La Guardia Civil contradice al forense: Laura murió el día en que desapareció
Caso Laura Luelmo
Los investigadores creen que Montoya abordó a la joven a la vuelta del supermercado
La tuvo en su casa un máximo de 50 minutos; luego la llevó a La Mimbrera, donde abusó de ella
La profesora zamorana Laura Luelmo falleció el mismo día de su desaparición, el 12 de diciembre. O aquella trágica madrugada, a lo sumo. Es la conclusión a la que llega la Guardia Civil después de atar los cabos de una compleja investigación que todavía no está cerrada. "Creo que muere esa noche", sentenció ayer en la comparecencia de prensa celebrada en Madrid para abordar los pormenores del caso el teniente coronel de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Benemérita, Jesús García.
El detalle no es baladí: contradice el informe preliminar elaborado por los forenses del Instituto de Medicina Legal (IML) de Huelva, en cuyas instalaciones todavía reposan los restos mortales de Laura a la espera de autorización para su traslado a Zamora. De hecho, el avance de la autopsia indicaba que la víctima pereció tras sufrir un potente traumatismo craneoencefálico, provocado por un golpe en la frente producido con un objeto contundente –un palo o una piedra– entre el viernes 14 y el sábado 15 de diciembre. Es decir, dos o tres días después de su desaparición.
Fue agredida sexualmente, pero el Instituto Armado cree que este hecho no se llevó a cabo en la casa de Bernardo Montoya, autor confeso del crimen de El Campillo, sino en el paraje de La Mimbrera, donde fue localizado el cuerpo sin vida de la profesora interina.
12-D: Desaparición, ataque y muerte
Laura Luelmo llevaba apenas dos días viviendo en el número 13 de la calle Córdoba de El Campillo, en la casa que le había cedido una compañera del instituto Vázquez Díaz de Nerva donde la joven cubría una baja desde el 4 de diciembre. La tarde del miércoles 12, a las 16:22, escribió un whatsapp a su pareja en el que le decía que "no sabe si se va a ir a andar porque hace un poco de viento", detallan los mandos policiales.
Laura decidió hacer la compra y Bernardo Montoya, el autor confeso del crimen, la observó marcharse. La Guardia Civil tiene en su poder el tique del supermercado en el que adquirió "media docena de huevos, dos botellas de agua y una bolsa de patatas" a las 17:20.
La profesora no lo sabía, pero Bernardo la esperaba a la vuelta. Así lo confesó a los interrogadores, a los que dijo que "le ha gustado mucho", como precisó ayer el coronel jefe de la Guardia Civil de Huelva, Ezequiel Romero, y que por eso la abordó. Su versión difiere de la hipótesis que mantiene la Benemérita, puesto que relató que "ella se da un golpe con la puerta del coche en la frente, que la lleva al campo, que no ha tenido agresión sexual y que se ha limitado a quitarle los pantalones y realizarle tocamientos".
El coronel Romero precisa que a las 18:10 unos vecinos vieron el coche de Montoya, un Alfa Romeo negro, con el maletero abierto en la puerta del número 1 de la calle Córdoba, vivienda de él y que se encuentra a solo unos metros de la que ocupaba Laura, en el llamado Campillo Viejo.
Así que la hipótesis policial sostiene que fue en ese lapso de 50 minutos cuando sucedió todo. "En ese espacio de tiempo es cuando él la ve venir con la bolsa del supermercado y es cuando la coge y, a la fuerza, la introduce en la casa". Estaba esperándola sentado en el umbral de la puerta, junto a un brasero. "Cuando introdujo a Laura le ató las manos atrás y le pone una cinta en la boca para que no grite", prosigue el jefe de la Comandancia onubense.
Ahí recordó que se había dejado las brasas en la puerta y que podía levantar sospechas. Fue entonces cuando Laura consiguió ponerse en pie y "le da una patada en el costado" con tal fuerza que obligó a Bernardo a acudir al centro de salud de Cortegana días más tarde por el intenso dolor que sufría en las costillas.
El contraataque de la víctima hizo que "se cabree y la golpea contra el suelo; se asusta y la lleva al campo" envuelta en una manta. Trasladó a Laura al paraje de La Mimbrera, a unos kilómetros de El Campillo, cerca de la aldea de Traslasierra.
El teniente coronel de la UCO remarca que "salió de la casa relativamente pronto", como indica el posicionamiento de los teléfonos. Ezequiel Romero agrega que "la hipótesis es que la agresión sexual se hace en el campo, porque cuando la encontramos tiene los pantalones cerca". Es más, piensa que la víctima estaba inconsciente por la posición en la que apareció su cuerpo sin vida.
El teléfono móvil indica que Montoya regresó a El Campillo y que rompió el terminal de Laura. En ese instante es cuando ofrece la última señal en el repetidor: a las 20:20 no le llegan los mensajes y a las 21:19 está apagado.
Bernardo acabaría confesando tras su detención que había destrozado el teléfono de Luelmo y que introdujo sus enseres personales en una bolsa que fue hallada en un contenedor del cementerio campillero. Allí aparecieron la batería del móvil de la joven, sus llaves, un monedero vacío y "la típica cartera de documentación sin nada en su interior".
Los investigadores "estamos seguros de que la noche del miércoles 12 al jueves 13 Laura no estuvo en la casa del sospechoso", afirma el teniente coronel de la UCO. Montoya regresó a La Mimbrera para deshacerse de la manta en la que había envuelto a Laura, que posteriormente tiró en un contenedor ubicado a un kilómetro de distancia del paraje y que pudo ser recuperada por el Instituto Armado. Los investigadores creen, a falta de los resultados definitivos de la autopsia, que la profesora falleció esa misma noche.
13-D: La denuncia
Laura no asistió al instituto el jueves. Sus compañeros pensaban que estaba enferma. Ya su teléfono móvil no daba señal y su familia empezó a alarmarse.
Tanto que a las 23:12 interpuso una denuncia en Zamora por su desaparición. La Guardia Civil se puso en marcha. El padre y el novio de Laura pusieron rumbo a Huelva.
14-D: La Guardia Civil inicia la búsqueda
Pasaban las doce y media de la noche cuando la Benemérita se acercó al hogar eventual de Laura. Ni rastro de ella. A las 2:50 ya tenía confirmación de que tampoco había acudido al trabajo. El asunto empezaba a oler mal. "Desde el principio vemos que es un poco raro", indicó ayer el coronel.
A las 8:30 el padre y el novio de la joven ya estaban en el Ayuntamiento de El Campillo. Se desplazaron a la localidad distintas dotaciones de la Benemérita, incluida la Policía Judicial de Valverde del Camino. "Entran todos en la casa y echan en falta unas zapatillas de deporte y unas mallas", con lo que crece la sospecha de que se hubiera ido a dar un paseo.
Cuando la Policía Judicial salía de la vivienda de Laura "ve a una persona, a un vecino que salía de su casa". Era Bernardo Montoya. Llevaba una cesta y una manta grande (que nada tienen que ver con el crimen). "Le preguntan si conoce a la chica y dice que él no sabía que hubiera nadie allí, ni la conoce ni la ha visto". Y se marcha.
La Guardia Civil precinta entonces la casa de la joven y establece una patrulla en la calle Córdoba. "En la central nos comunican los antecedentes de Bernardo y pensamos de inicio que puede ser un sospechoso con mayúsculas", manifiesta Ezequiel Romero. "La patrulla vigila la casa de Laura y los movimientos de Montoya; él no vuelve a entrar a la casa". Aunque sí llegó a acercarse a ella.
Unos vecinos narraron a los investigadores después cómo en torno a las 20:00 del viernes vieron al exconvicto oculto entre las sombras de la noche tratando de llegar a la vivienda. "Iba pegado a la pared, llegó a la esquina, vio la patrulla y se volvió". Fue justo después de pasar por el centro de salud de Cortegana "porque se quejaba de un golpe en las costillas".
La Benemérita supo que Laura no había salido a correr, lo tenía prohibido por prescripción médica. Tampoco era persona "de adentrarse en el campo, era más bien miedosa de salirse del entorno donde hay personas". La búsqueda en el círculo más próximo a la docente de intensifica y los investigadores solicitan a la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Valverde del Camino que autorice la geolozalización de su teléfono.
Montoya, pos su parte, ese viernes visitó a su novia en la prisión de Huelva. Lo vieron tirando objetos a un contenedor de los aparcamientos de la cárcel.
15-D: Primeros rastreos
El posicionamiento del terminal de Laura apunta a la zona norte de El Campillo. Voluntarios y profesionales se centran en la búsqueda, coordinada por la Guardia Civil. Se escudriñan palmo los cinco kilómetros a la redonda de la localidad minera. Cualquier objeto que se encuentra es analizado al detalle. El Servicio Aéreo (helicóptero), el Cinológico (perro) y el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) participan en las batidas. Estos últimos se vuelcan en el embalse de Campofrío, cerca de la Mina Poderosa, "por si se pudiera haber caído o estuviera por allí", matiza Romero.
En ese momento "no nos centramos en un sospechoso; no tenemos ningún indicio, nada que no fueran sus antecedentes". No obstante, el Instituto Armado sí hizo averiguaciones sobre él y "supimos que parte de su familia, su padre y varias hermanas, viven en Cortegana". La unidades serranas estaban alerta y "por la tarde noche del sábado ven el Alfa Romeo negro donde reside su padre". También aquella tarde las cámaras de seguridad del puesto corteganés graban a Montoya "saliendo con su vehículo dirección Sevilla".
16-D: Batida infructuosa en La Mimbrera
La búsqueda se amplía. Más de 300 personas participan en ella, muchos con motos y todoterrenos para alcanzar zonas que están a diez kilómetros de El Campillo. En la jornada del domingo llegó a batirse el paraje de La Mimbrera, pero "es normal que pudiera pasar desapercibida" la presencia del cuerpo de Laura en la zona. El coronel de Huelva explica que "yo estuve allí y hasta que no estuve a metro y medio me fue imposible verla, estaba en una zona de jaras de un metro de altura aplastadas por el peso de su cuerpo".
El rastreo del terreno no dio sus frutos, pero el nivel de sospecha sobre Bernardo cada vez era más elevado. "El domingo por la tarde lo detectamos en el surtidor de Palos de la Frontera echando gasolina, porque tiene un familiar en Palos, y le pusimos ya un seguimiento permanente" con especialistas venidos de Madrid, "los mejores".
17-D: El hallazgo del cuerpo sin vida de Laura
El lunes los esfuerzos se centraron en "lugares donde se podía haber caído o refugiado: pozos, minas y casas de campo". Eran cerca de las 12:30 cuando un voluntario de Cruz Roja divisó unas prendas en La Mimbrera y dio aviso a la Guardia Civil. La patrulla más cercana, una del Seprona, localizó a Laura.
Su cuerpo estaba parcialmente desnudo. Hasta que el Equipo Central de Inspecciones Oculares (ECIO) no llegó de Madrid en helicóptero no se procedió al levantamiento del cadáver. Eran las 18:30.
A esas horas "Bernardo no ha salido a la calle ni lo hemos localizado en ningún sitio", por lo que la Benemérita solicita mandamiento judicial de entrada y registro en su casa de la calle Córdoba y la intervención de su teléfono.
18-D: La detención
Los agentes encargados del seguimiento de Montoya ponen una baliza en su coche. El martes "pasa por Huelva, da una vuelta por el hospital Juan Ramón Jiménez (luego nos confesó que para ir al servicio), pero ve una patrulla de la Policía Nacional y sigue". Se dirige a El Campillo, pero antes, una vez pasado Valverde, "para el vehículo, se mete por un camino y se sale y se adentra en el campo; ante esa posibilidad de que no sabemos dónde va ya ahí es donde el equipo de seguimiento lo detiene". Ese día por la tarde noche es "cuando él nos cuenta una película, creo que se inventa muchas cosas, pero de las cosas que dice también se autoinculpa, reconoce que ha estado con Laura".
Restos biológicos de la víctima en la casa
La Guardia Civil no presionó a Bernardo por si "la hubiera tenido retenida en otro lugar", lo que hubiera puesto en riesgo la vida de Luelmo, puntualizó ayer el teniente coronel de la UCO, Jesús García. Mientras lo detenían, los investigadores procedían a la entrada y registro de su vivienda, donde obtuvieron "indicios biológicos de Laura". La sangre de la víctima estaba también en la fregona.
Bernardo había tratado de borrar su rastro con lejía. Pero no lo consiguió. "Tiene un alto grado de impulsividad ante sus instintos, que antepone a la precaución que pueda tener de ocultar pruebas, de planificar el hecho; lo consideramos un asesino desorganizado", concluyó García.
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