"He grabado con el mismo interés en la Plaza de las Monjas que en Bagdad"
ENTREVISTA A MANUEL OVALLE | REPORTERO GRÁFICO
Cierra en Huelva una trayectoria de 47 años en TVE en los que ha informado de 141 países, 15 guerras, cinco golpes de Estado y de acontecimientos felices como el Mundial de Sudáfrica
Huelva/Se acaba de jubilar como el reportero gráfico más veterano de todas las televisiones españolas. Su trayectoria en TVE comenzó en 1974 como auxiliar de cámara y ha terminado en Huelva adonde afirma una y otra vez que “tenía que haber venido antes”.
–En su labor informativa ha recorrido 142 países, ha cubierto quince guerras y cinco golpes de Estado, bombardeos... ¿cómo es que aterriza en Huelva?
–Vine a hacer un reportaje en 2014 sobre una historia social y me enamoré de estas gentes, de esta luz... Le dije a mi jefe que había conocido una zona maravillosa y además no había informador gráfico, así que en 2016 me dieron la corresponsalía de TVE en Andalucía Occidental. Aquí he realizado cerca de 1.400 reportajes que nada tienen que ver con lo que hacía, pero con el mismo interés he grabado una manifestación en el centro de Bagdad que en la Plaza de las Monjas con ocho personas.
–Con motivo de su reciente jubilación sus compañeros del centro territorial de TVE en Andalucía le hicieron una entrevista en la que afirmaba que iría allá donde estuviera la noticia. Algo falla aquí, ¿no?
–Todavía no me entra en la cabeza que haya una noticia por aquí y que yo no me acerque a verlo e incluso grabarlo y regalárselo a alguien. A mí me manda una productora de Madrid un equipo si quiero y a lo mejor, si hay una historia grande, lo haré.
–¿Por qué se deja marchar tanto talento?
–Se ha llegado a un acuerdo por el que las personas que hayan cumplido más de 65 años tienen que dejar la casa. Según el convenio colectivo, antes de marchar debíamos formar a jóvenes que llegaran, pero éstos no han entrado. En TVE ya no somos Manolo Ovalle ni José Ramón Patterson [también jubilado recientemente], sino números. Una pantalla de teléfono me ha dicho que me desvinculo después de 47 años, no me ha llamado una persona ni me han convocado en un despacho. Me parece una falta de respeto, es como el sexo frío.
–Ha manifestado que la televisión actual no es como la que conoció. ¿Qué ha cambiado más, la sociedad, el periodismo, ambas?
–Ha cambiado la forma de informar porque con un móvil la gente se considera periodista o reportero gráfico, pues no. El periodista tiene que ir al lugar de la noticia, contrastarla y ser riguroso y transparente. No me sirve que me envíes una imagen que dan todas las televisiones. No, vamos a ir a Siria e informar como toda la vida, estar con unos y con otros y ser neutrales. Ahora mandan imágenes o audios y ya no tienes ni que preguntar, esa es la forma de informar que no debe ser. Hay que ir allí, no por videoconferencia, Skype o Zoom.
–¿Es entonces una cuestión de dinero?
–Los empresarios quieren reducir costes. Un enviado especial costaba dinero, por ejemplo en la guerra de Iraq sólo el seguro de vida suponía al día 700 euros por persona y éramos tres; los hoteles, aunque no tengan agua ni luz cuestan una fortuna porque no hay otro sitio. Hoy día eso sólo se lo pueden permitir los grandes canales americanos. Lo último fuerte que cubrimos en TVE fue en 2011 la caída de Gadafi en Libia, que me tocó a mí. En Portada suponía 12 días de rodaje y ahora seis; Informe Semanal antes eran cuator días de rodaje en una ciudad española, ahora un día o día y medio. Es triste pero es la realidad.
–Usted ha llevado el deber de informar hasta las últimas consecuencias al poner su vida en riesgo. ¿Considera que esa labor informadora está suficientemente valorada?
–No se valora y a veces molestamos. ¿Cuántos compañeros han caído por querer informar? Es una profesión de riesgo, pero hay que ir al lugar, informar y poder salir. A veces regresas y piensas que no has podido hacer nada por solucionar esa miseria que has dejado atrás. Pero la profesión da lugar a que gracias al reportaje realizado se solucionen cosas y se vean. Somos como el ojo del mundo en ese lugar en el que ocurren cosas y por eso nuestra profesión es importantísima. En Tirana, nos dijeron que había una calle en la que podían estar vehículos de alta gama desaparecidos en Europa. Allí, una persona me encañonó por detrás y me dijo: “¡Go!” [Vete]. No pegó el cerrojazo, ya había grabado algunas imágenes y tuvo la poca habilidad de no quitarme la cinta. Gracias al reportaje que se emitió en Informe Semanal, que sepamos se recuperaron dos vehículos.
–¿Cuántas veces ha pensado, de aquí no salgo?
–Muchas. Quizá la ocasión más fuerte fue en el Kurdistán, junto a Almudena Ariza, actual corresponsal de TVE en París y el compañero sonidista Miguel Ángel, recientemente fallecido. Los kurdos nos citaron a más de 40 periodistas porque iban a hacer una ofensiva los iraquíes. Había que ir a las cuatro de la madrugada y yo dije que no, que tenía que ser cuando fuera de día. Era la primera guerra a la que iba Almudena Ariza y ante esta negativa se puso muy nerviosa. Le expliqué que si tenía que encender una luz, el primer tiro lo recibía yo y si había campos minados podíamos salir por los aires. Salimos al amanecer y venían pick ups de vuelta con heridos. Se había producido fuego amigo y de los más de treinta periodistas que acudieron, murieron 28. La noche anterior había cenado con el camarógrafo de la BBC y recogí su cámara manchada de sangre, sabíamos que era la suya porque había quedado su mano en la empuñadura. Al regresar al hotel, Almudena me abrazó y me dijo: “Cabrón, nos has salvado la vida”. Fue una intuición, llevaba unos cuantos conflictos a mis espaldas.
–¿Ha sentido alguna vez que no le quedaba nada por ver?
–Soy un privilegiado porque he conocido a otras gentes, otras culturas y otras costumbres en estos 47 años. Sin embargo, me quedaba un punto de la Tierra al que no iba nadie: al Polo Norte geográfico. Fui con una expedición de Al filo de lo imposible y la Escuela de Alta Montaña del Ejército de Jaca para rememorar los cien años de que Amundsen alcanzara la Antártida. Se lo propuse de Baltasar Magro, de Informe Semanal, porque es para lo que tiene que estar la televisión pública y había dinero para hacerlo. Hablé con Sony Japón y me dijeron que las cámaras aguantaban a -20º aunque estuvimos hasta a -46º. Llevé una cámara de vídeo sin componente mecánico, le hice una funda especial y conseguí que Pescanova me dejara una cámara frigorífica a -27º para probar. Crucé los dedos y marchamos, la primera vez que había una cámara en ese lugar, mandamos la primera crónica vía FTP, en 1999. Las baterías las llevaba en un lugar del cuerpo determinado. El catedrático Eduardo Pisón me dijo: “Manolo, marca una circunferencia donde marca el GPS que es el centro de la Tierra”. Tras pintarla y caminar alrededor de ella me dijo: “¿sabes que acabas de dar la vuelta al mundo en 15 segundos?”. Ah, y me llevé pimientos del Bierzo de la huerta de mi abuelo José. ¿No se lleva Pedro Duque alubias de Tolosa al espacio?
–En el confinamiento todos vimos imágenes inéditas de una ciudad vacía, ¿qué sensaciones le producía ese escenario?
–He vivido confinamientos y sobre todo toques de queda, estados de sitio en conflictos. Tomé imágenes de la ciudad de Huelva vacía totalmente, como todos los profesionales gráficos que hicimos esa memoria histórica. Una vez fuimos a hacer un reportaje al Andévalo porque la Guardia Civil había repartido unos medicamentos y esas carreteras me recordaban a las de los países en conflicto en los que he estado. Había muertos pero el enemigo era invisible. En las guerras que yo había conocido te salen unos tíos con un arma en el check point y aquí no salía nadie. Diferente en todos los aspectos porque en una guerra no hay luz, internet, agua, comida, nada... y la gente está en un refugio. Pero en el confinamiento las calles estaban vacías y era muy triste.
–Con tantos países como ha conocido, ¿realmente somos tan diferentes unos de otros?
–Las culturas son diferentes pero el ser humano es maravilloso en todos los países, con unas costumbres que hay que respetar. Siempre que vayas a un país, haz lo que vieres, no puedes llegar y llevarte en la maleta jamón. He tenido la gran suerte de comer, dormir, beber y vivir o malvivir con los yanomamis en el Amazonas y era feliz comiendo capibaras, un roedor que pesa hasta 60 kilos. Miguel de la Quadra Salcedo y yo nos poníamos ciegos.
–Usted cubrió el terremoto de Haití (2010) y grabó unas imágenes en las que se podían ver cadáveres reducidos a escombros que se vertían en fosas. Naciones Unidas tomó cartas en el asunto y esas víctimas recibieron un enterramiento digno. ¿Es su mayor satisfacción profesional?
–He grabado muchas imágenes, pero en este caso lo hice con un sentimiento de indignación. Llegamos a Puerto Príncipe un día después del terremoto, con 316.000 muertos. A los cinco días le dije a la conductora que siguiera un camión, que nos llevó a unas fosas comunes. Transportaba escombros y amasijos de hierro y entre ellos había cadáveres. Al vernos, los operarios nos amenazaron pero las imágenes dieron la vuelta al mundo y Naciones Unidas le dijo al Gobierno de Haití que enterrara a los muertos con dignidad. He contribuido a algo fundamental en estos 47 años, me doy por satisfecho. Esas personas no murieron por violencia, estaban sentadas en sus casas y se les cayeron encima por el terremoto, pero la máquina cargó todo lo que veía y eso para mí es muy cruel. Hay una imagen de una chica que parece que no quiere entrar en esa fosa, se queda y viene una retroexcavadora... Todavía me pone los vellos de punta.
–¿Qué destacaría de su etapa profesional en Huelva?
–Haber ayudado a ciudadanos que venían a trabajar a los asentamientos, que no tenían donde dormir porque contaban con algún dinero para pagar una casa que nadie les alquilaba. Personas que viven entre plásticos, cartones y palés donde se prende fuego cada dos por tres. He ido con mi cámara para denunciar la situación paraque las autoridades tomaran nota y entre toda esa gente encontré a un chaval que pintaba cuadros dentro de su chabola. Ahora vende muchos gracias a ese reportaje social que hice y tiene como padrino al pintor Enrique Santana, que le ha ayudado mucho. Ya no duerme en una chabola, sino en una casa con cuatro personas más. Quizás haya empezado una nueva vida. Eso está bien ¿no?
Una trayectoria apabullante del noroeste al suroeste
Manuel Ovalle es natural de Ponferrada, capital de la comarca berciana que trae anualmente a Huelva con la cada vez más popular Fiesta del Botillo. Luce en la muñeca un reloj regalo del excapitán de la selección española de fútbol Carles Puyol, al que conoció en el Mundial de Sudáfrica, que cubrió para TVE junto a Silvia Barba.
Allí fraguó amistad con jugadores y el seleccionador, suyas son las imágenes en el avión de vuelta con el trofeo en las que Pepe Reina gastaba sus habituales bromas con Íker Casillas y Sara Carbonero como protagonistas.
Toda una reina, Letizia, se paró a saludarle en Almonte. Junto a ella realizó, entre otros, reportajes por el vertido del Prestige en la gallega Costa da Morte. Durante la entrevista, recibió la llamada de su colega José Luis Márquez, cámara de Arturo Pérez-Reverte y autor de la impactante secuencia del estudiante chino ante un carro de combate en las revueltas de Tiananmen.
Su paso por Cuba lo convirtió ya para siempre en fumador de puros habanos y esta ligazón con el país caribeño propició que presentara a la cantaora Argentina y a Elíades Ochoa y su posterior colaboración artística. Son pinceladas que desarrollará en una biografía que saldrá en unos meses. La intuición le salvó la vida y le trajo a Huelva, donde le esperaba el amor junto a María, por ella aquí se queda.
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