El Cid cuaja a' Rebaja', un gran toro de Cuadri de vuelta al ruedo

PRIMERA DE ABONO

El torero de Salteras rememora su historia y se va otra vez a hombros de La Merced al cortar dos orejas al cuarto.

Escribano con el lote más deslucido y Serna, sin espada, se marchan de vacío.

Salida a hombros de El Cid / Alberto Domínguez
P. Guerrero

02 de agosto 2019 - 02:41

Huelva/La historia de una amapola. De una solitaria amapola entre el trigal de una corrida de Cuadri que no dio al completo el juego deseado para remontar una tarde con tantas cosas importantes dentro pero que deja la sensación de tres toros con cosas importantes de casta. Ese cuarto, Rebaja de nombre, es esa solitaria amapola de la tarde pero brilla con un intenso clamor para encumbrar de nuevo al Cid y regalarle el broche de oro a su historia torera con la Merced. Ya sé que no fue una corrida para el gran público pero ese toro cuarto dentro de una tarde suena también a justicia para el ganadero de Comeuñas tan cabal como la embestida de un toro franco y lleno de esa grandeza que da la nobleza con la que se entregó en el viaje de su destino con Manuel Jesús El Cid.

Lo cantó nada más de salida. La cara abajo, ese deje templado que tienen los toros que anuncian embestida por bajo y la duración precisa para que El Cid se decidiera a emprender tarea con esa mano izquierda privilegiada que la profesión le dio para el toreo.

Jugaron los brazos al compás de esa cadencia natural que tuvo la lidia capotera.Nada brusco sino acoplando todo el conjunto y llevar muy toreada la repetida embestida de Rebaja. Casta bravura y nobleza en un toro con profundidad e importancia que El Cid lo entendió a la perfección, llegando todo lo que había faltado en las lidias anteriores y seguiría faltando cuando quinto y sexto llegaran a arrastrarse.

Eran dos orejas a pesar de ese matiz desprendido de la estocada. Eran dos orejas a la historia sincera de un sevillano de Salteras que ha dejado momentos grandes a esta afición. Sin remilgos ni pudor. Esa Puerta Grande suena justa del todo.

Brindis de Escribano a Espartaco sobre el mismo albero donde el de Espartinas tanto mandó

De una amapola no se hace ramo pero en la tarde hubo toros con posibilidades y debe nombrarse. Sobre todo cuando alguno necesitó que su matador cruzara una raya mas allá de la que mantuvo la faena.

Tuvo mas posibilidad el que abrió plaza. Brigada tenía todo en su historial para ser otro punto rojo de un trigal de casta adivinada. Todo su juego en la muleta tuvo entrega y clase en ese viaje pastueño con el que quiso coger los engaños por bajo colocando la cara de forma extraordinaria.

El Cid se encajó mejor por ese pitón. Por la diestra también hubo cositas, pero más aliviadas de tipo. Quizás hizo aspirar a más esa condición pero no lo entendió así el torero y aquello se quedó en la nada.

Decididamente quien pechó con el peor lote de la tarde ha sido Escribano. Cumplió el segundo en el caballo arrancándose de largo pero tras parear con prontitud el matador, el de Cuadri se quedó en la inopia más severa de cuantas tuvo la tarde. Parado y agarrado al albero Escribano llego a ponerse de verdad pero en modo alguno encontró la forma de encelar a un toro que llegó a un principio muletero acometiendo algo incierto por el derecho. Frente al quinto, Escribano volvió a cumplimentar con valentía y acierto el mejor tercio de rehiletes de una actuación que había comenzado con un templado recibo capotero y haciendo albergar esperanzas de que este sí le iba a servir. Posiblemente hubiese servido más de lo que mostró Escribano sin ese planteamiento de faena en la cercanía que no quería el toro. El acto no daba para más intentos sobre todo cuando aquello no llegó a hervir nunca.

Poco a poco iban cayendo los actos de la tarde y cuando llegó el sexto aquello pesó de veras. No por Serna. Tampoco por el toro. O quizás por los dos. Rafael Serna tomó esta vez los engaños con más decisión cargando principalmente su faena por el pitón izquierdo pero sin sal ni pimienta, la tarde no estaba para componendas culinarias. Honestamente creo que hubo más torero que toro.

Serna había hecho el esfuerzo frente al tercero, un toro de embestida vibrante sobre todo cuando buscó los vuelos de la muleta con sincera bravura y cuando el sevillano le echó decisión y ganas, aquello hirvió lo suficiente como para creernos que estaba por llegar la faena que aquilatase méritos en la tarde torera de Serna. Mas quizás esa raya del matar o morir no llegó a cruzarse nunca y el de Cuadri se fue para el desolladero con más cosas de las que enseñó en la plaza.

Como les decía. En medio del trigal y sin recoger ramo. Al final, de ese toro extraordinario de Cuadri y dos más que pudieron llegara a ser más se concreta una crónica que no quiere hurtar otros tres toros desagradecidos en bravura, la disposición torera de Escribano y el esfuerzo sincero de un torero sin festejos como Serna.

El remate lo ponen la historia y el destino para dejar que El Cid saboree entre sus recuerdos cuando llegue el otoño, aquella última tarde de Huelva.

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