Juan Villa descubre la Doñana más humana e intangible
El escritor participa en un libro perteneciente a la colección Cuadernos de Paisaje que propone tres itinerarios por el espacio natural desde sus relatos
Más allá de lo territorial, el acercamiento al paisaje de Doñana desde lo humano y lo intangible es una perspectiva que facilita el disfrute desde la emoción. Los paisajes desvelan percepciones identitarias, leyendas y miradas creativas y así se constata en Doñana, el paisaje relatado, libro en el que ha participado el escritor almonteño Juan Villa junto a Daniel Bilbao Peña, Juan F. Ojeda Rivera y Águeda Villa Díaz.
La publicación, presentada el pasado jueves en el Museo de Huelva, forma parte de la colección Cuadernos de Paisaje, coordinada por Juan Francisco Ojeda, geógrafo de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, y se desarrolla en el marco del proyecto de excelencia de la Junta de Andalucía Archivo de percepciones y representaciones de paisajes andaluces, desarrollado entre 2011 y 2015 por un equipo interdisciplinar e interuniversitario.
"Hemos intentado añadir a lo que obviamente está presente, que el espacio concreto, algunas formas de sentimiento y de interpretación, para lo que hemos tirado de la historia, de la literatura, de la pintura, la arquitectura y toda una serie de formas y manifestaciones humanas que enriquecen, completan y redondean la visión de un paisaje, que es la realidad tangible y objetiva, más lo subjetivo que se le puede sumar", explica Villa.
El grueso del libro es literario e histórico, pero la parte teórica inicial o introductoria, a cargo de Juan F.Ojeda, referente teórico de la Doñana más humanizada, aporta una visión sobre cómo ha ido cambiando la percepción del paisaje de Doñana a lo largo del tiempo, desde el Antiguo Régimen hasta la actualidad.
Todo depende de lo que uno busque y el acercamiento a Doñana, claro está, puede acometerse desde diversas perspectivas: desde la centrada en las aves, la geología, la botánica, etcétera. Pero al visitante medio, a juicio de Villa, también hay que ofrecerle un perfil humano, algo que se ha olvidado en los últimos tiempos y que el libro reivindica. "Me centro en lo que podía ser una Doñana humana, de modo que quien vaya a este espacio pueda ver el lince, el águila, la marisma o las dunas pero, además, vea el reflejo y la marca que el hombre ha dejado a través de los tiempos", indica el autor.
Para ello propone tres itinerarios: por la marisma, la playa y el Abalario. Este último paisaje pertenece al espacio natural, aunque siempre ha está considerado como marginal o aparte. Tal y como explica Villa, es la zona en la que tras la Guerra Civil se construyeron poblados y se colonizó con eucaliptos, si bien en los años 80 los poblados se abandonaron y el paisaje quedó como en los orígenes. "Es una parte muy maltratada, olvidada y que no se considera Doñana. No tiene caminos, hay una carretera llena de baches y uno de los planteamientos del libro es recuperar ese espacio porque es muy interesante desde el punto de vista natural y humano", relata. Precisamente Villa ha situado dos de sus novelas en este ámbito desconocido y que, en su opinión, merecería la pena ser recuperado, de modo que las autoridades competentes posibilitaran su recuperación de cara al turismo y para el disfrute de los visitantes.
El recorrido por los Arenales del Abalario discurre por el término municipal de Almonte y, tal y como indica la publicación, posibilita en su extenso recorrido el acercamiento a sus paisajes y significados, entendiendo la relación tradicional de los habitantes de estos municipios con sus espacios meridionales a los que se accede a través de una vía de comunicación que permanece abierta y activa al menos desde el siglo XIV.
A través de sus seis paradas (Alto de los Reyes, Los Cabezulos, Ribetehilo, Cuesta de Maneli, Las Poleosas y el Acebrón) se muestran los "hitos naturales, históricos, productivos y ambientales precisos para componer la imagen total de esta cubeta rellena de las arenas que vuelan desde el Atlántico avanzando hacia el este-sureste hasta chocar con las marismas".
Los dibujos de Daniel Bilbao ilustran algunas de las paradas, mientras que al inicio de cada itinerario propuesto se ofrece un esquema ilustrativo, a modo de síntesis, para orientar al lector.
El segundo recorrido transita por la playa y también reivindica aspectos humanos ya olvidados. "Cuando llegas a la playa como visitante y te enseñan aquello da la sensación de que se trata de una zona muy virgen y por donde la historia no ha pasado, un entorno desolado y bello", señala Villa. Sin embargo, el espacio está cargado de historia y la huella de aquellas gentes que trabajaron en las zonas de pesca de atún, por ejemplo, que vivieron en los poblados, veranearon o disfrutaron de los balnearios, es palpable. A nadie se le ocurre contar, tal y como explica el escritor, que aquello forma parte de la historia y que han sucedido muchas cosas que no se pueden ignorar porque tienen una incidencia en el aspecto físico, como la presencia de los pinos, árboles foráneos que fueron plantados por el hombre porque necesitaba madera. Pero la huella del hombre, que es importante, "se oculta para pretender exhibir una Doñana virgen y pura" que, según Villa, realmente no existe.
Este itinerario se desarrolla por el sector suroriental del término municipal de Almonte, alargándose hasta su encuentro con la desembocadura del Guadalquivir, Bajo de Guía y el frente portuario de Sanlúcar de Barrameda. La ruta permite acercarse y comprender el proceso de cierre de la antigua ría del Guadalquivir y la actual relación que se establece entre el Atlántico, las arenas, la desembocadura del río y sus marismas, así como conocer los hitos históricos y de aprovechamientos que han definido los paisajes actuales de esta parte de Doñana, dominada por las arenas y por la maresía. Para ello, se proponen ocho paradas: Matalascañas, Torre Carboneros, el Inglesillo, Malandar, el poblado de la Plancha, el Palacio de las Marismillas, Lucio del Membrillo y el Cerro del Trigo.
El tercer itinerario transita por el Norte, por la marisma, y al contrario que el de la playa, al que se accede mediante una visita guiada, o que el primer itinerario, sin indicativo alguno, es de acceso libre. Discurre por los municipios de Almonte, Hinojos y Aznalcázar, permitiendo al visitante conocer distintas situaciones representativas, ya que se muestra el borde entre arenales y marismas para adentrarse en la última por el muro, lo que permite ver las distintas realidades que separa: marismas tradicionales, semitransformadas y transformadas. Son seis las paradas propuestas en este itinerario: El Rocío y la Madre, el Puente del Ajolí, el Coto del Rey, Cancela de la Escupidera, la Choza del pastor y el Corral de las yeguas y el Centro José Antonio Valverde, al que se puede acceder desde Aznalcázar.
La disyuntiva sobre la conservación de Doñana y el disfrute humano es abordada en el epílogo, donde se habla de ecologistas y rocieros como elementos simbólicos de actitudes enfrentadas, extremos de un conflicto o paradigma y simplificación. "En el libro planteamos que hay que buscar un punto de equilibrio, ya que no podemos encerrar Doñana entre barreras como si aquello fuera un zoológico, ni tampoco podemos dejar las puertas abiertas a la entrada de cualquier desaprensivo que estropee lo que vea a su paso", indica Villa. El planteamiento que aporta Doñana, el paisaje relatado es la idoneidad de caminar a fijar un equilibrio para que Doñana se conserve pero también se goce y disfrute, razón de ser de los tres itinerarios propuestos.
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