¿Cuánto gana un narco? Entrañas del tráfico de hachís en Huelva: las cifras

El cabecilla de la organización puede sacar 150.000 euros limpios por un alijo de tres toneladas

Hacen falta unos 60 efectivos para trasladar la droga de Marruecos a Europa

La perra antidrogas Selfie, con los agentes antes de entrar a un astillero en Isla Cristina el 23 de junio, en la primera fase del operativo Colón.
La perra antidrogas Selfie, con los agentes antes de entrar a un astillero en Isla Cristina el 23 de junio, en la primera fase del operativo Colón. / Josué Correa
Raquel Rendón

16 de agosto 2020 - 06:09

Huelva/La posición geográfica de Andalucía, al sur del sur de Europa y a escasos kilómetros de Marruecos, y los 910 kilómetros de costa que perfilan su fisonomía, la convierten en un marco más que favorable para el trasvase de hachís de las zonas africanas de producción al continente.

Huelva, con sus 122 kilómetros de litoral, cuenta desde hace años con organizaciones de narcotraficantes autóctonas. Algunas con cabecillas muy mediáticos como Yeyo, Ferramache o Anselmo Sevillano; otras, con dirigentes que son viejos conocidos para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad pero cuyos nombres no trascienden.

La presión policial en el Campo de Gibraltar ha obligado a los narcos gaditanos a asociarse con los onubenses. Trabajan a modo de cooperativas ilícitas, dando cobertura en territorio propio a los foráneos en lo que estos precisen. Por supuesto, como indica a Huelva Información la Guardia Civil, se llevan tajada de los beneficios en función del servicio prestado.

Introducen la droga, principalmente, con la costa de Huelva dividida en tres sectores: la zona más occidental, que va de Ayamonte a Lepe; la que abarca de Punta Umbría a El Rompido y, el área de Doñana y Mazagón.

Fardos de la operación Lanza, intervenidos en Ayamonte, con la firma de Messi.
Fardos de la operación Lanza, intervenidos en Ayamonte, con la firma de Messi. / M.G.

Pero, ¿quién está detrás de estos alijos? ¿Cómo se organizan estas bandas? ¿Cuánto pueden llegar a cobrar sus efectivos? ¿Qué papel juega cada uno?

De la mano de la Benemérita les ofrecemos las respuestas: “Una organización media puede llegar a tener 60 miembros para realizar el traslado de la droga de Marruecos a Europa”. El Tribunal Supremo establece, en paralelo, un precio medio de 6 euros el gramo de hachís para calcular los beneficios de su introducción en el mercado. Es decir, que calcula que una tonelada significaría unos ingresos de 6 millones de euros. Muchos de los alijos onubenses rebasan las tres toneladas: 18 millones de euros estimados.

El jefe

El cabecilla de la organización andaluza suele ser, en realidad, un mero intermediario entre el productor marroquí de hachís y otro gran narco europeo al que hay que hacerle llegar la droga, aunque no siempre es así. Determinar los beneficios obtenidos por los extranjeros es complicado, pero las fuentes del Cuerpo señalan a este diario que el jefe de la organización que efectúa el transporte de la droga (primero por mar y luego por tierra) “puede llevarse por cada alijo de más de 3.000 kilos unos 150.000 euros limpios”.

Y todo esto, a menudo, “sin pisar la playa, quedándose en las inmediaciones de la zona de descarga o en casa a la espera de que sus contactos lo avisen de que todo ha salido bien”.

La Guardia Civil concreta que el capo de una organización que sea capaz de introducir un par de alijos de hachís al mes por la costa, “que pueden parecer pocos a priori, se llevaría unos 3,6 millones de euros al año”. También es cierto que cuantas más operaciones lleve a cabo, “más se arriesga a que lo pillemos”.

El Supremo fija en 6 euros el precio del gramo colocado en el mercado ilícito: un alijo de tres toneladas reportaría 18 millones de euros

Los lugartenientes

Son personas muy cercanas a los jefes, sobre las que este deposita toda su confianza. “A veces son familiares directos”, destaca el Instituto Armado. Son sus brazos derecho e izquierdo. “Suele haber un jefe de tierra y otro jefe de agua”, quienes además se hacen cargo de varias tareas de responsabilidad en la estructura de la organización. “Por ejemplo, el jefe de agua también puede ser piloto de embarcaciones, o el de tierra puede manejar la seguridad o controlar a la coya y los puntos”.

En este caso es más difícil establecer el salario medio de los subalternos, puesto que en cada banda pueden ejercer muchas tareas distintas. Depende también de lo que delegue en ellos el gran líder.

La comunicación con este se suele producir con teléfonos móviles desechables, de un solo uso. “Si llegamos nosotros lo primero que hacen es tirar los teléfonos”, apunta la Guardia. En una reciente operación llevada a cabo en Málaga aprehendieron cerca de 500 móviles a una única organización. Los teléfonos satélite se utilizan para la comunicación con la embarcación de turno.

Los aguaores o puntos

Su papel en la banda no es otro que el de vigilar si hay algún movimiento policial en la zona caliente en la que se está moviendo la droga. “Estos suelen cobrar 1.000 euros por el rato”, indican las fuentes expertas en materia de tráfico de estupefacientes de la Benemérita consultadas por este diario; “por estar la noche, puede fluctuar entre 600 y 1.200 euros”.

De media, una organización convencional en una zona con una orografía no demasiado compleja utiliza diez aguaores o puntos de seguridad. Pero la Guardia Civil ha llegado a contabilizar hasta 80 en el Campo de Gibraltar.

El Grupo de Acción Rápida (GAR) del Instituto Armado, ante la Comandancia de Huelva.
El Grupo de Acción Rápida (GAR) del Instituto Armado, ante la Comandancia de Huelva. / M.G.

La coya

Es el grupo de personas que se dedica a la descarga de la droga cuando esta llega a la costa. Varía en función de lo voluminoso del alijo, pero hay que tener en cuenta que una semirrígida de tres o cuatro motores puede transportar “unos 3.000 kilos” de una tacada.

Así que el tamaño de la coya puede establecerse entre 10 y 30 personas. Cada uno de sus componentes puede cobrar 3.000 euros, con un coste para la organización de entre 30.000 y 90.000 euros. “Cuanta más gente la conformen, más rápido se descargan los fardos y se colocan en los coches”. Esto es, menos riesgo.

El piloto de la narcolancha

Su habilidad para surcar a toda velocidad la masa de agua que separa Marruecos de nuestra costa es un bien cotizado. Además, asume la responsabilidad de que la mercancía llegue a tierra. Por todo, la organización le paga entre 30.000 y 50.000 euros por viaje.

El gepero

Navegar a ciegas, con las luces apagadas en la inmensidad de la noche y del Atlántico, no es sencillo. Así que el papel de este individuo, que llega a obtener entre 25.000 y 35.000 euros por su labor, es controlar el GPS para que ni la tripulación ni la ilícita mercancía pierdan el rumbo.

El garantía

El tercer miembro de a bordo no pertenece a la distribuidora onubense, sino a la banda europea que ha contratado el transporte del hachís o a la organización que lo suministra. Ejerce como notario, controlando y dando fe de todo lo que acontece en la travesía. Habitualmente es marroquí. “Solo el garantía puede ordenar si se tiran los fardos al agua” cuando la cosa se pone fea.

Es, en definitiva, la persona que vela por el buen desarrollo de la operación, una medida con la que las organizaciones se curan en salud ante los robos sufridos otrora por los propios transportistas, que han llegado a apropiarse de la droga mientras ponían como excusa que la habían tenido que tirar por la borda.

La Benemérita en una nave sanjuanera donde localizaron varias neumáticas en la operación Colón.
La Benemérita en una nave sanjuanera donde localizaron varias neumáticas en la operación Colón. / Josué Correa

El marinero o chacorta

El escalafón más básico de la tripulación es ocupado por esta persona, la cuarta en la narcolancha. Su trabajo, sufragado con entre 10.000 y 15.000 euros, consiste en realizar las tareas de repostaje, descargar los fardos en el punto de encuentro con la coya o arrojarlos por la borda si los agentes cercan a la neumática.

Proveedores de embarcaciones

Las semirrígidas “están prohibidas y alguien tiene que proporcionarlas”. Pueden fabricarse fuera de Andalucía, y no solo se necesita un lugar donde construirlas, sino también alguien que las transporte hasta su destino. Dice la Guardia Civil que cada una de ellas puede “costar a la organización entre 250.000 y 350.000 euros”.

Pilotos de los coches

Por cada alijo una organización tiene que valerse de “dos o tres coches como mínimo”, cada uno conducido por un piloto. Estos, que son los encargados de trasladar los fardos desde la playa a la guardería en caliente (lugar donde se almacena la droga inicialmente), llegan a cobrar 20.000 euros por este trabajo. Además, para controlar estas guarderías hacen falta uno o dos efectivos más.

Proveedores de los vehículos

Las fuentes de la Benemérita destacan que “los narcotraficantes necesitan también a organizaciones proveedoras de coches”. Robados, claro. Suelen ser “todoterrenos grandes” como el Toyota Land Cruiser, que además de tener tracción en las cuatro ruedas posee una caja de cambio reductora, fundamental para lidiar con las dunas. “Los roban muchísimo, incluso en el norte de España”, apuntan. Su valor ronda los 70.000 euros. Otros como el BMW X6 o el Range Rover “son coches potentes pero no van bien en la arena”.

Estas bandas suelen usar una llave maestra para activar el sistema de arranque eléctrico de los vehículos. Se encargan de prepararlos. “Normalmente les quitan los asientos traseros y les tintan los cristales”, pero también pueden sacar el sillón del copiloto, lo que les obliga a colocarles una barra de hierro para proteger al conductor de la pesada carga.

Aquí calcular el volumen de ingresos del grupo de cacos es harto difícil, porque depende del servicio que preste. A veces no venden los 4x4, sino que los alquilan y ellos mismos los almacenan. Puede darse en algunos casos que una organización que esté aliada con otra le deje sus coches disponibles para ahorrar costes.

La operación Barros, el 1 de julio, acabó con la intervención de varios coches y 6.700 litros de gasolina.
La operación Barros, el 1 de julio, acabó con la intervención de varios coches y 6.700 litros de gasolina. / Rafa del Barrio

El narcoembarcadero

La embarcación semirrígida precisa de ser remolcada con un camión desde el punto de fabricación al narcoembarcadero, donde será botada. La maniobra para colocarla en el agua requiere al menos de “un semirremolque de 14 ó 15 metros, un tractor y un guía para echarla al agua”. Solo para esta operación se necesitan a cinco o seis personas.

La Benemérita detalla que el propietario de uno de estos narcoembarcaderos de Málaga “llegaba a botar dos al mes; por cada una cobraba 30.000 euros”.

El mecánico naval

Este experto pone a punto la narcolancha antes de la botadura, pero también puede realizar su tarea en la mar. Esto último cada vez es más frecuente, puesto que estas embarcaciones rara vez regresan a tierra una vez que son utilizadas, debido a “la presión policial”.

Las fuentes consultadas no especifican cuánto puede llegar a percibir el mecánico naval, pero “no tendría sentido que cobrara más de 40.000 euros, que es lo que suele costar cada uno de los motores de las neumáticas, puesto que, si se estropea, la organización compraría otro nuevo”. No obstante, si tiene que exponerse y salir al mar, “el pago será importante por el riesgo que corre”.

Suministradores de combustible

El repostaje de las narcolanchas suele hacerse en el agua, “en la costa, con embarcaciones de recreo, pesqueras u otra semirrígida que le acercan el combustible”. Estas labores son ejecutadas por entre tres y cinco personas. “Estos pueden llegar en furgoneta a la costa, tiran las garrafas a la neumática y salen corriendo”. Lo habitual es hacerlo cerca de un espigón o de un puerto, donde la narcolancha pueda fondear sin escollos.

Los encargados del suministro pueden ser miembros de la banda de narcos pero también de otras corporaciones dedicadas a esta tarea específica. Su modus operandi varía. Unos pueden ir con distintos vehículos de gran tonelaje a una estación de servicio, llenar el depósito y luego vaciarlo en un lugar discreto para rellenar garrafas o bidones. Otros, directamente y como ocurrió en la macroperación Colón de Huelva, están directamente compinchados con los propietarios de las gasolineras, que les dejan repostar lo necesario cada vez que lo demanden.

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