontraba en su paso procesional desde la noche del día anterior. Pese a esas horas tempraneras, fueron muchos los devotos de la Patrona que acudieron a la misa, oficiada por el rector del santuario, Andrés Vázquez, así como otros que se incorporaron paulatinamente, tanto a las puertas del santuario como en el exterior. El tiempo, agradable a esas primeras horas del día, invitaba también a que algunos recorrieran los alrededores de este edificio del siglo XV que visitara Cristóbal Colón en 1493 para agradecer la intercesión de la Virgen de la Cinta -la representada en la pintura mural- ante una terrible tempestad durante la travesía de vuelta desde América.
Al término de la celebración eucarística, el cortejo procesional se ponía a punto y, aproximadamente sobre las 6:45, la Virgen de la Cinta abandonaba su santuario, entre los vivas de los onubenses presentes, con el repicar de las campanas y con los primeros sones que los componentes del Coro de Campanilleros de la Virgen de la Cinta, dirigido por Rafael Vélez, obsequiaba a la Patrona. Desde ese momento, el sonido de las guitarras, bandurrias, panderetas y campanillas, entre otros instrumentos, no dejaría de sonar para el gozo de los fieles. Sus coplas y fandangos son ya un esperado regalo para los oídos.
El primero de los misterios del santo rosario se rezó en el propio santuario mariano. Tras bordear el paso procesional el recinto, con el cercano convento de las Madres Oblatas de Cristo Sacerdote como testigo -cuyas campanas también tañeron para anunciar la partida-, la Virgen se dirigió hacia el inicio de la extensa avenida Manuel Siurot, donde fue recibida por la Hermandad del Perdón, con la plegaria de un coro que acompañó este emotivo momento. Aún era de noche cuando se rezó en el mirador del Conquero el segundo de los misterios del santo rosario. Poco a poco, las primeras luces de la aurora aparecieron mientras el paso de la Virgen parecía navegar entre la muchedumbre que se concentró a su alrededor en este marco incomparable de la ciudad de Huelva, desde donde se otea la Ría. Uno de los mejores rincones de la capital que, como cada año, servía de fondo para el traslado de la que es denominada como singular abogada de los marineros.
Un momento entrañable en su traslado hacia la Catedral -por el 25 aniversario de la visita de San Juan Pablo II a Huelva- fue el transcurrir por el Colegio Mayor Universitario San Pablo, una institución fundada en 1967 que cada año recibe a la Patrona con sus puertas abiertas, y donde se rezó el tercer misterio del rosario.
Ya con la luz de la mañana, los detalles del paso procesional y de la pequeña imagen mariana se podían apreciar con mayor nitidez. La Virgen de la Cinta, como es costumbre en sus traslados, lucía la medalla de la ciudad y su vara de alcaldesa de Huelva. En cuanto al exorno floral, en tonos rosas y morados, se incluían también las granadas, un fruto símbolo de la fecundidad, y que porta la propia Virgen Chiquita en su mano izquierda. En su respiradero frontal, además, llevaba la vara de hermano mayor, con dos lazos negros, en memoria de Julio Buendía y José Luis Gallardo, hermanos mayores de la Hermandad de la Cinta que fallecieron durante este año.
La próxima parada, a pocos metros del anterior enclave y efectuada sobre las 09:00, simboliza una de las más clásicas estampas de este singular traslado: el Obispado. A los pies de la escalinata del palacio episcopal, el obispo de Huelva, José Vilaplana, esperó la llegada de la Virgen Chiquita junto a los miembros de la junta gestora de la Hermandad de la Cinta, presidida por Bienvenido González; el alcalde de Huelva, Gabriel Cruz; el rector del santuario de la Cinta, Andrés Vázquez, y un gran número de onubenses conocidos y anónimos, todos ellos testigos de este despertar de la devoción cintera.
A la entrada de la Virgen en el Obispado se produjo una petalada, así como una ofrenda de ramos de flores, al igual que en otros tantos puntos del recorrido. El prelado ofreció el cuarto misterio por los jóvenes, tras convocar el papa Francisco un sínodo por la juventud. Vilaplana imploró "que la Virgen María acompañe a nuestros jóvenes al encuentro con su hijo Jesucristo". Después de su rezo, realizó una levantá y, nuevamente, la Patrona volvió a la avenida Manuel Siurot, ya cada vez más cerca del templo catedralicio.
Justo en la confluencia de esta vía con la de San Antonio y la calle Marchena Colombo, junto al busto del pintor Pedro Gómez, la Hermandad de la Redención y la parroquia de Cristo Sacerdote, del cercano barrio de Huerto Paco, recibieron corporativamente a la Patrona, tras lo cual la Reina del Conquero enfiló el último tramo de Manuel Siurot, entre la arboleda de esta vía que la cobijaba con una agradable sombra.
Desde la plaza Madame Ivonne Cazenave, Juan Ramón Jiménez, sentado en una silla, era testigo de la bajada de la Virgen hacia el templo catedralicio. A pocos metros de este monumento al Premio Nobel de Literatura, en la confluencia de la calle Ramón Menéndez Pidal y el Paseo de Buenos Aires, se rezaba el último misterio del rosario ante el busto dedicado al palmerino Manuel Siurot, hermano mayor que fuera de la Hermandad de la Cinta. Instantes antes, la Hermandad de Pasión, hermana de honor de La Cinta, también recibía a la Reina del Conquero.
Desde este enclave, bajo un sol de justicia que superaba casi los 30 grados poco más tarde de las 10:00, la Virgen Chiquita se encaminó al porche mercedario, entre los vivas constantes de sus devotos, para arribar finalmente a la Catedral pocos minutos después de las 10:30. Allí le esperaban el párroco de La Merced, Víctor Manuel Bermúdez; el presidente del cabildo, José Arturo Domínguez, y la Hermandad de Los Judíos.
Una vez en el interior del templo, con el rezo de las letanías acabó este traslado popular con gran sabor mariano y choquero, que constituye cada mes de agosto una de las señas de identidad devocional de esta Huelva del siglo XXI que amanece y despierta con la fe más profunda hacia su Madre y que, pase lo que pase, se niega a perder. La mañana terminó como empezó, con una misa a las 11:00, esta vez en el templo catedralicio, que aguarda ya con el altar instalado y con la decoración de banderas vaticanas y el escudo papal de San Juan Pablo II a que dé comienzo la solemne novena en honor de la Virgen de la Cinta.
Para un traslado en el que participan centenares de personas durante casi cuatro horas, desde la Concejalía de Seguridad Ciudadana, Movilidad y Tráfico del Ayuntamiento de Huelva, a cargo de Enrique Gaviño, se ha reforzado un año más el despliegue de la Policía Local, con 14 agentes, un subinspector y un oficial, y en colaboración con la Policía Nacional. Por otro lado, la Policía también se ha encargado de liberar vehículos en la zona de La Merced, destino final del traslado.
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