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Huelva es para Carbonell, cómo decirlo, como su segunda casa. El polifacético e irónico gaditano aterriza hoy en el Gran Teatro para desparramar su hilarante sentido del humor ante el público de sus amores.
-¿Qué es La curva de la felicidad?
-Es una comedia sobre la crisis masculina de los 40, que por lo visto es atroz. Yo no te puedo decir, porque siempre estoy en crisis.
-¿Eternamente?
-Sí. Porque si la crisis de los cuarenta es, sobre todo, piterpánica, de hombres que no quieren madurar, ése es mi caso.
-¿Desde cuándo le ocurre esto?
-Desde siempre. Bueno, quizá en mi etapa de lactante sí quise ser mayor para escapar, pero no la recuerdo, no tenía conciencia.
-Es decir, que le ha sido muy fácil meterse en la piel de Quino, el personaje al que interpreta.
-Lo que más me costó fue aceptar que el personaje fuera codicioso. Porque encima de que el hombre es un desgraciado... Hacer de gordo y de calvo ya me costó más; como sabes soy más bien delgado y tengo tupé. Pero al tiempo me di cuenta de que no necesitaba ni barriga ni calva para interpretar al personaje. Me he puesto unos michelines delante que es que no hay manera, oye.
-¿Tuvo que hacer muchos sacrificios gastronómicos para ganar esa panza?
-No. Esto es como una cuesta abajo: empiezas a tomarte unas cervecitas a mediodía, pides postres de cucharita... y enseguida la tienes.
-Lo que viene siendo la buena vida, vamos.
-Sí, pero te tengo que decir que me la voy a quitar.
-¿La vida?
-No, la panza (risas). Es que, en realidad, esto de ser gordo es una cosa subjetiva. Uno está gordo cuando se ve gordo, ni más ni menos. Aunque hay gente muy poco discreta que te dice "¡qué gordo estás!", a lo que yo contesto: "¡Y tú qué boca tan grande tienes!".
-Pedro Reyes también hizo de Quino en La curva de la felicidad durante un tiempo. ¿Qué tienen en común ustedes tres?
-Que Pedro también es un niño grande... (piensa un rato).
-Y que es calvo.
-Claro, claro (se ríe, al fin). Pedro y yo estamos muy unidos. Salimos los dos de Huelva a ganarnos la vida por ahí haciendo el payaso, nuestra vocación. Por eso metimos una cantidad inmensa de chistes en la comedia. Al principio, tú cogías la obra y no tenía ninguna gracia, pero entre los cuatro actores la hemos levantado y ahora no la reconocen ni sus propios autores.
-¿Y qué opinan de esto Eduardo Galán y Pedro Gómez?
-Ellos nada, como cobran lo hayan escrito ellos o no, les da igual. Al principio se mosquearon y dijeron: "Pablo no está diciendo lo que nosotros hemos escrito". Pero como son dos, uno le dijo al otro: "Déjalo, mientras la gente se ría".
-Cuestión de improvisación.
-Claro. Cuando subo a un escenario, no me vale hacerlo como el día anterior porque me convierto en la cacatúa del día anterior. Tengo que tener un estímulo. Y, además, esta vez tengo el estímulo de que voy a actuar en Huelva. Van a venir muchos amigos a verme y espero hacer un papelón. Esta obra es complicada, porque se mueve en un mundo grotesco y tierno a la par. Tiene que dar tristeza y comprender el problema que tiene el tipo. Entonces es cuando los chistes tienen gracia.
-¿Qué significa Huelva para usted?
-Es la ciudad donde di mis primeros pasos, donde me hice hombre (risas varias). Pedro Reyes y yo perseguimos a los del grupo de teatro Las Marismas hasta Murcia y allí nos plantamos, en su casa.
-¿Qué recuerdos conserva de entonces?
-Grandes borracheras, mis primeros pasos en la exploración de estupefacientes e investigaciones de mi subconsciente. Huelva era una ciudad viva, muy activa con respecto a la contaminación, con muchos hippies, grandes artistas y enormes amigos.
-¿Por qué ha tenido tanto éxito esta función, que camina sin descanso sobre los escenarios del país desde 2005?
-Porque al público femenino le gusta reírse de nuestras desgracias, básicamente. Además, por el número de carcajadas parecemos cuatro cómicos. Es muy divertida.
-Está pluriempleado: en la tele con Hospital Central, girando con esta obra...
-Pues ayer tuve el día libre. Pero me fui al estudio porque estoy terminando de grabar mi disco. La música es mi vicio, el que mi mujer quiere que abandone. Pero si no hago canciones, me muero.
-¿Es un disco en solitario?
-Sí, y creo que te va a encantar. Empecé a grabarlo hace un año y medio. Con calma, buena letra, no tengo prisas ni compañía. Contiene 'carbonellismo' puro. Es divertido, ácido, honesto y suena bien. Tiene un sentido del humor que se ha perdido en la música española, burlas contra la propia industria, hay unas sevillanas tremendas... Un poco de todo.
-¿Tiene más proyectos?
-¿Qué más quieres, niña, hija? (risas). No tengo más proyectos, pero sí tengo un sueño: hacer una gira con Raimundo Amador.
-Pagaría por ver ese espectáculo.
-Como han tocado en mi disco él, su batería, su teclista y su bajista, pues creo que lo suyo es que el año que viene giremos juntos. Allí te espero.
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