Huelva grita contra la violencia machista
Una marea de color morado recorre la capital para exigir que “no se negocie con las vidas de las mujeres"
Huelva/El futuro pasa por el ahora y la sociedad onubense lo sabe. Multitud de ciudadanos e instituciones han alzado la voz contra la violencia machista en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una marea morada de repulsa hacia esta lacra social ha recorrido el centro de Huelva capital para finalizar su itinerario en la plaza del Ayuntamiento, donde se ha procedido a la lectura de un manifiesto.
La violencia de género, en lo que va de año, ha segado la vida a 37 mujeres, asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. A ellas se suman cinco menores víctimas de la violencia vicaria, y 24 huérfanos menores de 18 años.
“Son cifras que dan miedo”, ha reconocido a Huelva Información la secretaria de la asociación de mujeres progresistas Emilia Pardo Bazán, Herminia Lobato, quien, a la cabeza de la manifestación, explicaba que “es un día muy importante, pues todas las asociaciones de mujeres, colectivos y entidades que trabajan por la igualdad y la transformación social se unen para clamar contra la violencia machista”.
El citado vendaval violeta se ha escuchado en toda la capital a través de los gritos de todos los ciudadanos que se sumaron a la causa. No faltaron las banderas, pancartas ni la cuerda que identifica el denominado espacio seguro, el cual representa a “todas aquellas que ya no están con nosotros”, finaliza Herminia Lobato.
La citada marea ha vuelto a tomar las calles para alzar la voz y decir que “no vamos a permitir que se negocie con la vida de las mujeres, ni con nuestra dignidad”. Además, la sociedad condenó nuevamente el asesinato de la onubense de 36 años Alicia Rodríguez, asesinada en el municipio jiennense de Marmolejos el pasado mes de junio.
Una vez ha finalizado el recorrido en el Ayuntamiento, un poema publicado por la autora Albanta San Román reflejó el “sentir de todas las mujeres ante la violencia de género”. El mismo rezaba: «Estoy harta de escuchar que la culpa es siempre nuestra. “Y qué llevaba puesto, y qué hacía ahí a esas horas”. Estoy cansada de oír que el miedo no paraliza. “No dijo que no, y eso da lugar a dudas”. Estoy hastiada de que las preguntas recaigan siempre sobre nosotras».
El manifiesto ha dado comienzo con la mención de las múltiples formas de discriminación y violencia que sufren las mujeres, “pese a los avances legislativos en materia de igualdad y prevención de la violencia de género”. En este sentido, se reconoce un tímido avance, pero “¿qué hay de los micromachismos, las discrimaciones veladas y la violencia invisible?”. Se repiten bajo el velo de la cultura.
El escrito proseguía con “la transmisión de una cultura patriarcal que posiciona a los hombres y mujeres en el eje dominio-sumisión, lo que relega a las mujeres al ámbito de los cuidados y a la dependencia afectiva y económica. Es la base de lo que sustenta la violencia de género”. La misma se entiende como aquella violencia hacia la mujer por el “simple hecho de serlo” y que incluye el daño a hijos y personas dependientes de ella.
Por ello, “es necesaria la acción de todos y todas para transformar la cultura patriarcal en una más igualitaria y justa, que, además, rompa las opresoras categorías de género, dando paso a un nuevo contrato social que nos permita relacionarnos a las personas desde el respeto y la libertad”. De ahí, que pidan la coeducación en los centros educativos, en los ámbitos familiares y en los medios de comunicación.
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