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Psicología y salud: Mitos del amor romántico

Todo está en ti

A unos días de celebrar San Valentín, es necesario que revisemos cómo se vive el amor en pareja, acabar con falsas creencias y crecer cada día para lograr una relación madura

Psicología y salud: Mitos del amor romántico
Emma García Mendoza - Psicóloga

12 de febrero 2023 - 05:00

Ahora que se acerca San Valentín es un buen momento para revisar una serie de creencias o mitos respecto al “amor romántico”. Porque la sociedad en la que vivimos es un entorno muy favorecedor para que dichas creencias falsas se fomenten.

Siempre debemos sentir pasión, fuego y deseo. La fase de enamoramiento dura un tiempo; según refieren los estudios, unos tres años, aunque hay personas quien se queda en unos seis meses. Esas mariposas no pueden ser eternas ya que nuestro cuerpo no podría asimilar esa adrenalina y enfermaríamos. Por eso vamos adaptándonos y quedándonos en una pasión y deseo más estable. La mayoría de las personas confunden estabilidad y aburrimiento. Con esto no estoy diciendo que la pasión y el sexo desaparezcan; todo lo contrario: se dan desde un amor más maduro y estable. No dejarse vencer por la rutina e innovar son buenas herramientas.

Si nos enfadamos con nuestra pareja es que no nos queremos y no estamos hechos el uno para el otro. Los conflictos son el abono de una buena pareja. El conflicto entendido como una oportunidad de gestionar nuestras diferencias. En estos casos hay dos distintos tipos de respuesta negativa a la gestión de los conflictos: Una es callarse, tragarse lo que no queremos por miedo a expresarnos, a que se enfade nuestra pareja; y la otra es la pelea y la broncas. Los conflictos nos ofrecen la posibilidad de mejorar la comunicación, expresar los deseos de cada uno, llegando a una mejor conciliación y armonía.

Estar enamorado es querer siempre estar con nuestra pareja y que ella también quiera estar todo el tiempo con nosotros por encima de otros planes. Cuando una de las partes comparte su tiempo también con sus amigos, familiares y aficiones, hace vida en pareja de un modo sano. No me refiero a esa persona que, tras estar con los demás, deja las migajas de su tiempo a su pareja, me refiero a la que dedica su tiempo principalmente a estar con su pareja pero también dedica parte a hacer cosas que le gustan.

Si me atrae otra persona, es que el amor se ha acabado. ¡¡Ni mucho menos!! Hay millones de personas en el mundo, claro que nos pueden parecer guapas o atractivas otras personas. Eso no quiere decir que nuestra pareja ya no nos guste. Pensar que hay personas guapas y que esa no sea tu pareja no significa nada. Un pensamiento es solo un pensamiento, no tiene nada que ver con que eso se haga realidad, si no hay voluntad de irnos con otra persona.

Si no es celoso/a es que no le gustas. Los celos son inseguridades, detrás de ellos las emociones más destacadas son el miedo y la ira. No son amor.

Los polos opuestos se atraen. Es cierto que muchas veces nos sentimos atraídos por personas muy diferentes a nosotros, y que al principio pensamos que eso nos complementa. Si somos un poco tímidos, buscamos a alguien extrovertido. Esto en un principio puede ser atractivo pero a la larga esas diferencias tan grandes son difíciles de sostener. Si más o menos no se coincide en los gustos, los valores o las aficiones, termina siendo una fuente de sufrimiento.

Los celos no son una demostración de amor sino de inseguridad que esconde miedo e ira

El Príncipe Azul y la media naranja. Disney nos ha hecho mucho daño con los príncipes y princesas. ¿Que tienen que rescatarnos o salvarnos? ¿De qué? ¿Y la media naranja? ¡Que no, que ya estamos completas! Los problemas de pareja y las rupturas vienen porque estamos esperando que la pareja venga a llenar ese vacío que sentimos cuando estamos solos consigo mismos; al querer llenarnos con la otra persona es cuando viene el problema, ya que nadie puede llenar ese vacío porque es solo nuestro, de nuestro interior.

El rol del adivino. Uno de los grandes mitos es que nuestra pareja debe adivinar lo que quieremos o nos apetece. Si no lo adivina es que no nos quiere o no le importamos. Vamos, que si nos apetece ir al cine, él/ella tiene que darse cuenta porque si le decimos lo que nos apetece ya se pierde la magia. La comunicación es lo que funciona, no la adivinación. ¿Y si el otro adivina pero no es lo que realmente queremos y se equivoca? “Si lo tengo que pedir, ya no la quiero”, es la frase que dicen.

Las personas que se quieren no se enfadan. ¿Perdona? Discutir no es un problema; es una oportunidad para aprender a hablar, negociar, llegar a acuerdos, ser asertivos y no agresivos.

El amor es para siempre. ¡Qué sabemos! ¡¡Qué sabe nadie!! Ni aunque tengamos un hijo, dos o los que sean nos asegura que el amor sea eterno.

Somos dos personas, no una. Cada uno tiene una forma de ver las cosas, de sentir, de expresarlas. Querer anular a nuestra pareja para que sea como nosotros, o querer parecernos nosotros a ella, lo único que va a conseguir es que perdamos nuestra esencia e identidad. Agradar, complacer en contra de lo que realmente queremos o deseamos solo acaba por destruir. Volcamos nuestras necesidades en el otro.

Madurez y romanticismo

Un amor maduro frente al romántico se diferencia en varios aspectos a tener en cuenta.

Primero, la aceptación total de la pareja: no estamos a la espera de que cambie para sentirnos bien. Con aceptación no digo que nos guste todo lo del otro; todo lo contrario: si algo no nos gusta y son comportamientos tóxicos, debemos hablarlo, pero no estar con esa persona esperando cambiarla.

Las parejas evolucionan y durante los años de convivencia el amor madura con una transformación de crecimiento mutuo.

También se siente un amor fácil, cómodo, que fluye, y no una relación de lucha y sufrimiento.

Resumiendo, en el amor maduro hay una comunicación asertiva en la que se puede hablar, se escucha y se respeta. También hay admiración, se valora a la pareja, se la estimula y se alegra de todos sus éxitos y alegrías. Y la pareja no es perfecta pero nos hace feliz; no nos manipula ni intenta hacernos daño.

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