Man-o-matic o el arte que tumba los prejuicios
El grafitero onubense cambia la percepción de la sociedad con sus dibujos hiperrealistas y llenos de mensaje Gracias a un 'tweet' de Bansky, su obra trasciende al ámbito internacional
Grafiti: del italiano graffiti, plural de graffito. Letrero o dibujo. 1. m. Escrito o dibujo hecho a mano por los antiguos en los monumentos. 2. m. Letrero o dibujo circunstanciales, de estética peculiar, realizados con aerosoles sobre una pared u otra superficie resistente. Esta es la definición formal, la descripción pura y dura de un término que sirve lo mismo para nombrar la mancha que un chaval con más ego que entendederas deja sobre el mobiliario público; las pintadas con consignas políticas de quienes usan campañas electorales y huelgas para saltarse las normas o el resultado de quienes paran trenes poniendo en peligro su vida en un frenesí de pigmento y adrenalina. Y también es la palabra que define la obra de unos pocos elegidos, como Man-o-matic.
Adrián Pérez (Huelva, 1982) es una mezcla de talento innato, técnica lograda a machamartillo y una visión comercial que ya quisieran para sus empresas los gurús de la lista Forbes. Pero sobre todo, Man-o-matic, su marca, es el resultado de tres factores: trabajo, sacrificio y respeto hacia quien pueda contemplar su obra. Porque una de las máximas que guían la forma de actuar de este joven creador con los pies fuertemente asentados en la tierra la toma prestada de Picasso: "Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando".
De hecho, como alguien muy trabajador es conocido el diseñador gráfico, técnico superior en imagen y sonido y escritor de grafiti (como él mismo se define en su página www.sioke.es) que ha sembrado de sorprendentes imágenes la capital onubense, consiguiendo, por fin, dotarla de un museo al aire libre y poniendo de acuerdo a distintas generaciones de onubenses. Lo nunca visto.
Los ciudadanos le devuelven cada día -en muy contadas ocasiones alguien ha osado estropear uno de sus murales- el respeto que Pérez demuestra por ellos. Man-o-matic no pintó un muro hasta que no estuvo seguro de que su trabajo tenía "una calidad suficiente" y de que era posible que el público "aceptase" su arte.
Fue entonces cuando se dirigió al Ayuntamiento con un par de colaboradores que le acompañaban en aquellos días y obtuvo un permiso para pintar una tapia de obra de la calle las Bocas. Y como un niño que con zalamerías va ganando terreno a sus padres, Man-o-matic fue tomando paredes en un entorno abandonado tras el derribo del antiguo mercado del Carmen. "Tengo buen trato con los vecinos, procuro hacer un buen trabajo y nadie se mete. Además, son muros que están en mal estado, con una mala conservación y a nadie le importa que pinte, todo lo contrario", asegura.
Todo lo contrario, en efecto: cada nueva obra es esperada con interés por la ciudadanía, que rápidamente fotografía el resultado y lo comparte a través de las redes sociales. Arte efímero y global. Pintura con o sin mensaje que, más allá de cautivar, impactar o conmover, ha logrado un hito insólito: proyectar el nombre de Huelva a nivel internacional más allá de los tópicos.
Fue hace unos días cuando Banksy, el misterioso y controvertido artista urbano británico, tuiteó una foto del último mural de Man-o-matic, Pure love (Puro amor), poniendo en órbita el trabajo gracias a legión de incondicionales.
Una promoción nada desdeñable que Adrián Pérez reconoce y agradece, pero que no hace más que reafirmarle en los límites que le impone su propio ámbito. "Quieras o no es fabuloso y muy interesante que haya pasado esto, estamos hablando de primera división, pero el entorno en el que él se desenvuelve es muy distinto al mío. Todo lo que hagas en Inglaterra llama mucho la atención. No es lo mismo hacer eso allí que aquí, en Huelva", explica.
Aún así, pese a las carencias de su ciudad natal, Man-o-matic no piensa abandonarla porque "como en Huelva no se vive en ningún lao". "Me iré, por supuesto, pero puntualmente y siempre por motivos profesionales, porque necesito tener un sentido para hacer las cosas, buscar la objetividad y el sentido práctico. Todos tenemos facturas que pagar y el estilo de vida bohemio al final también lo paga alguien, normalmente tus padres", razona.
Él sí ha conseguido pagar todas sus facturas, contraviniendo la creencia popular de que del arte no se puede vivir. Y lo hace con la decoración artística, un movimiento que ha convertido las grises cancelas de los establecimientos comerciales capitalinos en lienzos llenos de vida. "Durante un tiempo hice 'puerta por puerta' y me gustó mucho. Al principio soltabas la palabra grafiti y la gente se echaba las manos a la cabeza", recuerda con risas.
No obstante y pese a que le divierte realizar, y sobre todo vender, su decoración artística, verse sometido al criterio del cliente a veces coarta su creatividad y al final siente la necesidad de verse libre para concebir nuevas obras. El proceso ha sufrido cambios desde que empezó a pintar en el año 2000. "Al principio cogía imágenes que me gustaban y que entrañaban alguna dificultad técnica, pero desde hace dos o tres años tengo claro que el arte es comunicación, una forma de hacer conciencia social". También incluyó más personajes famosos en sus obras, caras que podrían ser identificadas y comparadas por el público.
La interpretación, una vez que ha parido la obra (tarda unas 15 horas en pintar un grafiti medio), la deja a criterio del que mira, una suerte de comunión entre artista y espectador que empujó a Adrián a centrarse en el realismo. La clave del éxito del grafiti integrado en la vida urbana.
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