Espías nazis en Huelva

Huelva Paranormal

Espionaje, servicios de inteligencia y mucho más se dieron cita en Huelva, Cádiz y Sevilla al servicio del Reich

Espías nazis en Huelva
Espías nazis en Huelva
José Manuel García Bautista

06 de marzo 2022 - 05:00

La actividad durante la IIª. Guerra Mundial fue muy intensa. La proximidad de Gibraltar, aliada en el conflicto y de pabellón británico, el dominio de la entrada al Mediterráneo o la salida al Atlántico para buques y submarinos así como la salida a África destino Marruecos o Portugal de huidos de la Europa en guerra o de perseguidos por el Reich hacían de Andalucía zona de especial interés para aquellos que sobre todo iban a pasar valiosa información de las operaciones aliadas en el sur así como de súbditos de interés para el régimen nazi o de perseguidos por la Gestapo sin olvidarnos de lo más importante: la red de sabotaje coordinada desde Sevilla y operativa en el eje formado por Cádiz, Huelva y Sevilla.

En nuestra provincia destacaron especialmente los hijos del cónsul alemán en Sevilla, con nacionalidad española, Adolf y Ludwig Clauss. Por su total afinidad y trabajo en pro de la causa nazi y por el servicio de espionaje que desplegaron para la Alemania del Tercer Reich no merecen menos que ser llamados agentes del servicio de inteligencia alemán en Sevilla. Su misión principal fue la de estar al servicio de la red nazi de sabotaje que posteriormente se encargarían de las misiones de sabotaje a realizar entre Sevilla y Huelva.

Fueron tremendamente activos y ningún envío de interés para los nazis que pasara por estas provincias y tuvieran como destino un punto aliado quedaba libre de daños o de “pérdidas”. De los dos hermanos destacó Adolf, quién era más inquieto y activo. Algunos los consideraban como de la elite del espionaje alemán. Estudió agronomía y conocía bien su oficio pues trabajó en plantaciones de café y cacao en Guinea (Española). Regresó a Sevilla y se afilió a Falange participando como miembro en la Legión Cóndor. Establece una doble residencia en Huelva que le daría motivos, y excusas, para viajar constantemente entre Sevilla y la capital onubense. El estallido de la IIª. Guerra Mundial le hace, por sus experiencia y contactos, jefe de la Abwehr en Huelva. Su finca en la vecina provincia serviría de tapadera para organizar los comandos que posteriormente tendría como misiones fijar minas en los buques británicos fondeados frente a las costas onubenses o en los muelles del puerto.

Adolf Clauss era de complexión alta, espigado, de facilidad para asumir riesgos, de notable cultura y solitario...así era Adolf Clauss, alguien que controlaba todo el territorio que dominaba para el Reich. Diferente sin dudas de su hermano Ludwig, quién era más afable y extrovertido. Sigrif, hija de Ludwig Clauss decía a este respecto que su padre: “no era una persona de ideología nazi ni mucho menos. Colaboró con su país, con Alemania, él era muy patriota y Alemania estaba en guerra. Mi tío Adolf fue más activo, colaboró más y simpatizaba con el régimen de Hitler. Cuando acabó la guerra enviaron a mi padre a una especie de refugio para personas que habían colaborado con el régimen nazi, lo enviaron a Caldes de Malavella, a un balneario en Gerona, donde había muchos alemanes y era como enviarlo de vacaciones. Quisieron los ingleses que se le enviara fuera para juzgarlo pero Franco se negó y se quedó en España en libertad, este país fue para él un paraíso”.

A los hermanos les cayó el dudoso honor de dar pábulo y tratar como una información verídica aquella que nos narraba un curioso acontecimiento nacido para desviar la atención del alto mando alemán de las operaciones aliadas en las costas de Sicilia. En 1941 se idea la operación ‘Mincemeat’. Aquella maniobra de distracción fue ideada y organizada por el teniente comandante de navío Ewen Montagu tenía por objeto que los adoradores de la esvástica se centraran en otro punto lejos del epicentro de operaciones en el Mediterráneo. Así nace el desafortunado William Martín y el misterio de su tumba en el cementerio de Huelva, la tumba de un hombre que como tal jamás existió. Y es que William Martín no pasó de ser un cadáver sobre el que se montó toda una identidad, una vida, para luego, un 19 de Abril de 1943, embarcarlo a bordo del submarino “Seraph”, tras un intrigante viaje ese cadáver fue abandonado en aguas gaditanas siendo recogido por un pescador onubense y llevado al puerto de Huelva donde posteriormente fue trasladado al depósito municipal. Dada las motivaciones y la relación estrecha entre el gobierno español de la época y el régimen fascista en Alemania trascendió la llegada del cadáver a suelo patrio, los servicios de espionaje alemanes, británicos y españoles estaban conmocionados por este hallazgo y lo que ello conllevaría, si bien la sorpresa británica era más fingida que real...

Notificada la recuperación del cuerpo la embajada británica solicita en Madrid la devolución de unos importantes, casi “vitales” documentos que el paracaidista portaba: una carta de su novia, monedas británicas, un ticket para el teatro y hasta una carta del gerente del banco, en la cual le comunicaba que el saldo de su cuenta personal estaba en rojo y la documentación de los futuros planes de guerra. Aquello era ya sabido por los miembros del Eje quienes habían analizado dicha documentación que, de forma falsa, indicaba que el teatro de la guerra se iba a producir por otro lugar al que pensaban inicialmente.

Un 13 de Mayo de 1943 fueron entregados cumpliéndose los plazos esperados de esta trampa tramada por los aliados. Los miembros del Eje, gracias a la participación del gobierno de Madrid que era oficialmente no beligerante en el conflicto, habían picado este anzuelo de vital importancia en el devenir de la guerra. La reacción alemana tras el estudio de aquellos documentos no se hizo esperar y Hitler junto a su Estado Mayor decide cambiar sus planes de guerra en función de aquella”milagrosa” documentación que les había llegado.

La treta de los aliados había cumplido su objetivo y tal mascarada había llenado de confusión a los miembros del Eje. La guerra siguió su curso, los aliados entraron en el Mediterráneo y Sicilia tuvo un papel destacado en ese teatro de operaciones, los alemanes y los servicios secretos del IIIer. Reich estaban convencidos que costas de Cerdeña y del Peloponeso eran las elegidas para efectuar el desembarco. El papel de Sicilia era simplemente una maniobra de distracción pero de importancia vital en el desarrollo de los planes de guerra, que en realidad encubrirían los planes de invasión que se preparaban con respecto a la isla.

Hitler en virtud de aquella información mandó fortificar las islas de Córcega y Cerdeña un 12 de Mayo de 1943 y envió a uno de sus mejores generales (Erwin Rommel) a Atenas para coordinar la defensa contra la “invasión” aliada retirando divisiones acorazadas de panzers del frente ruso...un nuevo error...

Así el desdichado William Martín encarnó el moribundo papel de un agente enlace entre el estado Mayor inglés y el comandante de las fuerzas aliadas en el norte de África, general Alexander. Aquella documentación aludía a un desembarco aliado por Cerdeña, aquella documentación debía cumplir su misión gracias a la falsa identidad de un ficticio oficial británico, miembro del cuartel general de Operaciones Combinadas que logró confundir a todos los estrategas del ejército alemán.

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