Cantar la fe
No es concebible los preliminares de la Semana Santa de Huelva sin la Coral de la Hermandad de la Sagrada Cena.
La Cuaresma onubense acoge en su regazo a la música coral, que se mece con el misterio de siglos. Hay que dejar al espíritu de par en par cuando los dulces sones que llevaban durmiendo tanto tiempo resuenan otra vez. Es hora de vivir las cosas, de proponerse un reencuentro con todo aquello que despacio se impone al sueño, el hambre y el dolor. A la vuelta de la esquina la gran música, que entraña el anhelo pretérito, nutre el interior del hombre.
No es concebible los preliminares de la Semana Santa de Huelva sin la Coral de la Hermandad de la Sagrada Cena. Treinta y tres años haciendo un itinerario de sensibilidad y compromiso con el arte vocal de todos los tiempos. Distintas generaciones de melómanos que juntan sus voces para alentarnos en esta confraternización con el mundo y profundización en la vida. Escuchamos su interpretación y pensamos que nada hermoso nos es ajeno en medio de esta búsqueda imparable de rumbo cierto y seguro.
Se caracteriza la Coral de la Sagrada Cena por abordar el canto con un estilo austero, donde la propia dificultad de la partitura significa sólo un medio; el fin es algo que siempre se busca y a la luz de sus versiones apreciamos que sus integrantes lo saben exteriorizar. Su director actual, Emilio Muñoz Jorva, consigue definir un timbre uniforme que se va contrastando con una dinámica moderada; la misma espiritualidad de una pieza orienta a las cosas de forma natural. Por eso hay obras que con ellos quedamos cautivados, como quien reacciona espontáneamente ante esos mágicos imprevistos de la vida.
Dentro de su amplio repertorio hallamos una composición titulada Señor, me cansa la vida, la mejor tarjeta de presentación del grupo coral. Todo clamor sincero y hondo irrumpe en todas direcciones para dar testimonio de la humanidad, que a pesar de todo no deja de esperar y de encontrar regocijo en su interior, como la llamita de una hoguera que no sabemos si acaba de encenderse o está a punto de apagarse.
Christus factus est evoca en su diseño el desfile de una procesión fúnebre, tan inspiradora para los compositores de todos los tiempos. Perfila aquí la Coral unos pianissimi que nos conducen a las puertas del silencio, y el lastimero acento que aportan las voces varoniles contribuye a un desamparo arrebatador, que colma de emotividad a la obra. Cuando nos adentramos en su versión es fácil recordar el Miserere de Mozart o la música para el funeral de la reina María II de Purcell.
Por su lado, En esta tarde retrata excelencias de Coral y director, quienes han sabido captar los secretos ocultos ahí, y precisamente su acierto estriba en haber visto lo más sencillo: el uso del silencio, estratégicamente ubicado, era algo imprescindible para cantar toda la pesadumbre del calvario, dicha aquí con una autenticidad estremecedora. Ellos matizan el discurso delicadamente y espaciando las frases; entonces, se hace posible la meditación. En esos milagrosos instantes somos conscientes de todo ser que ha roto las ataduras que nos imponen la ambición y la apariencia.
Con la Coral de la Sagrada Cena de Huelva se demuestra que el canto y la música adquieren su sentido más allá de las imposiciones técnico-estéticas. Sólo la entrega espiritual unánime y sincera hace posible que la música sea digna de escucharse y la vida merezca vivirse y compartirse.
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