El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Respons(H)abilidades
Empecemos haciéndonos una pregunta lógica ante la afirmación que da título a este artículo: ¿una empresa que no da nada desinteresadamente puede tener una buena Responsabilidad Social Corporativa y ser responsable? Sí. De hecho, la RSC, esa que es inevitable para todas las organizaciones, empieza en su obligación legal de ser rentable y sigue en la no menos obligación legal de hacerlo de forma ética.
Sigamos con las preguntas lógicas: ¿una empresa es responsable sólo con ser rentable y ética? Otra vez la respuesta es sí, al menos en lo mínimo que se le espera dentro de esa responsabilidad social que tiene sólo por el hecho de dedicarse a satisfacer necesidades con un producto o un servicio determinado.
Es cierto que la colaboración de las empresas con la comunidad, la denominada acción social, ha sido considerada siempre como parte de la RSC, pero actualmente ni siquiera es la más importante. Le adelantan por ejemplo la gestión responsable de los trabajadores, las evidencias de buena relación con los proveedores, la gobernanza ética y transparente o el respeto medioambiental.
También es cierto que para muchos autores el origen de la RSC se encuentra en esa filantropía usada en muchas ocasiones como argumento de venta o buena reputación. Sin embargo, para mí tienen mucho más sentido las teorías que sitúan el nacimiento de la RSC en los consumidores, en todos nosotros, cuando nos empezamos a dar cuenta de nuestro poder de influencia decidiendo qué comprar y qué no comprar.
Hace varias décadas que a las empresas ya no les vale todo. La RSC se consolida como una exigencia social cada vez más sólida en una sociedad que pide hace tiempo cambios claros en su entorno económico.
Siendo como es una parte de la RSC, lo que se espera de la acción social de las empresas responsables es que se integre en su estrategia de negocio y, por tanto, que tenga un impacto positivo en él.
Ser responsable en este apartado de la RSC obliga a la empresa a conocer las necesidades de la comunidad de su entorno, a medir el impacto positivo y negativo que tienen sus actividades en esa comunidad, y a comunicarse con ella. Aquí está otra vez la todopoderosa comunicación: es indispensable comunicarse y escuchar para conocer las expectativas de los que te rodean, para prever y adaptarte a sus demandas, gestionar los riesgos, y sacar rentabilidad de la acción social.
Por eso la acción social con sentido te ayuda a conocer mejor también a tus clientes y mejorar las relaciones con ellos, a diferenciarte en el mercado y hasta a encontrar nuevas líneas de negocio. Y no sólo eso. Implicar en la acción social a los trabajadores de la empresa, que además conviven en esa comunidad, mejora su motivación, compromiso y posiblemente su productividad.
¿Y cómo puede una empresa hacer acción social con sentido en el marco de su responsabilidad corporativa? El primer paso para contestar esta pregunta es conocer de verdad la realidad del entorno cercano, porque eso es lo que le da sentido. Después hay muchísimas posibilidades que no tienen por qué suponer grandes inversiones.
Es una acción casi natural y empieza a ser efectiva participar en las asociaciones locales o apoyar a estudiantes con prácticas profesionales. También es bastante eficaz impulsar el voluntariado corporativo, o fomentar las compras de bienes y servicios de la empresa en comercios justos del entorno. Otros gestos sociales son apadrinar causas solidarias locales, sobre todo si tienen especial relación con la actividad de la empresa, o hacer donaciones en especie a colectivos del entorno.
Es fácil y fructífero estrechar relaciones con los proveedores locales y darles preferencia, e incluso apoyar y potenciar su desarrollo económico y profesional. También es rentable y cosecha beneficios indirectos abanderar causas sociales que tengan sentido con la actividad de la empresa, por ejemplo desarrollando campañas de captación de fondos o fomentando el apoyo sectorial a causas concretas.
Lo que no es responsable es la acción social sin sentido, sin razón, y sobre todo, sin el propósito de cubrir una necesidad real. Eso suele ser una simple pantalla.
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