“En España hay un grave problema con el etiquetado nutricional”
Marián García, @boticariagarcia. Farmacéutica y divulgadora científica y sanitaria
La bloguera, embajadora del Día Mundial de los Frutos Rojos, cree que una mejor información puede ayudar a las personas a alimentarse mejor en un país que tiene ya un 40% de obesidad infantil
Google tiene una cosa divina y es que encuentras lo que buscas. Lo-que-bus-cas. Eso quiere decir que si buscas, por ejemplo, “manzana cera tóxica” aparecerán foros, debates y vídeos sobre una supuesta capa venenosa que cubre las frutas. O si buscas “dolor de pecho infarto” saldrán informaciones, en muchos casos de prestigiosos sitios web, sobre la relación entre el dolor de pecho y el corazón, y aunque lo que tengas sea una contractura tomarás una aspirina porque, dice un foro, la pastilla previene contra una parada cardíaca que probablemente no tendrás nunca. Y no precisamente por la aspirina.
Marián García es farmacéutica. En 2015 regentaba una botica en un pequeño pueblo de Cuenca, Villaescusa de Haro, y además de dispensar medicamentos hacía, como todos los boticarios, de consultora. Pero sufría una dura competencia: el "Doctor Google" hacía continuamente de las suyas y era incluso capaz de desacreditar sus consejos. “Nada más salir por la puerta, el cliente sacaba el móvil y buscaba en Google si lo que le había aconsejado era o no era bueno”. Y, claro, Google encuentra lo-que-bus-cas. Cansada de hacer de infructuosa asesora, decidió unirse al enemigo y crear su propio blog, desde el que empezó a desmontar bulos y mitos sobre salud y alimentación y que rápidamente se convirtió en una referencia para miles de internautas gracias, cosas de la vida, a un excelente posicionamiento en el buscador de la gran G. Torpedo en la línea de flotación, señor. El agente se ha infiltrado correctamente en las líneas enemigas.
Marián, doctora en Farmacia y graduada en Nutrición Humana y Dietética y en Óptica y Optometría, cambió la farmacia rural por la divulgación científica y sanitaria y ahora es Boticaria García. Un alter ego, como Supermán, desde el que lucha por hacer de España un país más sano inculcando, de manera divertida y sin grandes ni aburridos alardes científicos, el gusto por una buena alimentación y el cuidado de la salud. Interfresa la ha escogido como embajadora de su primer Día Mundial de los Frutos Rojos y ella, encantada -los adora- ha venido a Huelva a descubrir cómo y qué se hace con el cultivo más internacional de la provincia.
-¿Después de tantos años comiéndolo y ahora resulta que el jamón York no existe?
-No existe. La palabra ‘york’ no esta en la legislación alimentaria española. En la categoría de las carnes procesadas hay una que es la de jamón cocido extra, que es la de mayor calidad (más de un 90% de jamón) y después están las de peor categoría, el fiambre, con un 50-60 por ciento. Cuando se trata de jamón cocido extra la etiqueta lo indica perfectamente, pero cuando aparece ‘york’, no es nada. Solo fiambre. Es una paradoja más de las muchas que tenemos con los alimentos. En España hay un grave problema con el etiquetado nutricional. Por ejemplo, en los quesos puede ocurrir lo mismo. Existen quesos que no son quesos. En el supermercado te puedes encontrar con productos en los que se puede leer ‘fundido’, ‘gratinar’, pizza’... pero nunca la palabra queso. Y si no lo pone es porque no lo es: se trata de una amalgama de grasa a la que le ponen sal, azúcar y aditivos y lo cuelan como queso. Por eso es muy importante aprender a leer etiquetas. Ahora que estamos a vueltas con el Nutriscore, que parece que es lo más importante del mundo, hay que recordar y tener muy claro que la alimentación saludable se realiza a partir de alimentos que precisamente no llevan etiquetas. Hay que comer frutas y verduras, y esas no llevan Nutriscore. Deberíamos consumir siempre alimentos frescos, pero claro, el mundo va como va y a veces no queda más remedio que aprender a leer etiquetas.
-El mundo va como va y a veces parece que comer sano requiere un esfuerzo extra que mucha gente no asume o no puede asumir aunque quisiera. ¿Tan difícil es?
-No es tan complicado. Tenemos esa percepción, pero lo que falta es información para saber organizarte. De hecho, acabamos de pasar unos meses de confinamiento en los que hemos aprendido a hacer la compra cada quince días, y hemos visto que se puede aprender a comprar, mantener, congelar y un montón de cosas más con los alimentos frescos o con las conservas saludables. A lo mejor solo se necesita un poquito más de información en la parte práctica, para que la gente aprenda cómo manejar e introducir estas frutas y verduras en su día a día sin necesitar que invertir tres horas en la cocina o un dineral en la tienda.
-Quizás el ritmo de vida diario de la mayoría de las personas, sobre todo en las ciudades, no ayuda…
-Es cierto, pero sin embargo estamos en un momento muy bueno para cambiar. Por un lado es verdad que vivimos en la sociedad de las prisas, pero por otro estamos en un punto en el que la gente quiere cuidarse. Vivimos un boom de lo sano, de lo healthy, y es una tendencia que hay que aprovechar, no para el postureo, sino para que realmente incorporemos estas formas de alimentación en nuestra vida diaria desde el punto de vista de la nutrición, no solo desde el gastronómico o el del deporte. No se trata de que me quede cuqui, sino de hacerlo bien.
-De este boom se benefician también la industria de la alimentación. Con tanto alimento etiquetado como ‘bio’ o ‘saludable’ casi no merecería la pena buscar más. ¿Son realmente sanos?
-Claro que no. Hay también aquí un gran postureo en torno a los alimentos supuestamente sanos, pero es que la legislación española en este punto es muy blandita, y permite que, no sé, que un muesli que lleve un 0,1% de quinoa o de espelta ya se considere saludable, aunque vaya acompañado de un montón de harinas refinadas y sea azúcar en un 30%. En ese sentido soy muy intervencionista. Creo que la ley debe presionar mucho más. Volviendo al tema del Nutriscore, es algo que la industria puede aprovechar para parecer que vende mejores productos, cuando en realidad no son tan buenos. Políticas como esta no son realmente efectivas si no van acompañadas de unas estrategias que enseñen que al menos la mitad de lo que comemos cada día sean frutas y verduras. Yo lo llamo ‘comer Portugal’: mucho verde y mucho rojo. Si a la gente le enseñas a leer etiquetas o les pones un semáforo pero no apoyas a las empresas que cultivan o producen frescos, que son los alimentos realmente saludables, lo que se hace es confundirlos y hacerles creer que consumir unas barritas energéticas es algo sano. Pues no: se está comiendo usted un 40% de azúcar. De cada dos barritas una es solo azúcar. Es una barbaridad y se etiqueta como algo saludable. Aquí tenemos un caballo de batalla muy grande, porque el marketing es muy poderoso, incluyendo las redes sociales. También perjudica el hecho de tener un escaparate tan grande como Instagram y dentro gente muy influyente recomendando determinadas cosas.
-Hablando de marketing, en sus intervenciones se hacen a menudo alusiones al surimi como un ejemplo de su influencia…
-El surimi es mi caballo de batalla personal. No porque comerlo sea malo, por supuesto que no. Cualquier producto que se compre en un supermercado es seguro. Lo que pasa es que el surimi no es lo que parece ser. Aparenta que es bueno para una dieta, que es saludable, que tiene muchas proteínas, etc. pero en realidad al final un porcentaje importante, muy importante del surimi es almidón, y el resto es fécula de patata, glucamato monosónico, sal, azúcar y un poquito de pescado hecho gel. Por mucha calidad que tenga, el mejor surimi no será nunca tan bueno como el peor pescado. Lo que hay que hacer es enseñar a la gente a… oye, a que coman pescado. Si tienen congelado, pues congelado (no todos tenemos la suerte de vivir aquí en Huelva y tener el pescado fresco a mano), pero que no te vendan la moto con que el surimi es buenísimo para las dietas o que es nutritivo porque no es así. El surimi es un símbolo de otros muchos productos que existen y que, cuando lees la etiqueta, no son lo que parecían. Al final ocurre que su sabor es muy potente, tu cerebro dice: ‘qué rico está’, y por eso gana.
-¿Cómo se combaten esos sabores, colores o formas tan potentes cuando hablamos de la alimentación de los niños?
-Con un poquito más de creatividad. Es verdad que una verdura rehogada no les va a gustar, pero sin embargo el brócoli, por ejemplo, si se lo das desde que son pequeñitos y lo haces salteado y rico, ya los vas iniciando en el sabor. Si a un niño desde pequeño le das salchichas, difícilmente vas a poder competir luego con unos guisantes, porque el sabor es mucho más potente. Si los inicias en los sabores de la fruta, la verdura y las hortalizas, se lo van a comer siempre encantados. Tengo una sobrina, que va a cumplir un añito ahora, y come arándanos como si fueran chuches. De hecho no come chuches. Y eso es porque la están educando en eso. Otra forma de ayudarlos muy importante es que no se coman lo que se les pone en la mesa porque sí, sino que sepan lo que se ha comprado e incluso cómo se ha cocinado. No digo que se haga con ellos la compra del mes -eso puede ser como darse un tiro en el pie-, pero sí llevarlos contigo de vez en cuando, acercarlos al mercado igual que los llevas al parque. Enseñarles la fruta, las verduras… Si tú a un niño le haces partícipe de la decisión, le das a elegir, le implicas en la cocina… el niño va a estar mucho más predispuesto. Claro que es mucho más fácil sacar una salchicha del pack, meterla en el microondas y listo, pero estamos hablando de un país que tiene ya unas cifras de obesidad infantil de en torno al 40%, que se va aproximando cada vez más a aquello que parecía tan lejano de los niños americanos, y que o tomamos cartas en el asunto y apostamos por la alimentación saludable, o lo vamos a pagar muy caro. Mira. Con la pandemia hemos visto que dependemos de nosotros mismos cuando las cosas vienen mal dadas, y creo que es el momento ideal para apoyar los cultivos nacionales y sostenibles. Apostar por lo nuestro y darles un empujoncito. Desde los colegios también: sería muy positivo que se hicieran excursiones al campo y que vean cómo se cultivan las frutas, las verduras, los cereales… Así las mirarán con otros ojos.
-¿Son los frutos rojos una buena forma de iniciar a los niños en el consumo de productos frescos saludables?
-Son una forma excelente. Como te digo, hay que educar el paladar de los niños ofreciéndoles la mayor variedad posible, pero es cierto que para un niño es mucho más seductora una fresa, un arándano o una frambuesa que, no sé, una pera conferencia, que es más fea visualmente. Es una alternativa muy cómoda, muy versátil y encima a los niños les encanta. Llevo muchos años divulgando las bondades de los frutos rojos y diciendo que son unas chuches naturales para los niños. Con enormes ventajas, además, por sus propiedades. Tienen un montón de antioxidantes, concretamente los polifenoles, que son estupendos para luchar contra los radicales libres. Como dice el plato de Harvard, cuantos más colores, mejor, porque en realidad cada antioxidante es diferente: los azules de los arándanos sin distintos de los rojos de las frambuesas o las fresas, y además hay que comer los verdes de las manzanas, de las lechugas o del brócoli… Se trata de darles toda la variedad, y tenemos la suerte de tener mucha y muy buena producción en España. Eso hay que aprovecharlo.
(Un momento, un momento. ¿Qué es eso del plato de Harvard? Se trata de una guía de alimentación saludable creada por expertos en nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard y los editores en Publicaciones de Salud de Harvard, que recomienda que, si cada día fuera un plato, habría que llenar medio con vegetales y frutas, un cuarto con granos y cereales integrales y otro cuarto con proteínas de calidad).
-¿Cómo se produjo el salto de ‘desmontadora’ de mitos a divulgadora?
-El bulo nunca descansa. Con la pandemia se ha visto, se está viendo, más que nunca. Pero es muy importante que, además de desmontar los bulos seamos capaces de construir información. Cosas como las que estoy haciendo hoy: venir al campo a enseñar cómo se producen los frutos rojos, sus secretos, cómo se cultivan, las propiedades que tienen… Me parece mucho más importante construir buenos hábitos en base a la información, siempre de manera divertida, que no aburra. Me he dado cuenta de que, al final, con los bulos lo que hacemos es darles más difusión aunque lo que queramos o lo que hagamos sea desmontarlos, de modo que cada vez soy más de darle a las personas las herramientas para desmontarlos por sí mismas.
Si ya ha conseguido que cuatro lectores de esta entrevista miren de reojo el próximo paquete de salchichas que abran para sus hijos es que su remedio funciona. Como ha sido siempre. Como era antes. Como ha ocurrido toda la vida con el remedio de la boticaria.
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