Comienzan los trabajos con georradar en la intervención del Cabezo de La Joya
Patrimonio
Después de los resultados será el Ayuntamiento el que decida qué hacer con lo encontrado
Las excavaciones arqueológicas en el Cabezo de la Joya, que dieron comienzo en abril para actualizar los conocimientos que se tienen de la necrópolis descubierta en los años 60, alcanzaron una de sus fases científicas más destacables con el comienzo de los trabajos de geofísica y georradar, que pueden aportar una información muy valiosa en cuanto al volumen y precisión de los datos que se desprenderán de dicho estudio.
La prospección con estos elementos avanzados de geofísica se extenderá varias jornadas y suponen “un salto cualitativo de la información arqueológica que se poseía hasta hoy sobre el yacimiento, y respecto a los datos que se conservan de las excavaciones del equipo encabezado por Juan Pedro Garrido Roig y Elena Orta”, explicó Diego González Batanero, arqueólogo de la empresa onubense Ánfora, encargada de la intervención en el Cabezo de La Joya.
Una vez concluya esta recogida de datos, se estudien y valoren, habrá concluido “esta primera fase diagnóstico patrimonial que consiste en determinar qué restos arqueológicos hay y dónde se encuentran para preservarlos según defina la Administración en su momento”, añadió González, quien valoró que, en cualquier caso, “el propio plan urbanístico ya contempla un área libre de 11.000 metros cuadrados, es decir, un parque que va a tener un contenido eminentemente arqueológico, respecto a los 25.000 metros de este Plan de Reforma Interior de La Joya”.
El georradar procederá “a la radiografía del terreno de todo el ámbito afectado por la intervención, mucho mayor al que se estudió en las excavaciones originales”, aclaró la directora de la actuación, Alejandra Echevarría, para quien los avances tecnológicos experimentados desde aquella época “han sido muy grandes y pueden desprender información útil y llamativa sobre los diferentes estratos de la necrópolis orientalizante de La Joya”, en la que trabajan estos días tres arqueólogos, dos geofísicos, un topógrafo y otros obreros especializados.
Todo ello sin contar los muchos operarios que han hecho falta “para sacar 20 camiones de escombros y basura en unas parcelas que han sido huertas más de un siglo y han estado olvidadas en los últimos 20 años”, ha lamentado la arqueóloga.
Tras los primeros dos meses en los que ha sido más complejo ver grandes avances en el yacimiento, pues los trabajos se han centrado en la limpieza, desescombro y eliminación de la capa superficial vegetal con la maquinaria adecuada, se llega a “un momento crucial” en la investigación, en el que los profesionales de la empresa encargada, acompañados de expertos de la Universidad de Huelva, añaden las herramientas tecnológicas propias del siglo XXI para desentrañar nuevos hallazgos sobre unos restos con más de 3.000 años de antigüedad.
Novedades en la investigación de los enterramientos
Los trabajos de geofísica serán fundamentales para conocer qué es lo que hay justo bajo la superficie y poder descubrir esas tumbas que no se pueden ver a simple vista. “Hay otras que sí las hemos visto, que son novedosas y no estaban registradas, y sobre las que hemos tenido que actuar para preservarlas mejor por su complicada ubicación”, han aclarado los arqueólogos respecto a dos enterramientos aparecidos hasta el momento en una zona lateral y que albergaron en su momento urnas funerarias, pero que ya han sido expoliados a lo largo de la historia y se encuentran vacíos. Son, en cualquier caso, “la constatación de una secuencia de pequeñas estructuras de enterramientos sobre las que no se tenía constancia hasta esta intervención”, destacaron los responsables de las obras.
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