Huelva Ilustrada, 250 años de la primera crónica de la ciudad

La realiza el canónigo y abogado Juan Agustín de Mora y en ella ofrece una visión descriptiva de sus calles, con una documentada historia · Dedica una parte importante a los monumentos y edificios más relevantes

1. Grabado interior que ofrece el libro Huelva Ilustrada, con el escudo de los Medina Sidonia y el de Huelva. El libro procede de la Biblioteca del Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial de Huelva 2. Portada interior de la publicación, donde aparece título y autor de la obra. 3. Dedicatoria que realiza al duque Pedro de Alcántara, Alonso de Guzmán el Bueno, y Pacheco.
Eduardo J. Sugrañes / Huelva

03 de junio 2012 - 01:00

La biografía histórica de Huelva es más bien escasa. No prodigaron los libros sobre la villa onubense. Dos son los que han marcado la referencia histórica sobre nuestra ciudad. Onuba, de Antonio Jacobo del Barco y Gasca, catedrático de Filosofía de la villa, y Huelva Ilustrada, Breve historia de la antigua, y noble villa de Huelva, "obsequio a su patria de uno de sus menores hijos", el licenciado Juan Agustín de Mora, Negro y Garrocho, del que ahora nos ocupamos. Ambos del siglo XVIII y realizado por sacerdotes locales.

El primero aborda el tema sobre reducir Onuba a la villa de Huelva y da una acertada relación histórica que así lo demuestra.

Huelva Ilustrada es más descriptivo sobre la villa de Huelva en el siglo XVIII. Tuvo que pasar todas las censuras de la época, firmadas en el Real Castillo de la Inquisición de Sevilla. El 12 de mayo de 1762 encontró la licencia definitiva para su impresión en Sevilla en la imprenta de Gerónimo de Castilla, impresor mayor de la ciudad. Desde entonces, durante estos 250 años, nos ha ilustrado sobre aquella ciudad. La que aún conservaba todos sus cabezos y tenía forma de concha, como la describía. Es la primera crónica de la ciudad de Huelva, con un gusto en su narración sin igual, sencilla, amena y a la vez erudita.

Juan Agustín de Mora Negro y Garrocho era abogado de los Reales Consejos, canónigo de la insigne iglesia colegial de Nuestro Señor Salvador de Sevilla.

Pariente del Almirante Garrocho, que tuvo casa en la calle La Fuente y patronazgo de fundación y entierro en la desaparecida iglesia de San Francisco de Asís. Hoy su lápida funeraria se encuentra depositada en el santuario de Nuestra Señora de la Cinta. Celebre por sus batallas contra el acoso de piratas berberiscos los que sometía a nuestras costas y todo el Golfo de Cádiz.

Es Huelva Ilustrada una descripción histórica erudita y una narración amable de la ciudad de Huelva, de sus calles y sus edificios. Juan Agustín de Mora proporciona la radiografía moderna de aquella ciudad. El libro con pastas de piel cuenta con portada interior orlada con piezas de molde. No se caracteriza por la profusión de grabados, aunque sí hermosos frontispicios y capitulares. Solo tiene uno, a modo de blasón heráldico, el escudo de la villa superado por el de los duques de Medina Sidonia, señores de la villa a los que dedica la edición. En uno de sus óvalos aparece la ciudad con la visión de lo que debió ser su castillo, desde la subida por la hoy calle La Palma con su portada de acceso, sin duda idealizada, pero igualmente interesante por su grafismo. Más claro está el árbol, donde queda bien visible que es un olivo, más que un pino como en la actualidad se representa en el escudo de la ciudad.

Inmediatamente le sigue la dedicatoria a Pedro de Alcántara, Alonso de Guzmán el Bueno, y Pacheco, Duque de la Ciudad de Medina Sidonia, Conde de Niebla.

Juan Agustín de Mora pone bajo el nombre de Huelva su pluma "para expresar sus afectuosas expresiones como cronista de sus grandezas", justificando que "el innato amor a mi amada Patria me ha movido a vindicar del olvido sus memorias". Ciertamente es clave esta declaración del autor pues recompondrá para todos ese mosaico necesario de una villa de la que muchas cosas se hubiesen perdido, o datos y referencias históricas que en muchos casos no se hubieran llegado a nuestras manos o al menos no tan fácil.

El comendador fray Esteban del Señor San José, le concede licencia que firma en el convento de Mercedarios Descalzos de Sevilla, el 12 de mayo de 1762, dejando patente el hecho de que Juan Agustín hace un elogio de su patria significada a realzarla en estas páginas. Fray Esteban no duda en señalar que en este "asunto más quisiera ser censurado, que censor: porque siendo hijo de aquella patria, debía ser panegirista de sus glorias, y dar a conocer al mundo sus excelencias, y antigüedad: pero supuesta la obra propia de la aplicación de nuestro autor, le doy gracias, porque se me antepuso". Así que consigue esa licencia tras leer el texto por indicación del vicario general del arzobispado de Sevilla, complaciendo así al requerimiento del cardenal arzobispo Francisco de Solís.

Hay, igualmente, un amplio dictamen sobre la obra que realiza José Zevallos, doctor en Teología de la Universidad de Sevilla, quien elogia nuevamente a Juan Agustín de Mora "por haber ilustrado las memorias de su patria, ocupación que tanto celebran los verdaderos amantes de las letras, y del honor". Añadiendo la coletilla de la época a esta historia que "no contiene cosa, que contradiga a la Religión Católica, buenas costumbres, y regalías de su majestad", por lo que consideraba que se podía dar licencia para su impresión. Consta también en el inicio de la obra la licencia que otorga el doctor Pedro Curiel, de la catedral metropolitana de Sevilla.

Juan Agustín de Mora justifica la razón de la obra al lector. Asegura que en esa centuria existían escritores fecundos pero a él le había movido "a no dejar sepultadas sus glorias en el olvido de la ignorancia, a vindicar sus memorias de algunas equivocaciones de otras plumas, y perpetuar por los moldes a la posteridad las noticias más importantes, que puedan contribuir mucha gloria a un pueblo tan distinguido como Huelva". Desde esta perspectiva reivindicativa, poniendo en primer lugar el valor de Huelva señala que estamos ante una obra nueva y singular, "porque hasta ahora nadie ha escrito de propósito sobre este asunto que algunos escritores han tocado incidentemente". Va más allá y le da el valor de "verídica en lo que dijere", porque todo está fundamentado en documentos o sacados de los autores más fidedignos, o suministrados por el archivo de la villa con toda la autenticidad. Lo segundo porque "el que lo escribe es ocular testigo de gran parte de lo que dice". Eso es lo que le da una frescura a la obra en esta crónica magistral de Huelva. Aclara algo importante y es que al escasear la luz de la historia: "Mucho se duda, algo se conjetura con bastante fundamento, solo donde podemos hacer pie firme, usamos de positivas aserciones". Arranca su historia con la situación y descripción topográfica de la villa de Huelva, "en los confines de la España, y a la parte occidental de la Antigua Bética, hoy Andalucía". Cómo era aquella ciudad: "La entrada es por una garganta, o dos callejones, que van a terminar a una ermita de San Sebastián. De aquí se dividen dos elevadas montañas, que redoblándose la de la derecha sobre el Norte, y la de la izquierda sobre el Sur, van abriendo una capaz ensenada, para situación de la Villa...". Así va dando todos los detalles de una ciudad que describe con sus ojos y nos regala para la imaginación de hoy tras tantas transformaciones.

Habla de la antigüedad de la villa de Huelva, de la conquista del poder de los moros, los diversos señoríos en distintos tiempos, los términos de la villa y sus bondades, los privilegios reales concedidos y los de los duques de Medina Sidonia, los litigios seguidos sobre su término y privilegios. Dedica otro de sus capítulos a hablar del vecindario y así recorrer las calles, las 39 existentes con sus 864 casas, con sus 40.593 personas, más los eclesiásticos. Dedica atención al tráfico y comercio, así como a las obras públicas y templos de Huelva, a las fundaciones de comunidades religiosas, y otros santuarios de especial devoción, con datos que son claves para su conocimiento y situación histórica.

Una segunda parte recoge noticias adquiridas después de impresa la obra, que dedica a los duques que nacieron en ella y a las personas insignes de la villa, tanto eclesiásticos como seculares "que se hicieron famosos por sus memorables hazañas". Entre los eclesiásticos habla de Juan Bernal Díaz de Lugo, obispo de Calahorra; el deán de la catedral de Sevilla Francisco de Monsalve, o Antonio Jacobo del arco, catedrático de Filosofía y vicario de la villa de Huelva. En la línea secular habla de Alonso Sánchez de Huelva, así como de los marinos de la familia Garrocho, a la que pertenecía el propio autor de Huelva Ilustrada.

Un título de la obra que ha sido utilizado en Huelva en distintas parcelas de la cultura. En una imprenta, con este mismo nombre que regentó José Vargas Tallón, en la calle Rafael Guillén y Fuenteheridos. En este mismo periódico sirvió de título a una sección que el autor de este reportaje dedicó a temas históricos y costumbristas de Huelva. El último trabajo que utiliza este mismo nombre es el realizado por Juan carlos Castro Crespo que titula Huelva Ilustrada. 3.000 años de paisaje urbano, una síntesis de su interesante tesis doctoral que dedicada a describir plásticamente la ciudad.

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