Cepero, cantaor jondo

Historias del fandango

Jerezano de nacimiento, cantaor payo, José Cepero perteneció al selecto grupo de los grandes cantaores de una generación, en la que compartió fama con Antonio Chacón y Fosforito el viejo

La ópera flamenca en Huelva

José Cepero con Luis Maravilla, ganadores de la Copa de Oro Chacón de cante y toque, 1928 / M.G.
Miguel Ángel Fernández Borrero

14 de junio 2023 - 06:00

Era conocido como “el poeta flamenco” o “el poeta del cante”, y así le jaleaban en sus grabaciones. Fue un creador prolífico de letras para fandangos y para otros palos flamencos. Como gran aficionado a la poesía, sus versos tenían siempre la métrica y la cadencia apropiadas para ser cantados. La mejor prueba de su calidad es que un sinnúmero de letras suyas continúan siendo cantadas todavía. En las puertas de los teatros donde actuaba Cepero se repartían octavillas con las letras que iba a cantar para que los asistentes las aprendieran.

Figura y modos de señorito

José López Cepero (1888-1960) tenía porte y modales de señorito y se juntaba con la aristocracia de Madrid y con la gente relevante de su tiempo. La suya -un jerezano rubio, de más de 1,80 m de estatura- no era una imagen frecuente. Fue hijo único de padre desconocido. De joven, trabajó en el campo y fue bailaor flamenco. Se trasladó muy pronto a la Sevilla de los cafés cantantes y de allí a Madrid, donde vivió toda su vida. Lo tachaban de vanidoso y de altivo, y en los ambientes flamencos se compartía esa apreciación. Su carácter serio y solemne, de hombre poco hablador y con fuerte carácter, generaba poca empatía. En más de una ocasión se vio envuelto en peleas y enfrentamientos. Contó la prensa una ocasión en la que discutía en el tablao Villa Rosa con el diestro Angelillo de Triana sobre quién era el mejor torero, después de trasegar abundantes copas de manzanilla. Llegaron a las manos, los separaron, pero Cepero salió del local, volvió con un garrote y le propinó un tremendo garrotazo en la cabeza al lidiador, que hubo de ser atendido en el hospital.

También se cuenta que, escondido en la capa, solía llevar un cuchillo por si tenía que defenderse de atracadores y gente del hampa cuando regresaba de madrugada desde el tablao a su casa (algo bastante habitual, dicho sea de paso, porque la noche era realmente peligrosa en las ciudades). Capa que todo lo tapa, porque otra vez escondió en ella a la niña Carmen Amaya, porque como menor de edad la policía le impedía actuar en un tablao).

Conocidos son también los desencuentros con su paisano Antonio Chacón, que lo dejaba en ridículo con frecuencia; eran dos egos bien recargados de soberbia y, en el caso de Cepero, de una vanidad fantasiosa que le acarreaba mofa y burlas. En una ocasión, un aristócrata mandó llamar a Chacón para que fuera al Villa Rosa, pero se excusó diciendo al recadero que estaba enfermo y que no podía cantar. Al conocer la evasiva, Cepero comentó ufano que Chacón no iba porque estaba él allí; pero, enterado de vuelta don Antonio, se vistió y se presentó en el tablao para dejar constancia de quién seguía siendo el número uno. Gallos. Cierto es también que cuando falleció Chacón el artista jondo de referencia en Madrid fue él. De lo que no hay dudas es de que fue un cantaor largo, buen conocedor de los cantes y una de las figuras protagonistas de la ópera flamenca.

El tablao Villa Rosa de Madrid era, por los años 20 y 30 del siglo pasado, el lugar donde más tiempo pasaban los artistas, sobre todo en los inviernos, cuando no tenían actuaciones concertadas y esperaban allí a los “señoritos” y aficionados ricos a que los contrataran para cantar en los cuartos reservados.

José Cepero con sombrero canotier, en los años 20 / M.G.

La Copa de Oro Chacón

En 1928 ganó la Copa de Oro Chacón en un concurso celebrado en el Teatro de la Zarzuela en el que compitió con Centeno, Niño de Madrid, Manuel Pavón, Niño de las Marianas, El Americano, Bernardo el de los Lobitos y otros. Lo ganó por votación popular, contando con el apoyo público de su paisano el dictador general Primo de Rivera, que fue además quien le entregó el trofeo. Este premio supuso para Cepero un gran aporte de prestigio al que ya tenía y le abrió de par en par las puertas de la escena y las obras teatralizadas, que era su modelo de espectáculo preferido.

Cepero fue un genuino cantaor de ópera flamenca, en competencia con Angelillo, Jesús Perosanz, Guerrita, Pena hijo o el “as del cante”, que era Pepe Marchena. En los primeros años 30 fue cabeza de cartel indiscutible en todos los espectáculos en los que participaba. El paradigma flamenco de finales de la década de los años 20 y primeros años de la de los 30 fue “La copla andaluza” y toda la saga de obras de este corte que se generó a raíz de su éxito, y en esa ambientación de representaciones escenográficas y de concursos se encontró Cepero en su salsa. Pero ese género, más fácil y popular, no devalúa al cantaor largo que fue, gran conocedor de todos los cantes y primera figura jonda de cuartito y de reuniones privadas con sus muchos amigos de la torería. (Continuará).

José Cepero / M.G.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

I Premios de Turismo Diputación de Huelva

Huelva, una provincia con mil motivos para cautivar al viajero

I Premios de Turismo Diputación de Huelva

Artífices de poner a Huelva en el mundo

Lo último