Brujería y brujas en Huelva
Huelva Paranormal
Huelva es tierra de hechiceras, de brujería o, al menos, de tradición en ese apartado tan particular que intrigó tanto hace siglos y que dio con los huesos de muchas personas en la “higuera purificadora” de la Inquisición
En los siglos XVII al y XVIII hay textos y tradición oral que nos habla de todo ello allá donde la magia tenía un amplio hueco dentro de la cultura popular y, cómo no, religiosas pues era los enemigos de Dios. La brujería se extendió por toda Andalucía siendo más personas que sabían de plantas y remedios naturales que adoradoras del Diablo dispuestas a un aquelarre invocador del macho cabrío.
En ese apartado destacaron muchas mujeres que tenían grandes conocimientos pero que, también, por el “marketing” de la época, disfrazaban ese saber de rituales oscuros a cambio de unas monedas. Así en los libros de la Inquisición podemos encontrar algunos de los nombres de esas brujas como, por ejemplo, el de Francisca Romero (1804) que tenía por ámbito de actuación Huelva capital y estaba considerada como sanadora y chupadora de sangre. Fue objeto de interrogatorio de la Inquisición y la cual dotaba de magia y simbología sus rituales, por todo ello su caso estuvo bajo la supervisión del tribunal de Sevilla en 1804 en un proceso que se alargó hasta 1807. Se la acusaba de ser sanadora pero, a su vez, supersticiosa, que era una pena elegida como tercer motivo de condena (la superstición). Hubo 15 personas que testificaron contra ella contando con religiosos, enfermos curados y no curados, y familiares que estuvieron delante en las actuaciones de la misma.
Para mayores males de Francisca era conocida como “La Hechicera” y eso no daba ánimos en cuanto a que pudiera quedar indemne de los cargos presentados. Había uno que destacaba sobre el resto como era el de curar a los enfermos con bocados para chupar la sangre “mala”, el “mal” a través del fluido vital de la persona. El segundo cargo era que dibujaba el signo de los cuernos con sus manos cuando realizaba un ritual o curación, era como “una invocación al Demonio” argumentaban en su contra. El tercer cargo era el uso de espadas o espadines en sus lances. A todo ello se le ha de unir el empleo de “polvos mágicos, tratamiento de una prenda de la persona receptora del conjuro o la utilización de unturas”. Siendo su principal labor la de curar a los enfermos.
Isabel Domínguez de Villarrasa (1739) acusada de embrujar a los hombres. Es muy curioso su caso pues se dice que liberó a familiares de la cárcel gracias a sus invocaciones y oraciones. Como en el caso de Francisca fue el tribunal de Sevilla en 1769 el que tomó la causa y recogió brevemente la situación en que la hechicera. En su contra el testimonio de cuatro personas que declararon, bajo juramento, que: “que hallándose presos en la cárcel pública dos parientes de la reo, ésta dijo estuviesen sin cuidado pues ella los libertaría. Que una noche estuvo en continua oración y ella misma aseguró los libertaría de suerte que no los pudiese coger la justicia. Con efecto, sin haber escalado cárcel salieron la misma noche de la oración”.
La denuncia inicial contra Francisca la hizo el presbítero de Aracena Francisco Javier Blanco (White), que era primo segundo del escritor sevillano José María Blanco-White, cuyo antepasado era el irlandés Thomas White, afincado en Huelva desde el siglo XVIII. Algunas de las clientas de Francisca dijeron que no usaba más que una mixtura de sal y romero aplicables como “filtros de amor” para recuperar al marido poco cariñoso…
Uno de los interrogados por la Inquisición fue Francisco Garrido, que era Sochantre de la Parroquial de San Pedro y Clérigo de menores órdenes. El hombre sufría de males no contrastados ocasionados por un “mal de ojo”. Acudió a Francisca y el “tratamiento dado fue bastante curioso y la forma de enterarse, también”. “Al parecer, una amiga suya, María Domínguez, estaba celosa de su marido, dado que éste frecuentaba a otras mujeres, por lo que acudió a la curandera para que le ayudase en la forma de recuperar el ‘deseo’ de su marido. Ésta le preparó unos ‘polvos’ que, arrojados sobre los muslos de su marido, obraron mágicos resultados. Por dicha razón, mi antepasado acudió a la curandera para que le aliviase de sus muchos dolores, causados, sin lugar a dudas, por un “mal de ojo”. Tras el tratamiento, consistente en ungüentos y ciertas caricias en la espalda, Garrido declaró no haber tenido mejoría, por lo que endosó el caso a otros testigos”.
Otra bruja era María Ramírez “la Coja”, de Niebla (1750) y se le acusaba de ser hechicera y quitar los males de ojo y hacerse invisible. Según el auto de fe habría participado en un aquelarre. En ese sentido destaca el llamado “Akelarre de Moguer” donde participaron cinco brujas. Era el año 1740 según los escritos judiciales de la época. En ese aquelarre estaban la citada María Ramírez “la Coja” o Isabel Domínguez erigida en líder del aquelarre. Se detalla la declaración de un testigo presencial que testificó lo siguiente: “Que aquella noche habían de tomar un panderillo y sonajas y habían de ir a todos aquellos lugares, y que salieron de la casa no sabiendo a dónde”.
En España entre 1550 y 1700 fueron juzgadas por brujería en España 3.532 personas siendo los tribunales con mayor número de encausados por este delito fueron Sicilia (456), Logroño (387), Valencia, (337) y Zaragoza (327) teniendo más campo de actuación el norte de España en zonas muy identificadas como Navarra, Vizcaya, Asturias, Galicia o Pirineo. En 1526 fue el inquisidor general Fernando de Valdés quien quiso saber si lo que narraban las brujas era real o todo eran imaginaciones. Un grupo de juristas se pronunció respecto a las brujas diciendo que “que más que perseguirlas, había que conseguir educarlas y enviarles predicadores”. El veredicto fue que le faltaba educación cristiana y la actuación ante las brujas debía ser lenitivo, recomendando tener más presencia de predicadores en la zona donde estuvieran.
La Inquisición fue creada en 1184 en Francia para perseguir a la herejía cátara o albigense en el sur del país. En España serían los Reyes Católicos los impulsores de la Inquisición Española bajo pretexto de la cuestión de los “conversos o cristianos nuevos”, judíos convertidos al cristianismo pero de forma interesada para no ser expulsados del “país”. La Inquisición en España perseguía la denominada herética pravedad o criptojudaísmo. Aunque su fundación real fue en Sevilla en 1478 siendo los Reyes Católicos los que solicitaron al Papa Sixto IV la implantación de la Inquisición en Castilla y, posteriormente, en Aragón
A primeros de noviembre de 1478 el Papa Sixto IV emitió la bula “Exigit sinceras devotionis affectus” creando –en virtud de la misma- la Inquisición o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Castilla autorizando a los reyes a nombrar y remover inquisidores a perpetuidad.
En 1480 cuando se crea el primer tribunal inquisitorial en la ciudad de Sevilla siendo el primer auto de fe de la Historia el celebrado en la capital hispalense el 6 de febrero de 1481 condenando a la hoguera a seis personas en el sitio de Tablada.
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