'Madrid Canela 1966', la segunda novela de Cayetano Santana

Cayetano Santana / M.G.
Juan Carlos De Lara

02 de mayo 2022 - 19:21

Huelva/Decía James Joyce en su célebre Ulises aquello de “crees que te escapas y te encuentras contigo mismo”. Esta frase contenida en la obra cuyo protagonista es en realidad la proyección en negativo del Ulises de Homero, sin duda uno de los referentes literarios de Cayetano Santana, como también el Quijote de Cervantes y el Fausto de Goethe, creo que puede ser, en nueve palabras, un esencial y preciso resumen de Madrid Canela 1966, su segunda novela, que llega hasta nosotros con la cuidadosa presencia que le ha conferido la editorial C&M.

El caso es que ese estilizado resumen al que me he referido podría ser igualmente válido para la primera, Las mujeres imposibles, porque en ambos casos parece que es un mismo personaje el que deambula por sus páginas, aunque Cayetano le haya cambiado el nombre de Tunoye por el de Malavado. Un hombre que quiere romper con su vida asfixiante y reinventarse a través de una búsqueda incansable de plenitud, alguien que, como literalmente reconoce el propio autor, “quizá fui en parte yo en alguna ocasión”. Ante esta confesión, es inevitable que nos preguntemos qué aspectos autobiográficos están presentes del Cayetano Santana de carne y huesos, el que nació en Lepe, el que realizó sus estudios universitarios en Sevilla, el que hizo incursiones juveniles en la poesía y el periodismo, el que en la actualidad prepara un ensayo introductorio a la Filosofía y un libro de cuentos y el que desde hace años es mi compañero y buen amigo en el Instituto La Rábida, de Huelva, donde es profesor de Filosofía.

Es en el curso de esa amistad, precisamente, donde me ha brindado la oportunidad no sólo de leer los distintos borradores de esas dos novelas, sino de asistir a su proceso de creación y a las incontables horas que ha invertido, con un entusiasmo incontenible y sorprendente, en esta tarea de escribir; “una carrera y una lucha —utilizando sus propias palabras— para titanes solitarios”. Desde esa posición privilegiada he llegado al convencimiento de que no es posible tener una perspectiva completa de su obra si no tenemos en cuenta que para él la Filosofía, la Literatura y su propia vida forman una única realidad indivisible y que, partiendo de ella, no puede evitar que todos sus ideales, sus inquietudes, sus incertidumbres o sus contradicciones acaben caracterizando a sus personajes. Tengo para mí que, en el fondo, Cayetano está escribiendo siempre una misma novela, aunque cambie los apellidos, las ciudades, las épocas e incluso los argumentos.

Esa íntima y sustancial conexión que Las mujeres imposibles y Madrid Canela 1966 tienen en sus cimientos aflora a la superficie en forma de unas indudables similitudes y coincidencias. En ambas obras sus protagonistas destilan soledad, conviven con sus aspiraciones fracasadas, anhelan un nuevo comienzo, destruyen sus vidas para reconstruirlas más tarde, emprenden la búsqueda inefable de un lugar verdaderamente propio, albergan la ambición de escribir una obra maestra y tienen la condición de filósofos admiradores de Platón o de Nietzsche.

Literariamente, sin embargo, esta segunda novela se nos antoja más diversa y compleja, y, lejos de construirse nítida y linealmente como la anterior, lo hace desde distintos tiempos, escenarios y voces, señales de lo mucho que ha madurado el discurso de Cayetano Santana en estos últimos años. No solo enriquece el relato introduciendo varios narradores, sino que acaba desplegando la realidad para verla desde distintas perspectivas, como si estuviéramos dentro de un cuadro de Paul Cezanne. Así, conocemos la percepción de las cosas que tiene un personaje después de saberla por otro, como si miráramos el mundo a través de un caleidoscopio o como si una misma situación tuviera los múltiples lados de un prisma.

Recorriendo sus páginas con pasos que avanzan y otros que retroceden, con unas idas y venidas que no acaban por confundir al lector, sino que lo acomodan en un ritmo agradable, Madrid Canela 1966 está concebida de un modo global, con una trama y una manera de plantearla más elaboradas que la novela anterior, donde el desarrollo argumental no describe una recta, sino curvas que tienden a convertirse en un círculo que se cierra. De este modo, y recurriendo a los símiles filosóficos apropiados para el caso, si Las mujeres imposibles presentaban un sentido heraclitiano de la narrativa, donde los acontecimientos fluían como un río para no volver nunca más, en Madrid Canela 1966 se vislumbra el eterno retorno de los estoicos, con el regreso final al punto de partida.

Cayetano Santana nos confiesa: “Yo no concibo la literatura que no abofetee al lector, que no lo conmueva y seduzca a la vez”. A partir de ahí, sus páginas se convierten en un continuo proceso de introspección que da lugar a esas inagotables divagaciones filosóficas donde descansa su prosa más brillante, lúcida y desenfrenada. Desde un gran conocimiento de la psicología humana, de sus luchas, sus miedos y sus debilidades, a veces estas elucubraciones se traducen en extraordinarios monólogos mentales donde consigue generar la sensación de pensamientos que se suceden de manera continua y atropellada, sin puntos ni pausas, a borbotones, como si se estuvieran improvisando.

Por encima de este poso de humanidad, toda una corte de tahúres y trileros de la vida evolucionan, entrecruzan sus distintas maneras de ser —como Don Quijote y Sancho— y, empujados por sus propias mentiras, terminan por hacer de esta historia una “tragicómica farsa”, en ajustada definición del propio Cayetano. Y es que la densidad reflexiva no está reñida en su obra con un inteligente y placentero sentido del humor que, con ecos del mismísimo Groucho Marx, en ciertos capítulos lo impregna casi todo.

“Aquellos que viven en la normalidad —nos dice el autor— solo albergarán como reverso esa misma normalidad”. Con el deseo indisimulado de intentar romper moldes narrativos, incapaz de enfrentarse al papel si no es para escribir algo decididamente personal, Cayetano Santana nos ofrece otra obra inclasificable. Sin que pueda considerarse una novela de intriga, ni policiaca, ni histórica, aunque reúna ingredientes de todas ellas, Madrid Canela 1966 es ante todo una verdadera fiesta de la imaginación y, como en su día lo fue Las mujeres imposibles, una reflexión audaz, heterodoxa y palpitante sobre la condición humana.

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