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Historia de la célebre confitería Dioni

Historia menuda

Uno de los primeros confiteros de Huelva fue el portugués Diego Méndez que solicitó permiso para trabajar en 1610 l En el siglo XX la competencia en este gremio fue muy dura en la capital

Modernas instalaciones del Café-Pasteleria Dioni en la Avenida Federico Molina.

05 de marzo 2012 - 01:00

CON ingredientes tradicionales y las clásicas fórmulas transmitidas de generación en generación, la saga de los Dioni ofrece durante todo el año, a las sucesivas generaciones de onubenses, la delicia de sus dulces. Pero desviémonos a sus orígenes.

La tradición repostera de Huelva se pierde en la noche de los tiempos. Así, uno de los primeros confiteros de Huelva fue Diego Méndez, portugués, que en 1610 "pide a este Cabildo atento a que esta en esta villa mucho tiempo quiere ser vezino della por tener mi casa poblada y tienda de confitero que vista por esta Cabildo y ser tan necesario en esta villa el susodicho por no aver otro de su officio..."

Este portugués y alumnos sentaron escuela de tan buenos reposteros que hasta los sevillanos venían a aprender el oficio con ellos (Folio 217, número 294 y 110, número 111).

En la segunda mitad del siglo XVII fue muy conocida la confitería de La Placeta de la Cruz (La Placeta), que debió ser bastante importante, ya que estaban destinadas varias casas a tal función (Folio 20, número 182).

En el siglo siguiente se cita en los archivos la presencia en Huelva como confiteros de Manuel de Arenas con sus solicitadas especialidades de "dulces de almibar" y "bizcochos de papel", Faustino Rivero y Joseph Quintero, maestro platero, confitero y.... pirata, ya que fue preso por encontrársele en su casa despojos de un navío danés que embarrancó en los bajos de la barra de Huelva (Folio 7, número 374).

Ya finalizando el siglo instalan confitería y dulcería Miguel Beltrán Ramírez y su cuñado José Domínguez Vélez (Folio 310, número 374).

La confitería onubense más popular del siglo XIX fue la llamada La Pulga, situada en la calle Rico y regentada por Dolores Cárdenas Toscano, que preparaba unas "tetas de vaca", piononos, bizcotelas, merengues y pasteles de hoja, insuperables.

En el primer tercio del siglo pasado destacaban varias confiterías que han dejado recuerdo indeleble de su buen hacer; Jorva, El Buen Gusto y La Campana. Pero, detengámonos en la última citada.

La Campana había comenzado su actividad en 1914, bajo la regencia del maestro confitero Vicente Álvarez. No podemos detenernos en la historia de esta Confitería, añadamos que estaba situada en la calle Sagasta, actual Plus Ultra, y que la calidad de sus productos le hizo ganar gran prestigio.

No llevó mucho tiempo las riendas del negocio don Vicente. Así, se hicieron cargo del negocio Alfonso Calle y Arturo Damas. Éstos, tenían como maestro confitero a Joaquín González Garín, que poseía sabias manos a la hora de combinar los ingredientes en dosis adecuadas y debidamente horneados conseguía que cada bocadito tuviese un sabor inigualable. Además, se desplazaba a aprender cómo elaboraba la cidra Tejero y a Estepa para ver la confección de los mantecados. Pero, antes de continuar, debemos detenernos unos renglones en ofrecer a los amables lectores un breve bosquejo biográfico de Joaquín González. Había nacido en Jerez de los Caballeros, conoce en nuestra ciudad a la que sería su esposa y el matrimonio marcha al Cerro de Andévalo donde adquiere un despacho con horno de leña (jara) y reparte sus productos, llevados en un simpático burrito, por todos los pueblos del Andévalo. Y allí, en el Cerro, nace Dioni. Al terminar la guerra civil abandona el Andévalo y se instala definitivamente en nuestra capital.

Ocurrió que Arturo Damas se dedicó plenamente al mundo del transporte y Alfonso Calle fijó su residencia en Madrid. Joaquín González, con esfuerzo y sacrificio, trabajando muchas horas del día (por las tardes, trabajaba en la Confitería-Cafetería La Española) y poseedor de un espíritu de ahorro, logró juntar un pequeño capital y se estableció en la calle San José (donde hoy esta la Seguridad Social). A este establecimiento lo llamó Confitería San José. Corría el año de gracia de 1947…

A partir de la fecha señalada, en la calle San José, en las inmediaciones donde se situaba la confitería que nos ocupa, cuando se aproximaba la Navidad y aumentaba la elaboración de sus productos, se inundaba de olor a almendras tostadas y a harina malteada que daba encanto.

En la confitería se trabajaba en familia, esto es, estaban pendientes del negocio el padre y sus hijos Dionisio y Manolo. Pero, detengámonos en el primero de los dos vástagos. Dionisio González Navarro, llamado abreviadamente desde pequeño Dioni, nació en el Cerro de Andévalo el 14 de diciembre de 1930 pero, con apenas tres años, sus padres fijaron la residencia en nuestra capital por lo que él se considera onubense.

Desde muy joven fue aprendiendo el oficio de la repostería en tal magnitud y con tanto cariño que si hubiese tenido que pasar los antiguos exámenes gremiales que se efectuaban en los siglos anteriores se le hubiera catalogado con los méritos de Maestro. Finalizando los años cincuenta, el amor anidó en su corazón y como las cuatro familias (la del padre y las de los tres hermanos) no podían vivir holgadamente de los beneficios que ofrecía la Confitería San José, decidió establecerse y razonó que, como en Huelva existían varias confiterías de categoría (Jorva, La Española, El Buen Gusto…) la competencia sería muy dura y debía trasladarse a un barrio que ofreciera buenas posibilidades. Y eligió, en 1962, la célebre barriada de la Isla Chica, exactamente a unos metros de donde se levantaba el Cine Isla Chica, donde en la actualidad se abre su panadería. Pronto, tuvo dos clientelas: la de Huelva y, como era la única carretera que conducía a Sevilla, la hispalense, embelesada con la calidad de sus milhojas, bizcotelas, bollos de leche y sus variedades en cremas compraban de camino.

En 1985 estaba el cine Isla Chica a la espera de ser derribado y comprendió que su negocio necesitaba extenderse. Así, concibió un proyecto de establecimiento que fuese espacioso y que fusionara pastelería y cafetería en un solo conjunto. Dionisio González se personó en Madrid, Barcelona y Sevilla y eligió el modelo que supusiese una nueva imagen y a la vez se adecuase a los nuevos tiempos. La fachada de su nuevo establecimiento abrazaba la esquina y tenía un desarrollo armonioso.

Abramos la compuerta de los piropos a esta confitería: El actor Juan Luis Gallardo estuvo en nuestra ciudad en un Festival del Cine Iberoamericano y piropeó a Dioni indicando que nunca había visto una gama tan completa de pasteles. Por su parte, Martirio dijo: "Es una pena que se haya perdido el Cine Emperador, porque junto a esta pastelería le da categoría a Huelva".

Y en el alba del siglo XXI esta Empresa familiar abrió en la calle Palacio otro de sus orgullos: el Bar-Confitería Dioni.

La especialidad de Dioni ha consistido en confeccionar los dulces como se realizaban hace un siglo con un toque de modernidad. Podemos añadir que es un dulce legado de otros tiempos que cada una de las tres generaciones ha ido refinando cada vez más y empleando siempre los mejores artículos.

Debemos aclarar que hemos dicho tres generaciones, ya que su hijo, Joaquín González Guerrero, se ha desplazado a varias capitales para aprender los secretos de la repostería de otros lares y asimilar la extensa gama de la Chocolatería. En resumen, una saga de confiteros que siempre han tratado de endulzar la vida de los onubenses y han salido airosos en esa aspiración.

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