Busquemos las armas y traigamos el casco griego
en el titán
Hallados hace 90 años, los restos se guardan en el Museo Arqueológico Nacional y sólo una parte de ellos, en Huelva. Un mercado 'ilegal' abonaba el ocultismo de mucho de lo que aparecía.
La Guardia Civil nos devuelve en muchas ocasiones relevantes piezas del patrimonio. Otras regresan gracias a aquellos funcionarios de Cultura que bucean en internet y evitan que se pierdan en subastas incontroladas. Lo cierto es que también hay otro importante número de piezas de nuestro patrimonio histórico que un día salieron de Huelva y nunca jamás regresaron. Entre los motivos de entonces y las razones de hoy es difícil encontrar justificación de peso que las mantengan alejadas de esta provincia. En muy rara ocasión hicieron el camino de vuelta ni si quiera para una exposició temporal.
Ahora se cumplen noventa años de aquella primavera en la que aparecieron en la ría de Huelva 397 piezas, entre las que predominaban las armas. Aquello parecía un cargamento que revolucionó a todos, autoridades e investigadores, e incluso despertó el interés del propio Rey Alfonso XIII. Hay quienes aseguran que era tan evidente la dimensión del hallazgo que pocas cosas se pudieron despistar. Otros hallazgos sí se perdían encubiertos en unas leyes que nada tienen que ver con las actuales y que permitían la pertenencia privada de objetos históricos.
Los hallazgos en la ría de Huelva se producen gracias a la incorporación en los servicios portuarios de la draga Cinta, en 1906, que garantizaba el calado necesario para la entrada de los barcos de gran tonejale que debían atracar no sólo en los muelles cargaderos de mineral de las compañías de Río Tinto y Tharsis, sino en los que el Puerto de Huelva tenía para otros servicios. Aquellos movimientos de lodos de un río de gran tráfico desde tiempo inmemorial, en ese trasiego de numerosas culturas camino de las minas, descubrían lo que custodiaba de siglos su interior. No había entonces carta arqueológica de la zona, pero sí quienes estaban ya interesados por lo que iba apareciendo; quizá, casi con toda probabilidad, de muchos hallazgos nada se sepa e incluso se le haya perdido la referencia de que un día procedieron de nuestra ría.
Aquel descubrimiento se produjo, como indica José Terrero (1944), cuando "la draga Cinta de la Junta de Obras del Puerto de Huelva, en el dragado que hacía en el río Odiel, a 23 metros de distancia del muelle de Tharsis, y a una profundidad de 7,50 a 89,50 metros, comenzó a extraer objetos de bronce revueltos con el fango del lecho del río y con algunos vestigios de madera. Los primeros que vieron la luz, después de tantos siglos de enterramiento en un estrato formado por arcillas, arenas gruesas y conchas, producto del acarreo fluvial del Odiel, fueron siete espadas, y sucesivamente, todos los demás objetos aparecieron en una muy reducida zona del subsuelo. Durante treinta siglos habían tenido encima más de ocho metros de fango aluvial. Este gigantesco túmulo, no profanado jamás, había sido construido y alzado por el río y por el mar. Por el Odiel, en su constante labor y deseo de buscar las orillas del mar, y por el mar, en su alternativo afán a meterse río arriba, quizá buscando sitio donde descansar". Resultó todo un acontecimiento el yacimiento: "En cuanto a número de objetos es de los más abundantes de Europa y el mayor de España", pero además se destaca "por la calidad de las piezas; quizá no se conozca otro equiparable". Tanto es así que afirma que a partir de ese momento "ya no se puede hablar de la Edad del Bronce en la Historia Universal sin citar este yacimiento del Puerto de Huelva, que tiene la categoría de hecho ecuménico".
Martín Almagro, en su estudio sobre el depósito de armas de la ría de Huelva (1940), destaca que fue un error darle al depósito un carácter mediterráneo más que europeo. En su estudio incluye las armas de Huelva dentro del complejo cultural denominado invasión céltica y que representa la indoeuropeización de la Península, y sitúa los bronces en el 750 a. C.
El hallazgo, producido en el área del Puerto y en actividad de este, era normal que la autoridad portuaria lo pusiera en conocimiento de la Dirección General de Obras Públicas. Por Real Orden de 4 de mayo de 1923, las piezas debían ser remitidas al Museo Arqueológico Nacional, lo que así se lleva a cabo. El director del Puerto, Francisco Montenegro, hace saber que conforme a la demanda realizada a través de la Dirección General de Obras Públicas, el director del Museo Arqueológico Nacional acepta la petición de que fueran devueltos algunos ejemplares duplicados para el Museo Provincial de Huelva y el Depósito de Modelos de la Junta de Obras, lo que queda autorizado por la Real Orden de 29 de noviembre de 1924 del Ministerio de Instrucción Pública.
En la actualidad, el Museo de Huelva sólo tiene en propiedad en sus fondos una media espada, y están en depósito del Museo Arqueológico Nacional algunas piezas, que son principalmente espadas, regatones y fíbulas. Mientras que en museos de titularidad de la Junta de Andalucía sí hay importantes fondos procedentes de la ría onubense, lo que puede hacer pensar a más de uno la necesidad de plantearse la reasignación para que estos pudieran pasar del Museo de Sevilla al de Huelva. En cuanto a las piezas que debieron enviarse a la Junta del Puerto no se sabe dónde acabaron. Hay quienes opinan que puede ser el que se encuentra en la colección de José Albelda (Dos notas sobre el deposito de la Ría de Huelva. AAVV).
Hoy, aun cuando los fondos del Museo de Huelva se han enriquecido gracias a las excavaciones realizadas en la capital y toda la provincia, siguen fuera otras piezas interesantes que salieron para nunca volver, como las procedentes de Cueva de la Mora, lápidas islámicas de Puebla de Guzmán, el anillo horientalizante del cabezo de la Esperanza...
Si el hallazgo de las armas de la ría llegaron a conocimiento del Museo Arqueológico Nacional desde la Dirección General de Obras Públicas vía Puerto de Huelva, el del casco griego de tipo corintio se hace a la Real Academia de la Historia a través de José Albelda, miembro de ésta, subdirector del Puerto de Huelva y secretario de la Comisión Provincial de Monumentos de Huelva. El mismo Albelda es el que así lo confirma en una comunicación que realiza en la Academia, el 2 de abril de 1931. Al referirse a guerreros griegos en nuestro puerto habla de "un casco, que por compra obra hoy en nuestro poder, y cuyas fotografías detallan mejor que cualquier descripción de su forma".
La procedencia es de los dragados que realizaba el Puerto, también junto al muelle de Tharsis, como lo indica en su informe el académico Hugo Obermaier, quien señala que "según resulta de la comunicación precedente del señor don José Albelda y Albert, el casco fue hallado en el año 1930, al dragar en el puerto de Huelva". Incluso Obermaier considera que "es vivamente de esperar que este ejemplar, en atención a su singular importancia histórica, ingrese cuanto antes en el Museo Arqueológico Nacional"; desde la Academia de la Historia también se le pide su depósito "en algún museo del Estado".
Al final el casco griego no llega al Arqueológico Nacional. José Albelda se decide por depositarlo en la Real Academia de la Historia, donde se conserva carta de agradecimiento por este gesto, de fecha 29 de febrero de 1932. No existe, o al menos no está localizada, según la investigación que hemos recibido del fondo histórico de la Academia, documentación referente a cómo se realiza la entrega. La carta de agradecimiento se dirige a José Albelda y Albert, sin reseñar cargo alguno y en el que se indica lo siguiente: "Nuestra Academia de la Historia ha recibido con especial aprecio el casco griego tipo corintio que usted tuvo la fineza de donar a la misma, acordando la Corporación constase en acta tan [delicada] atención y que se le exprese el agradecimiento por [el valioso] obsequio".
El valor del casco griego lo dejan bien claro todos los investigadores, como Adolf Schulten (1931): "El casco de Huelva es el primer casco griego encontrado en España y, por el lugar en que ha sido hallado adquiere singular importancia histórica; pues un casco del siglo VI antes de JC, sólo puede haber llegado allí por el comercio -atestiguado por Herodoto- de los griegos, y especialmente de los foceos, con Tartessos situado cerca del lugar del hallazgo. El casco es una prueba documental de aquel centro de civilización y antiquísima ciudad comercial del oeste".
Valorando que gracias a José Albelda el casco no acabara en cualquier otro lugar y con ello que nunca se hubiese vinculado su aparición con Huelva, no deja de ser importante que su procedencia es la del suelo -en este caso del fondo de la ría- del Puerto, responsable también de los dragados que se realizaban. Lo cierto es que las leyes de entonces eran distintas a las de ahora.
No sabemos si argumentos de estas características pudieran servir para rescatar el casco griego y que se depositara en el Museo de Huelva, o al menos conseguir una custodia compartida. Aquí se está cansado de que muestren copias, algunas de ellas haciéndola pasar como original, como ocurrió en la inauguración de la exposición de los 125 Años del Puerto de Huelva y ante el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves. Ahora que es tiempo de informes más que de actuaciones de campo por la crisis económica, Cultura podría iniciar la reivindicación. Si no, al final se impodrá la comodidad que nos ahoga. Por eso, busquemos las armas y traigamos también el casco griego.
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