Diálogo por la paz desde Huelva entre rusos y ucranianos
Jane, Sergey, Alejandro, Tania, Olga y Nadia cuentan en ‘Huelva Información’ cómo viven el conflicto desde la distancia
Intercambian opiniones y los relatos de sus familiares durante la guerra
Huelva/Poco menos de un minuto transcurre hasta que Jane y Sergey, naturales de Rusia, abren su corazón a sus nuevos amigos ucranianos Olga, Tania, Alejandro y Nadia. Todos residen en Huelva (con una población de 128 rusos y 930 ucranianos) y se han encontrado en Huelva Información para intercambian sus pareceres sobre la guerra en Ucrania y para desgranar los testimonios que les llegan desde sus familiares.
Jane y Sergey son nombres ficticios. Son dos jóvenes que llegaron a Huelva por asilo político tres meses atrás. Apoyaban al considerado líder de la oposición en Rusia, Alekséi Navalni, y se han visto obligados a salir de Rusia "porque el Gobierno actual nos perseguía". Por ello, prefieren no dar sus nombres reales ni mostrar sus rostros en las fotografías. "Pese a estar acogidos por Cruz Roja a más de 7.000 kilómetros tememos por nuestra seguridad", aseguran.
Este relato “estremece” a Nadia y a su hija mayor, Tania, que escucha la historia de Sergey y Jane justo al lado de esta última. Madre e hija no pueden contenerse e interrumpen a sus nuevos amigos rusos. “Putin es un imperialista que quiere controlar Ucrania. ¡Es un loco del poder y es ya más una cuestión personal que de países!”, lamentan.
Alejandro asiente, toda vez que remarca que no entiende el ataque de Rusia en este momento, pues él achaca la invasión a la disconformidad de Putin con una posible entrada de Ucrania a la OTAN, "algo para lo que quedaría mucho tiempo en caso de ser posible". Igualmente, añade que desde Defensa el mensaje que se les transmitía a los ciudadanos hasta hace pocos días era de "tranquilidad". "¡Por Dios!", exclama Aleksander mientras se lleva las manos a la cabeza, "Putin es mala persona y ahora tenemos mucho miedo porque su grado de enfado va a determinar las represalias que pueda sufrir Ucrania".
Sergey
"La sociedad rusa no es mala. El 90% de nosotros estamos en contra de la invasión”
Sergey prosigue su historia y explica que tuvo que "cambiar tres veces de residencia y de teléfono móvil" para evitar ser localizado. Tanto él como Jane tienen familiares a ambos lados de la frontera entre los dos países. Sin embargo, entre núcleos familiares la comunicación se antoja "difícil", dado que "las conexiones entre países pueden estar bloqueadas durante largos períodos de tiempo, por lo que no consiguen hablar entre ellos".
Nadia, sabedora del escenario político en el país ruso, reconoce que la opresión hacia aquellos con opiniones contrarias al Gobierno de Putin es "brutal". Por ello, comprende que "las personas rusas no quieran colaborar con las ucranianas", pero clama contra algunos rusos que viven en Huelva o cerca de la provincia que "no muestran su rechazo a Putin". "No entiendo cómo a tantos kilómetros pueden sentir ese miedo y afirmar estar de acuerdo con la invasión", sostiene.
Sergey y Jane, visiblemente afectados por la experiencia personal de Nadia, argumentan que "no queremos que los ucranianos penséis que todos los rusos son malos. El 90% no apoya a Putin", una afirmación con la que Olga, Tania, Alejandro y Nadia aseguran estar de acuerdo.
Olga procede de Ternópil, a casi 400 kilómetros de Kiev, pero vive desde hace 14 años en Huelva junto a su marido y su hijo. La guerra que ha iniciado Rusia no le deja dormir y clama por "ayudas para Ucrania" de terceros países, "pues somos un Estado pequeño y pobre y no estamos preparados para esto". En Ucrania tiene a su hermana, que vive escondida con su hija en un sótano. Las llamadas de madrugada por el "miedo" que le inflige el vuelo de los cazas rusos se han vuelto "una constante".
A casi 130 kilómetros de Ternópolis se encontraba la familia de Nadia, ucraniana que, casada con un español, vive en Huelva desde hace 21 años. La hermana y los sobrinos de Nadia residían hasta el estallido del conflicto bélico en Leópolis, pero se han visto obligados a abandonar esta ciudad por "ser una zona que puede atraer el bombardeo ruso". La madrugada del jueves, su hermana oyó como resonaban las bombas y vio como los cristales de las ventanas se hacían añicos a causa de "misiles que impactaron contra un antigua base militar de helicópteros cercana". El "llanto" y la "desesperación" pronto se mezclaron entre la hermana de Nadia y sus vecinos. No había otra alternativa que huir de la ciudad.
A la hermana de Nadia se le presentó la opción de emigrar a República Checa, donde vive su prima, pero se preguntaba "¿cómo voy a dejar el país y dejar a mi marido aquí"?. En este sentido, conviene recordar que los varones adultos de hasta 55 años no pueden salir del país por la imposición de la Ley marcial, mediante la cual todos los civiles se convierten en militares.
Es lo que le hubiera sucedido a Alejandro, de no ser porque "parece que en Ucrania perdieron mis archivos del momento en el que yo era oficial en el Ejército". De ello Alejandro no puede evitar alegrarse porque "soy una persona pacífica, no puedo enfrentarme a otros militares o al pueblo ruso, más aún cuando parte de mi familia vive en la frontera de Rusia".
La hermana de Nadia declinó trasladarse a República Checa y reside ahora en una casa familiar en un pueblo a 80 kilómetros de Leópolis. Allí "todo está cerrado, a excepción de las tiendas de comestibles y las empresas públicas de agua, gas y electricidad", relata Nadia. En el itinerario que siguió su hermana para estar en un lugar "más seguro" se topaba, a menudo, con unas marcas en forma de círculos en puntos estratégicos, véase puentes y edificios. Las mismas, según el Gobierno ucraniano, "son realizadas por infiltrados rusos o por ucranianos a los que les pagan por ello" y, tal y como recuerda Nadia, "no son fake news, nos piden que las borremos o las tapemos. De hecho, ayer mi hermana presenció la detención de dos jóvenes de unos 18 años que realizaban tales pintadas".
Nadia
“Nos rompe el alma. Cada año que voy a Ucrania me renuevo, tengo allí mi corazón”
El “infierno” que viven sus compatriotas produce en Nadia “una terrible impotencia”. Asegura que “ojalá pudiera ir y estar con los míos, vivir una guerra a distancia es un horror”, al tiempo que añade que “todos los que estamos en otros países hemos hecho nuestra vida, pero tenemos nuestro corazón con nuestras raíces”. Una lágrima brota de su mejilla. Nadia no puede contener más sus emociones. Toma aire y, con una voz rota, subraya que “nos rompe el alma. Cada año que voy a Ucrania, me renuevo”.
Por su parte, Alejandro nació en Crimea en 1991, pero vive en Huelva desde hace siete años junto a su esposa, con quien comparte un negocio de fitness. "Vinimos aquí porque la situación en mi país ya era muy cruenta en 2015 y aprovechamos que mi mujer tenía familia en Huelva".
La madrugada del jueves, momento en el que da comienzo la invasión rusa, Alejandro se despertó con su teléfono móvil repleto de mensajes de amigos que le enviaban "vídeos de aviones cazas sobrevolando sus casas". Rápidamente, sus manos fueron hacia el botón de encendido del televisor y las imágenes de la devastación en varias zonas del país le confirmaron que la guerra era inevitable.
Alejandro señala que su familia reside en Crimea y que muchos de sus amigos han tenido que dejar atrás Kiev para vivir en "casas de particulares en zonas alejadas de la capital por miedo a que sus viviendas se derrumben". El joven ucraniano vive el conflicto con "tensión y ansiedad", pues su entorno le transmite lo sobrecogedor que es "sentir que un misil puede caer en una zona cercana a tu hogar".
Dos horas después de conocerse, Sergey, Jane, Olga, Nadia y Alejandro manifiestan sentirse "reforzados". Sus historias, con muchas similitudes entre sí, se entretejen para confeccionar un relato conjunto de cómo los ciudadanos de a pie sufren una guerra cruel. Su siguiente parada era la Plaza de las Monjas, donde centenares de ucranianos y onubenses les esperaban para lanzar un grito común de "No a la guerra".
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