Manuel Sánchez Tello: Poeta, filósofo, profesor, académico y hombre muy cariñoso
Gente de aquí
Alternó sus clases con la ordenación de la biblioteca del IES La Rábida
José Laraña Álvarez-Ossorio, el padre Laraña
Huelva/Se me olvida poner en el encabezamiento muchas cosas más del buen amigo Manolo, que es como a él le gusta que le llamemos todos. Pero lo cierto es que él es un ilustrísimo e ilustrado compañero de la Academia Iberoamericana de La Rábida, de la que es el secretario general. El “don” lo tiene ganado más que nadie, pero él no quiere que nadie se lo anteponga a su nombre. Son cosas propias de su sencillez. Yo solo lo conocía por sus obras, por haber leído sus poemas y sonetos, hasta que ingresé como miembro de la academia y entonces fue cuando empecé a tratarlo y surgió una buena amistad entre nosotros. Tengo que resaltar que se trata de una persona muy cariñosa y que lo demuestra cada vez que nos vemos con sus gestos y con sus palabras.
Hoy nos hemos visto para intercambiarnos libros. Yo le entregué el primer volumen de Gente de mi alma, en cuya primera página aparece un soneto que me dedicó. Y él me hizo entrega del último suyo, titulado Sonetos y Poemas, un ramillete de sentimientos. Y mientras nos tomábamos un café, hablamos de su trayectoria en esta vida dedicada a las letras.
Manolo nació, accidentalmente, en Cumbres Mayores, al pie del castillo fortaleza de Sancho el Bravo, ya que su tía Baldomera era matrona en ese pueblo serrano tan bonito. Fue el 25 de septiembre de 1932, casualmente el mismo día que vino al mundo el gran presidente del gobierno que tuvo España al comenzar la democracia, Adolfo Suárez González. Coincidencias de la vida, dos grandísimas personas.
Nada más nacer volvió a Huelva, de donde era toda su familia. Como curiosidad, su abuelo Gregorio Tello fue director de la cárcel de Huelva, que en aquella época se encontraba en el lugar donde hoy está el edificio del Ayuntamiento de la capital, en la que entonces era la Plaza de San Francisco. Siendo muy pequeño aún enfermó con una pleuritis que le mantuvo en cama mucho tiempo. Entonces no había los medios sanitarios que hay hoy y las enfermedades tardaban en curarse. Tanto tiempo le duró que, al salir de la cama, tuvo que aprender a andar de nuevo, algo que consiguió gracias a que tuvo muchas atenciones de las Hermanitas de la Cruz, que le cogieron mucho cariño y lo cuidaron con esmero.
Estudió en el Seminario de Huelva y también en el de Sanlúcar de Barrameda. Después hizo Magisterio y pasó a dar clases en el Seminario. Me cuenta que muchos de los curas que hoy ejercen el sacerdocio en nuestra ciudad fueron alumnos suyos y me da nombres y a casi todos los conozco.
Después se fue a Madrid, donde estuvo 18 años y, además de trabajar y ser profesor del Colegio Claret, estudió Filosofía en la Universidad Complutense. Una vez cansado de vivir en la gran urbe, que ya era la capital de España, decidió volver a su Huelva de su alma para impartir clases de Música en el Instituto La Rábida en el año 1979. Y lo hizo tan bien que logró que a sus alumnos les gustara la música clásica, lo que fue todo un logro.
Posteriormente se fue, durante un curso, a un instituto de Mérida. Pero volvió pronto y ya no se movió de su instituto hasta su jubilación, alternando sus clases con la ordenación de la biblioteca del centro, que estaba totalmente abandonada, con un mobiliario destrozado y una gran falta de libros que habían ido desapareciendo.
La labor que mi buen amigo Manolo realizó en pro de este lugar emblemático de Huelva no tiene precio. Y él lo hizo de forma desinteresada, solo por amor a los libros, un amor que muchos de los que por allí pasaron no tuvieron. Tanto es así que antiguos alumnos y otros profesores del centro le contaron cosas tremendas de cómo se llevaron ejemplares, muchos de ellos incunables.
Durante una época realizó un programa de radio titulado Viaje al país de la poesía. Era un programa cultural que emitía Radio Nacional de España y que tenía bastante aceptación, pero en una ocasión su sinceridad le causó problemas y se le cerraron algunas puertas.
Manolo hoy vive solo porque su querida esposa María Victoria falleció no hace mucho. Yo tuve el honor de conocerla y ella, que vivió muchos años en la calle Rábida, me contaba que conocía a mis abuelitos y que cada tarde los veía caminar para ir a misa a la bonita Iglesia de La Milagrosa.
Tuvieron tres hijos: un varón que vive en Londres; y dos chicas, una que vive en Estados Unidos y tiene la doble nacionalidad, americana y española, a la que nunca quiso renunciar; y otra que vive en Sevilla y es médica de profesión y es con la que se ve con más frecuencia. En verano se reúnen cada vez que pueden en nuestra amada Punta Umbría y nos solemos ver paseando por la calle Ancha.
No obstante, mi entrañable amigo sale todos los días a pasear y sentarse en una terraza de la calle San José de Huelva, donde se suele reunir con un grupo de buenos amigos para hacer tertulia. Yo, que en algunas ocasiones me siento con él, veo como todo el que pasa lo saluda con mucho cariño. Un cariño que él se ha ganado a pulso por ser un hombre tan bueno y cariñoso durante toda su vida. Manolo tiene una gran virtud, el culto a la amistad, lo que le hace ser totalmente feliz.
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