Gente inteligente: Elegir pareja, ¿con corazón o con cabeza?
El amor es un proceso dinámico, una experiencia compartida que evoluciona en el tiempo cambiando la relación, la forma de amar y a las personas que se aman
La creencia popular de que los seres opuestos se atraen tiene mucho que ver en el tema de hoy. No es raro encontrar personas maduras y responsables que tienden a enamorarse de personas más infantiles que llenan de espontaneidad sus vidas, o viceversa. Al menos al principio, pero no siempre termina en una relación estable y duradera. No es inteligente elegir una pareja sólo con el corazón ni sólo con la cabeza. Entonces… ¿cómo se hace?
Buscamos en las demás personas, en parte, lo que creemos que nos falta. Y justo en las primeras etapas del amor, cuando somos extremadamente tolerantes, puede que nos encanten cosas que, con el tiempo, nos cansan. Pero no siempre es porque cambiamos, a veces es porque estábamos ignorando partes importantes de nosotros o nosotras mismas.
No hay medias naranjas
Quizás le haya fastidiado un mito. Somos naranjas enteras. Así que no se trata tanto de elegir la persona adecuada para enamorarnos, como de trabajar la relación con esa persona de la que nos hemos enamorado.
Todas las personas nos relacionamos con las demás desde nuestra propia personalidad, un ‘traje exclusivo’ que cosemos a lo largo de nuestras vidas fundamentalmente con la aguja de la educación que recibimos y el hilo de las experiencias que acumulamos. Así vamos dando forma a nuestros guiones de vida, que es un término acuñado por el psiquiatra Eric Berne, padre de la teoría del Análisis transaccional en la que definió los tres estados del Yo desde los que nos relacionamos.
Cada estado del Yo constituye, según Berne, un patrón conductual y emocional que sacamos a escena cuando estamos en él. Y todas las personas actuamos en los tres estados.
El estado del Yo Padre se refiere a la moral, la ética, las normas, lo que está bien o mal. Es lo que entendemos por la autoridad del papá o la mamá protectora y educadora que establece los límites. Estamos ahí, por ejemplo, cuando reprendemos, cuando aconsejamos, cuando nos ocupamos de que las demás personas estén bien, de que las cosas funcionen, o cuando planificamos y hacemos las reservas del fin de semana.
También está el Yo Adulto, que es un estado completamente racional, nada emocional. Se refiere al análisis de situaciones y a la recogida de datos. Estamos ahí cuando relativizamos, cuando analizamos resultados, cuando consideramos opciones… Pero las decisiones las tomamos desde el Yo Padre o desde el tercer estado descrito por Berne: el Yo Niño.
En el estado del Yo Niño nos dejamos llevar por los deseos y nos dominan los impulsos. Solemos ser más divertidos o divertidas y disfrutamos más, sí, pero también podemos ser más crueles y egoístas. ¿Tiene en su entorno algún niño o alguna niña de 4, 5 o 6 años? Pues eso.
Posiblemente usted, desde ayer mismo, ha estado en los tres estados del Yo muchas veces, cambiando de papel y de patrón de conductas dependiendo de qué estuviera haciendo, qué rol de su vida estuviera desempeñando, pero, sobre todo, dependiendo de con quién se estuviera relacionando. Como diría Berne, dependiendo de qué tipo de transacciones o intercambios se dieran entre su estado del Yo en un momento dado y el estado del Yo de la otra persona en ese mismo momento.
Conociéndome para construir
La pregunta poderosa que le traigo hoy es de esas reflexiones inteligentes que le propongo cada semana: ¿sabe usted en qué estado del Yo está más tiempo? Pasa por todos, pero alguno de ellos lo tiene especialmente transitado. Ese es su guion de vida. Y claro, Yo Padre atrae a Yo Niño y viceversa, pero no puede ignorar las otras facetas de su personalidad porque, por poco que salgan, ahí están.
Así que una de las sugerencias de hoy es esa: obsérvese e identifique cuál de los tres ‘personajes’ usa más usted en la comedia de la vida, si me permite la metáfora. Eso le servirá para darse cuenta de por qué hay personas con las que no conecta y también de cómo podría conectar. Porque se trata de sintonizar primero desde el mismo estado, y una vez conectados, mueva el dial a donde quiera ir. No se corte, anímese a buscar esta teoría del Análisis transaccional de Eric Berne aplicada a la comunicación y siga investigando sobre cómo utilizarla para sintonizar mejor con todo tipo de personas.
Claves para ser una pareja emocionalmente inteligente
Lo primero es trabajar su inteligencia emocional. Sí, otra vez. Tenía que decirlo. Porque las personas emocionalmente inteligentes saben describir sus emociones, e intuyen bien las de su pareja. Encajan las críticas para crecer, y aprenden de sus experiencias, especialmente de las desagradables, porque se cuidan. Manejan bien las emociones negativas y se comunican de forma efectiva y afectiva, gracias a la asertividad y a la empatía.
Y ya después, considere estas otras sugerencias.
Disfrute del amor sin fomentar la dependencia, ni la suya de su pareja ni la de su pareja de usted. Busque la interdependencia, que es ese bonito baile en el que dos personas intercambian de forma sana sus estados del Yo sin estridencias.
Comparta proyectos y planifique tiempo de calidad con la persona que ama. Acumule experiencias compartidas. Con generosidad.
Exprese claramente lo que siente. Lo positivo y lo negativo. No espere a que su pareja adivine o de por hecho las cosas. Y diga también claramente lo que necesita. Ponga así límites y respete los de su pareja. Es importante pactar ciertas reglas de juego de forma explícita.
Y, sobre todo, acepte que el amor es un proceso dinámico, y que va a cambiar. Aproveche lo bueno de cada etapa, desde el enamoramiento al amor maduro, y, si llegase, también del desenamoramiento. El vínculo personal no tiene por qué romperse aunque se acabe el amor. Eso sí que es inteligencia emocional.
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