Aromas de incienso con el Cristo de los Milagros
La Hermandad de Montemayor traslada en vía crucis al crucificado el sábado, a partir de las cinco de la tarde
Con motivo de los actos conmemorativos del 75 aniversario de la actual imagen de la Virgen de Montemayor, la Hermandad Matriz de la Patrona de Moguer va a conmemorar también el 75 aniversario de la salida procesional en Semana Santa del Crucificado de la ermita, el Cristo de los Milagros, imagen que desde hace varias décadas de forma privada se traslada a la iglesia parroquial para presidir los oficios del Viernes Santo. Se llevará a cabo un traslado público de la imagen del Cristo de los Milagros en Vía Crucis desde la ermita hasta Moguer. Será el sábado a las cinco.
El motivo de la salida de ese Crucificado por las calles moguereñas se remonta al 21 de julio de 1936. Entonces todo el patrimonio histórico artístico religioso de Moguer fue destruido . Lo que los moguereños habían atesorado durante siglos fue pasto de las llamas en unas horas. El templo parroquial fue totalmente destruido y los retablos, imágenes y enseres fueron quemados dentro y fuera del edificio. Allí perecieron las imágenes de más devoción de la localidad, entre ellas, la de la Patrona.
En San Francisco, Santa Clara, el Hospital del Corpus Cristi y la Capilla de San Sebastián ocurrió otro tanto. No quedaron imágenes a la que darles culto público en la Semana Santa de 1937. Solamente se salvó la ermita de la Virgen de Montemayor.
Lo cierto es que el crucificado de la ermita era el único Cristo que quedaba por salir en procesión. Teniendo que realizar culto público en la Semana de Pasión se trasladó hasta la parroquia la imagen del Cristo de los Milagros. La parroquia residía en la iglesia monástica de Santa Clara, único templo que podía usarse en aquellos momentos. El Viernes Santo de ese aciago año salió en procesión desde Santa Clara por las calles de Moguer, única estación de penitencia que se realizó en la localidad. La imagen del Cristo de los Milagros siempre estuvo en Montemayor, salvo el paréntesis de su estancia en la parroquia.
Se trata de un Cristo crucificado datado de mediados del Quinientos. Se encuentra fijado a la cruz por tres clavos, los cuales taladran sus manos y pies. Se encuentra ya muerto y su cabeza se inclina hacia abajo y la derecha. El paño de pureza, el llamado sudario, es bastante esquemático y deja caer un pliegue a lo largo de la pierna derecha. En su concepción es bastante arcaico, lo que recuerda a obras de aquellos momentos. Su cabeza aparece con escaso tratamiento del cabello. Su anatomía es bastante sucinta, aparecen pocas muestras de la flagelación y de otros momentos de la Pasión. Su rostro es sereno y tiene los ojos cerrados. Es tradición que esta imagen estuvo vestida con faldellín, sudario de tela superpuesta al de talla.
En el año 1999 fue sometido a una importante restauración en Sevilla. Sus autores fueron Almudena Fernández y José Joaquín Fijo.
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