Epitafio para la Palmera
Huelva de ayer a hoy
Un holograma hasta ser repuesta Si va a tardar la llegada de otra y ahora que estamos con las luces navideñas, un holograma sería un recuerdo en estos días que la haría permanente
La Feria, en la plaza del antiguo Mercado del Carmen de Huelva
Al abrir el balcón la mirada se fue calle La Fuente abajo buscando a la Palmera y no, no estaba ya. ¿Quizás esperaba algún tiempo más? No era posible, desde que hacía unos días apareció todo su entorno acotado con cintas de la Policía Local, con una patrulla permanentemente a pie de ella, sabíamos que de alguna forma era una escolta de honor en el final de nuestra Palmera. Aventurábamos todos lo que le iba a ocurrir, aunque ni nos atrevíamos a preguntar. Sin ella se irían al fondo de un baúl tantos recuerdos de esta ciudad que hemos compartido en el trasiego del ir y venir desde la plaza alta de San Pedro a la baja de las Monjas. Mientras estuviera viva permanecerían vivos tantos días.
Todos conocíamos lo que ocurriría, en estos últimos días las miradas se dirigían hasta lo más alto, a ese cielo azul de Huelva que nuestra Palmera acariciaba, cosquilleando para sacarle esa sonrisa de alegría que es la luz del Sur en nuestra ciudad.
Estaba vez iba en serio, desde el domingo 23 de octubre por la borrasca ‘Bernard’. Durante tantos años la hemos mirado balanceándose al viento que por esas seis calles jugaban con ella, no era la Palmera encerrada en la que los más antiguos conocían como Plaza del Bacalao, por su forma entre las líneas de casa, la del alcalde Quintero Báez, compañera siempre con las Tres Calles. Ahora son seis, La Fuente, Puerto, Tres de Agosto, Palos, Jesús de las Penas-Vía Paisajista y Pablo Rada.
Así que nuestra siempre coqueta palmera se abrió a esta Huelva del futuro que desde la avenida de Andalucía llega al corazón de la ciudad, a este punto. Un nuevo trazado que marcaría su presencia en un alcorque tangente al espacio peatonal. Vendría a definir y personalizar aún más el espacio, a convertirse en un referente más onubense si cabe desde los ochenta.
La Palmera, dicen que tendrían 130 años que conoció tres siglos, guerras y tiempos de gloria, procesiones, con la Borriquita a su paso o llegada la primavera florida la carroza del Simpecado rociero de Huelva, incluso el rodaje de películas como El hombre que nunca existió. A pesar de su edad se rejuveneció cumplido su centenario por esa Huelva joven que al abrirse esta zona para ellos era siempre La Palmera, el lugar punto de encuentro, reunión de los fines de semana. Los más bisoños en sus primeras tardes de los viernes quedan aquí para dar unas vueltas por el centro y tener a los padres intranquilos, pero eso es ley del tiempo que corre inexorablemente.
Sí, La Palmera se convirtió en punto de cita para jóvenes, cuando ya lo era de mayores: “Nos vemos a las nueve”. Ahora con las obras de peatonalización el espacio de plaza se ensanchó hasta la acera que antes era la del Pechuguita. Sí, son muchos los establecimientos en el recuerdo de este entorno Plaza del Bacalao y Tres Calles, pero eso será para otro día, hoy queremos hablar del espíritu onubensista de la Palmera.
Esta ciudad que no puede presumir de arquitectura o grandes museos, sí ha sabido tener referentes en los que valorar en positivo su autoestima. La Palmera es un icono, para algunos incluso más que la Plaza de las Monjas porque junto a ella vivieron su primera juventud. Es lo que me decía Jesús al conocer la noticia de su muerte anunciada. A todos les movía un recuerdo, los que estamos aquí o los que se encuentran fuera de Huelva en ese momento, como Edu que desde Madrid lamentaba el final que le esperaba.
Sabedores todos lo que un día más pronto que tarde iba a ocurrirle. Cuántas veces nos preocupaba verla balancearse y llegar a inclinaciones que nos hacían santiguarnos para que si se cayera no cogiera a nadie.
La cinta y la escolta de la Policía Local presagiaban el final, es como si se le hubiese sedado para su eutanasia. Cada onubense que pasaba quería recoger ese último momento entre nosotros, una y otra foto… hasta selfie, aunque no fáciles de hacer por su altura. Esta última noche del viernes, que en las últimas décadas era la noche en La Palmera para la cita joven, fue muy especial, de despedida, incluso de emoción. Dijimos adiós tras una última cerveza mirando a la Palmera.
La amenaza de la llegada de otra borrasca y el mal estado interior que los técnicos de parques y jardines dicen le había dejado la anterior aconsejaban sacrificar la Palmera.
Esperemos que pronto la repongan con un ejemplar igual y con prestancia de altura, será un nuevo tiempo, hay chavales que recordaran que ellos conocieron la antigua Palmera, la Señora Palmera de Huelva, y otros nacerán a un nuevo tiempo que se irá contando con nosotros como estos últimos 130 años.
Si va a tardar su plantación y ahora que jugamos con las luces navideñas, en las calles e iluminando fachadas, propongo un holograma de la Palmera hasta que sea repuesta.
Tras la mirada por el balcón de casa bajé hasta La Palmera, solo estaba su espacio pero mantenía el espíritu de su presencia, todo limpio, solo unas agujas de sus palmas sobre el adoquín de la calle. Las cogí y se las ofrecí a Leonor, para guardarlas junto a esas otras que conservamos de cada Domingo de Ramos.
En ese momento el móvil me ofrecía en su noria matinal una foto estilizada del viernes, la última hecha a la Palmera, como permanente recuerdo, con nuestro adiós.
Aquel ambiente
He intentado, en esta acuarela de impronta, reflejar aquel ambiente tranquilo, sereno y noble, de aquella Huelva que hoy se nos va poco a poco de la mano, para dar paso a otra Huelva moderna que también nos gusta. Así somos. ‘Rincones de Huelva’ por Gustavo C. Rey
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