La Orden Baja: Un barrio de trabajadores donde viven los recuerdos
Huelva, barrio a barrio
Un paseo por las calles, por las plazas y por el pasado de esta barriada onubense que apenas tiene medio siglo de vida pero cuenta su vida por eterna
Los altibajos de los precios de viviendas en Huelva en cada barrio
No se puede vivir más en tan pocos años. Es el sueño de cualquier persona. Pero es la historia de La Orden Baja. Ese barrio onubense que el sol tamiza por las mañanas y tuesta de ocre toda esa lámina de viviendas que se levantan en bloques primos hermanos. Que son como una familia. Y se dan la mano cuesta abajo en Legión Española y Río de la Plata, que vertebran esta caja de recuerdos.
La Orden Baja no tiene más que medio siglo, pero sus calles evocan una vida eterna. La barriada nació para acoger a los trabajadores de las fábricas, las cuales daban unas facilidades para hacer esa mudanza de vida. El espacio era "una finca de olivos. Todo campo", señalan vecinos, de los primeros que durmieron en Virgen Chiquita, una de las principales calles que se edificaron.
La Orden Baja es el barrio de las tres generaciones. De los adultos, ya abuelos, que quisieron ser los primeros vecinos de la Virgen de la Cinta; de los adultos, hijos de esos abuelos, que son la continuidad de sus sueños; y de los nietos, que son los que ya corren y juegan por sus plazas: la de los Templetes, la de Andalucía y la de los Niños Bosnios. Esta última debe su nombre a la hazaña de vecinos, a través de una ONG, para traer en verano a menores de Bosnia que vivían en campos de refugiados en tiempo de posguerra, allá por los años 90. En esa plaza se reunían a jugar esos niños. Hoy, ese suelo es el campo de juegos que utilizan los que tienen el carné de yo nací en La Orden mientras sus abuelos rememoran su tiempo pasado en los bancos de alrededor.
Un paseo por la Orden Baja sirve como bálsamo para la memoria. Y un abrazo a la nostalgia. Todavía quedan resquicios de nombres o persianas bajadas de lo que fueron tiempos muy felices. Más de uno bailó en un guateque dentro del Piranchelo; cenó una noche de verano en el Moguereño con su familia; vio un partido de fútbol o jugó al mus en el Leyton con sus amigos; o vivió el origen de la Peña Flamenca en el Resbalón. Templos hosteleros que son insustituibles. En la memoria. Y el corazón. El barrio hoy día vive su máxima expresión en la festividad de la Virgen de la Cinta. Es el día de los onubenses, sí. Pero es el día de La Orden. Ahora, numerosas personas acompañan a la Patrona de Huelva pisando asfalto. Antes, hace décadas, "al barrio no llegaban los autobuses ni los taxis," todo era arena y los que trabajaban en el centro, su vehículo, eran sus pies. Ir y volver andando. Cada día. Hasta que levantaron el Obispado.
La Orden Baja es un barrio humilde. Y de gente trabajadora. Que se conformó durante años comprando en una tienda que hacía las veces de supermercados, hasta que llegó el primero. También, ha visto cómo mejoraron Legión Española, que era de doble sentido organizando mejor el tráfico; pero también ha visto cómo después de varias transformaciones a la Plaza de Andalucía, en ninguna uniesen por carretera Virgen Chiquita con la calle Lima, una reivindicación histórica de los vecinos de esa zona concreta.
Cuando despierta el día en las azoteas de los edificios, que son un balcón a la marisma, la Orden Baja arranca con su desparpajo y naturalidad. Tiene una foto fija de lunes a viernes. La barriada es un vaivén de niños, mochilas a la espalda, que dirigen sus esfuerzos a su formación académica. Los adultos dejan espacios de aparcamientos tras poner rumbo a su obligación laboral. Y los mayores agarran bolsas de plástico y empujan los carros tras hacer los mandaos habituales. Ahí entra en juego la Orden Alta, que une toda esa vida de servicios. Los vecinos echan en falta tiendas de ropa, e incluso una mercería, que ya no hay.
La grandeza de los barrios humildes reside en la mirada de las personas. Y ya está. Como las mismas que rezan en la pequeña parroquia San Juan de Ávila, donde daba homilías el ya desaparecido Antonio Salas; se cortan el pelo en la Peluquería Emilia; desayunan en el Vaquero; compran el pescado en Gabi; cantan los goles en la Peña Recreativista de La Orden; y celebran las cosas importantes con las tartas de la pastelería San José.
No se puede vivir más en tan pocos años. Como ocurre en La Orden Baja. Todo es gracias a la vida de sus vecinos, que engrandecen lo que antes fue una explanada de olivos. En sus calles permanece intacto el recuerdo de los que ya no están. Sus memorias están a salvo en la añoranza de las palabras de los que cuentan sus historias. Medio siglo de un barrio, que ya es eterno.
También te puede interesar