Un Jueves Santo con mantilla

La tradición vinculada a la vestimenta se va recuperando poco a poco en Huelva

El grupo de las mujeres ataviadas con mantilla, ayer, en un mesón y en distintos puntos del centro de Huelva.
El grupo de las mujeres ataviadas con mantilla, ayer, en un mesón y en distintos puntos del centro de Huelva.
T. Lojo

25 de marzo 2016 - 01:00

Jueves Santo con mantilla, una tradición que en los últimos años se está empezando a recuperar en la capital onubense, donde grupos de mujeres, de distintas edades, viven intensamente esta jornada, visitando los sagrarios en las distintas iglesias de la ciudad y viendo los pasos de las diferentes hermandades en la calle durante su estación de penitencia, cuidando para ello hasta el más mínimo detalle sus vestimentas y luciendo esta elegante prenda de encaje en la cabeza.

Entre estas onubenses se encuentra Carmen Rodríguez, que lleva cuatro años poniéndose la mantilla el Jueves Santo. Manifiesta que siempre le ha gustado esta delicada prenda. Animada por su peluquero Benito Sueiro, decidió ponérsela. El primer año, junto a ella, salieron su cuñada y una prima de su marido, que es de Guadalajara y se encontraba en Huelva de vacaciones, "y le hacía ilusión vestirse". En la actualidad son ya catorce, que pasan el Jueves Santo "como manda la tradición".

Según Rodríguez, con anterioridad, en su familia no se vestían de negro para el Jueves Santo, animándose su hermana el pasado año y su madre, éste, uniéndose así al grupo de las mujeres de mantilla. Señala que su progenitora recuerda que cuando era pequeña las mujeres en Huelva vestían así.

Todo el grupo queda para comer en el Mesón del Pozo, en el centro de Huelva y, tras tomarse un café, visitan los templos. "No defendemos la mantilla como los puritanos quieren: la mujer acompañada de un hombre, creo que hay que innovar y que pueden ir solas las mujeres con mantilla".

Rodríguez comenta que lo esencial "es saberla llevar", subrayando que toda la vestimenta tiene que ir acorde con esta prenda. La base es un vestido negro con el largo estipulado, "no por encima de la rodilla", a lo que añade que las alhajas no tienen que ser ostentosas, "perlas o algo de plata vieja, una pequeña cruz o la medalla de la hermandad -pertenecen a diferentes cofradías-". Aparte, el broche debe ir en línea con los pendientes, complementándose el conjunto con "un rosario negro o color plata, guantes de red o encaje y unos zapatos de tacón".

Vestirse es todo un ritual, previamente las peina y les coloca la mantilla el peluquero Benito Sueiro, que lo hace "sin ánimo de lucro", recalca Rodríguez, que apunta que el grupo está abierto a que se unan más mujeres, "cada vez son más las que se animan. La mantilla está teniendo un auge". Explica que la suya, de chantilly, es un regalo que le hicieron en un cumpleaños. Indica que la prenda más antigua que llevan en su grupo "puede tener cuarenta años".

Una vez que han visitado las iglesias se van a ver los pasos, reuniéndose ya con sus respectivas familias. Ella tiene un palco en la Gran Vía, "las señoras del palco de al lado ya se la pusieron el pasado año, y este año, las del otro, que está a continuación de este segundo".

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