Objetivos de Desarrollo Sostenible, un faro internacional que nos guía como personas
Respons(H)abilidades
Los 17 ODS lanzados en 2016 por las Naciones Unidas son los retos globales que deben marcar las acciones públicas y privadas del mundo, y también las personales
Huelva/ Tras leer este artículo, ya nunca más podrá decir como ciudadano que no conoce los retos globales a los que nos enfrentamos como sociedad. Después podrá decidir si quiere o no quiere participar de la solución, pero su inacción ya no será por desconocimiento. Hoy me centro en compartir qué son y cómo podemos apoyar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Porque sólo si los tenemos muy presentes, en cualquiera de los muchos roles que desempeñamos en nuestras vidas, podrá el mundo en 2030 decidir nuevos retos o lamentarse del tiempo perdido. Los ODS nos tocan a todos. No cometamos el error de verlos como algo lejano o creer que no podemos hacer nada por ellos.
De dónde vienen los ODS
En septiembre de 2015 los líderes mundiales de las Naciones Unidas hicieron balance de lo que fueron los Objetivos de Desarrollo del Milenio. De aquellos primeros ocho retos mundiales lanzados en el año 2000 reconocieron muchos avances y también muchas lagunas, pero sobre todo se reafirmaron en la eficacia de definir objetivos claros para todos los países, con metas específicas para guiar las acciones. Así nacieron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que fueron lanzados en enero de 2016 para concentrar los esfuerzos internacionales durante los siguientes quince años. Esa es la Agenda 2030.
Cada uno de los 17 ODS tiene definidas una serie de metas específicas que inciden en la solución del objetivo al que se refieren. Además, cada meta tiene asociado uno o varios indicadores que permiten medir el avance hacia la solución. Todo un plan de acción conformado por los 17 ODS, 169 metas y 231 indicadores. Los pilares están puestos.
Un reto de Gobiernos, de empresas y de personas
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio previos a los ODS se centraban más en los países en desarrollo, en políticas sociales y en la labor de las ONG y los gobiernos. Pero una conclusión diferente destacó en los foros y encuentros previos en los que se negociaron y definieron los ODS: había que involucrar más a los países desarrollados, y las empresas de todo tamaño deberían ser llamadas a participar en estos retos mundiales o no se alcanzarían.
Pacto Global, conocido en nuestro país también como Pacto Mundial, es el instrumento de las Naciones Unidas al que le fue encargada la misión de involucrar a las empresas. Con su experiencia impulsando desde 1999 la mayor red de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) del mundo, la encomienda era lógica. Así, desde el lanzamiento de los ODS, Pacto Mundial es el instrumento que sensibiliza, guía y canaliza los esfuerzos privados.
Pero Pacto Mundial va mucho más allá. La RSC va mucho más allá. Por lógica empresarial es fácil deducir que el motor más eficaz de la RSC de las empresas es que les sea rentable, y la rentabilidad de las empresas está en gran medida en manos de los consumidores, que somos todos los ciudadanos. Hagan conclusiones.
Con esta lógica, Naciones Unidas publicó a finales de 2017 una simpática guía de acciones que cualquiera de nosotros puede hacer por los 17 ODS. Se llama Guía de los Vagos para salvar el mundo, y aunque personalmente no me parece el mejor nombre para impulsar su cumplimiento, sí que propone acciones muy claras que concentran los esfuerzos personales en el cumplimiento de la Agenda 2030.
Cuatro niveles de implicación personal
El primer nivel que nos proponen es ser “reyes del sofá” con acciones simples y eficaces que podríamos hacer sentados. Por ejemplo ahorrar electricidad enchufando los aparatos electrónicos en regletas que nos permitan desconectarlos por completo. O ser más activos en la defensa de los valores que promueven los ODS en nuestras redes sociales, no limitarnos a un “me gusta” ante las buenas prácticas y exigir iniciativas coherentes a las autoridades locales y nacionales. Y una de las acciones más transformadoras es, dado el auge del comercio online, comprar sólo en empresas que sepamos que son responsables.
En el segundo nivel están los “héroes del hogar”. También se alcanza con acciones domésticas aunque de mayor calado educacional. Algunas son las de siempre: secar las cosas y el pelo siempre que se pueda al aire; asegurarse de cargar al máximo la lavadora o el lavavajillas; tomar duchas cortas; no desperdiciar alimentos; reciclar en casa; comprar productos que estén mínimamente empaquetados; vigilar la eficiencia energética del hogar; no enjuagar la vajilla si utiliza lavavajillas; etcétera, etcétera, etcétera. Lo que viene siendo ser un ciudadano responsable.
Hay un tercer nivel: ser un “vecino simpático”. Aquí nos proponen conductas sociales coherentes. Desde comprar productos locales y en las tiendas cercanas, hasta evitar las compras compulsivas, pasando por consumir el máximo de productos sostenibles de producción ecológica. También usar la bicicleta o el transporte público, compartir el coche, utilizar botellas de agua y tazas reutilizables, llevar nuestra propia bolsa de la compra, donar lo que no utilicemos, comprar de segunda mano, y otro largo etcétera que nos convierte en ciudadanos aún más responsables.
Y por último está el cuarto nivel de ciudadanos “excepcionales en el trabajo” que no recuerda conductas que podemos poner al servicio de los ODS en nuestras empresas, incluso si no somos los empresarios. Por ejemplo: defender los derechos de los trabajadores y luchar contra cualquier tipo de desigualdad; asesorar a los jóvenes; tener las mismas actitudes amigables con el planeta que en casa; y sobre todo, pedir a nuestra empresa prácticas sostenibles e incluso políticas de RSC, e involucrarse en ellas.
Los ODS son retos mundiales. Los Gobiernos, ONG y empresas forman parte de la solución para conseguirlos, por supuesto. Pero la gran diferencia la podemos marcar los ciudadanos, y ahí es donde empieza nuestra Responsabilidad Social. Ahora es donde usted decide.
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