Día de Todos los Santos: La vieja costumbre que acompaña al Cementerio de La Soledad
Huelva/Día de Todos los Santos, víspera de Día de los Difuntos, fechas en las que el Cementerio de La Soledad de Huelva tiene más compañía, la jornada en la que las calabazas de Halloween se transforman en flores con las que honrar a los que ya no están. En tumbas, nichos y Jardín de las Cenizas acicalados con colores que dan forma material al recuerdo, que siempre está en las mentes.
Año 2022, nuevos tiempos y nuevas costumbres por las que las incineraciones mantienen su tendencia creciente sobre los enterramientos. Cambios que ha vivido en primera fila Shary, desde la floristería que lleva su nombre situada a las puertas del camposanto. "Lo de venir al cementerio es una tradición antigua, la juventud tiene otra mentalidad", afirma la florista en plena actividad. El público se aglutina buscando flores, hay mucha actividad "desde los días 28 y 29", añade.
Da testimonio de que la gente "no viene con tanta asiduidad", según su experiencia las visitas permanecen entre las personas de más edad y entre los que tienen menos, "cuando se les muere alguien, se acabó". Su filosofía personal es que "la muerte es un capullo de seda y en ese momento sale la mariposa, pensar esto redime del sufrimiento".
La mañana avanza y con ella aumenta el número de deudos que acuden a La Soledad. Es el caso de la familia Fernández, formada por el matrimonio y tres hijos que vienen a preparar la tumba del abuelo. El cabeza de familia cuenta que su suegro falleció hace dos años y que esta visita les da "tranquilidad", pero pide amablemente que no aparezca la imagen del desaparecido, "es una costumbre gitana, todos lo dirán".
En el cementerio de la capital onubense muestran una gran fidelidad a esta costumbre de honrar a todos los suyos que ya se fueron, familias y familias completas que se aglutinan alrededor de esa morada final.
En el panteón familiar está Félix Martín junto a su hijo fregona en mano, allí reposan sus suegros, sus cuñados, así como sus padres en una tumba cercana. "No se viene tanto como se debiera", lamenta pese a que él al fin y al cabo mantiene esa tradición. Al camposanto va "de vez en cuando y en los días señalados", como son los corrientes. Hace décadas que comenzaron a dejar este mundo sus familiares, primero los hermanos de su esposa y entonces "anda que no iba a venir mi suegra diariamente". Respecto a su decisión llegado el caso, le da "yuyu pensar en eso".
Los homenajes íntimos y privados se suceden por todos los puntos y en esas está Juan Antonio, procedente de Punta Umbría para dejar flores en los nichos "de mis dos abuelos que no conocí". Luciano, padre de su padre y Juan, padre de su madre. "Mi madre me hablaba de él como de una persona maravillosa y siempre he tenido la pena de no conocerlo".
Junto a su progenitora aprendió a quererlo ya muerto sin haberlo conocido en vida, visitando en su compañía al abuelo Juan, que reposa junto a la bisabuela de este nieto fiel, llamada Rita. "Quiero llevármelos a Punta Umbría, entonces no pudieron enterrarlo allí y no quiero que llegue un día en que no venga nadie a verlos". En su camino de vuelta busca la tumba de William Martin porque él conoció "al pescador que lo encontró" en la puntaumbrieña playa de La Bota, un personaje que también forma parte de ese episodio histórico y apasionante en torno a la operación Mincemeat. La encuentra, adornada con unas sencillas flores y una pequeña bandera de Gibraltar en uno de sus esquinas.
Mientras, la actividad prosigue entre los que llegan con los ramos en la mano, trasladan las escaleras para llegar a los nichos más altos y limpian con mimo estos pequeños templos del recuerdo. Un ambiente tranquilo en el que generaciones más jóvenes llevan allí a sus mayores, a los que se les escucha iniciar conversaciones como "Mi abuela era mucho de...", "Él lo dejó todo preparado para...".
Ana, su hija Elena junto a su marido e hijos, van a cambiar las flores de su marido y padre, fallecido en 2008. Es un ritual que cumplen con agrado, un momento de unión familiar de presentes y ausentes que en el que, al preguntarles lo que sienten, madre e hija contestan a la vez: "paz".
Los ramos salpican también el espacio dedicado al Jardín de las Cenizas, calles con nichos a cada lado están cuajados de flores nuevas aunque también las hay ajadas. Días de recuerdo en los que La Soledad recibe más compañía de los vivos.
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