Santiago Gómez: “La diócesis se organizará en cuatro vicarias territoriales”
“Me llama la atención la humildad, pero hay que ver la capacidad de organizar como en el 92”
“Los cambios vendrán tras escuchar antes lo que diga el pueblo de Dios y analizar la realidad”
Es su primera Semana Santa en Huelva, donde lleva ocho meses desde que tomara posesión de la sede episcopal. Santiago Gómez Sierra muestra su alegría de estar en esta diócesis y agradece la buena acogida. Está conciéndola geográficamente y de manera personal, dice que le sorprende la humildad de la gente pero ve muchas posibilidades como las que tuvo en el 92. Espera poner en marcha un nuevo plan de trabajo con cuatro vicarías territoriales.
–¿Cómo se encuentra tras estos meses en Huelva?
–Estoy realmente contento, seguí el calendario de confirmaciones que dejó don José y eso me dio pie para recorrer toda la provincia. A partir de Navidad, con la intensificación de la pandemia, he salido menos porque se suspendían con mucha frecuencia las celebraciones previstas en las parroquias. Recibo a muchos sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas realidades de Iglesia, que me permite conocer un poco más a esta porción de la Iglesia particular que se me ha confiado.
–¿Qué lugares ha recorrido?
–De Encinasola a Santa Olalla, de Ayamonte a Almonte, todas las comarcas, la diócesis entera; la verdad, no he ido a todas parroquias pero sí he recorrido las comarcas. Aquí en Huelva he podido ir a varias parroquias.
–¿Qué es lo que más le ha gustado?
–De lo más visible que es la belleza cada uno de los paisajes de las comarcas. Alguna vez he ido por la Sierra y le he dicho a mi secretario: ¿vamos por Huelva o por Galicia? Es decir, un verdor, una preciosidad de paisaje. Me ha llamado la atención. Es importante ir descubriendo el alma de un pueblo, su forma de ser, no puedo decir que esa realidad la conozco ya, se va entrando poco a poco. Lo que sí me llama la atención es la acogida realmente cordial dispensada por todo el mundo. También la humildad, no encuentras así como un talante de orgullo de alardear de lo nuestro. Más bien que somos una diócesis sencilla, una Iglesia pobre, pero ves un espíritu realmente emprendedor. Me regalaron el libro Los inolvidable día de Huelva, de lo que se hizo entorno al 92 y la visita del Papa y se ve ahí la capacidad de organizar, de convocar, que uno se queda admirado. Ante eso me resulta más llamativo esa humildad.
–También habrá visto carencias.
–En lo material tuve mucho interés en visitar algunas obras que la diócesis lleva a adelante, desde Cáritas con el apoyo de las hermandades en la Casa de los Milagros y la Casa Santa María, que son de acogidas para personas sin techo donde se recuperan tras salir del hospital, me llamó la atención esa pobreza. Luego tuve mucho interés en ir a los asentamientos, estuve en el de Las Madres con el voluntariado de Cáritas, que trabaja con ellos, me impresionó ver esa realidad.
–¿Cómo acoge la Iglesia esta realidad de los migrantes?
–Intentando aliviar sus condiciones de vida, les ayuda a nivel de burocracia ante las administraciones, en temas de salud y estando presentes en los asentamientos. Me llamó la atención que se reúnen con ellos para ver qué es lo que necesitan, desde fuera podemos establecer unas prioridades y ellos experimentan otras. Por ejemplo, pedían que el Ayuntamiento sirviera agua potable con una cisterna y evitar trasladarse kilómetros por agua. Caritas y la Iglesia tienen un interés grande en que no olvidemos a esas personas. Es un reto de la sociedad. Sin caer en ningún tipo de recriminaciones de unos a otros, están reclamando una respuesta conjunta, solidaria.
–¿Se producirá algún cambio en la estructura organizativa del Obispado?
–Sí, algún cambio voy a introducir. Lo más sustantivo, que quizás es lo primero que aborde, será establecer unas vicarías territoriales, hasta ahora no las ha habido, aunque sí en otros momentos de la historia de la Diócesis. Estableceré una vicaría en la Costa y El Andévalo, otra en El Condado, en las minas y la Sierra y una cuarta la capital. Iremos poco a poco.
–Aunque dijo que no traía ningún plan preestablecido, ¿qué camino pastoral seguirá?
–La concreción la iré haciendo con el equipo de vicarios, con el clero y el pueblo de Dios que está cercano a la Iglesia y que también tiene una palabra que decir. El papa Francisco nos señala ese camino de la sinolalidad que es ir juntos. Escucharé lo que diga el pueblo de Dios en Huelva, hemos pedido un análisis de la realidad de la Iglesia diocesana, debilidades, fortaleza, oportunidades, y amenazas. Han contestado grupos, asociaciones, parroquias, arciprestazgo, será un material importante para concretar. Pero no somos una isla iremos por dónde hoy señala el papa, parte tiene que ser una pastoral que acentúe el anuncio de Jesucristo, será el kerigma. La secularidad hace que la fe no la podamos dar por supuesto, que hay que volver a anunciar el evangelio; por otra parte, es importante para la vida de la Iglesia la experiencia comunitaria. Fortalecer esos vínculos y esa pertenencia a la Iglesia y la dimensión de la caridad.
–A todo obispo que llega se le pregunta por la futura catedral.
–Recuerdo en esto a don José, cuando nos reuníamos los obispos de Andalucía alguna vez salía esos temas y decía: será mi hijo el que lo haga. Pues yo quizás tenga que decir lo mismo. En el sentido de que la catedral es modesta ni si quiera es propiedad de la diócesis. Es costumbre que nuestros obispos se entierren en la catedral, precisamente es el privilegio que se conserva en el derecho canónico, la única persona que se puede enterrar en ella para señalar esa continuidad en la cadena de testigo en nosotros como sucesores de los apóstoles. Los dos obispos fallecidos en la diócesis, don Rafael y don Ignacio, están enterrados en la capilla del Seminario. Tenemos una catedral pequeña, modesta, si la diócesis lo pide ni lo voy a frenar ni convertiré esa empresa en un objetivo personal del obispo que sí o si lo tiene que hacer. Lo importante son las piedras vivas.
–¿Cómo es el compromiso social de la Iglesia de Huelva en este tiempo de pandemia?
–Es muy notable en las obras que ya se venían sosteniendo como la Casa de los Milagros, la de Santa María y Oasis, que para unos recursos modestos son importantes. Luego está la mano del día a día que la Diócesis tiene para llegar a los pobres, la Cáritas Diocesana y parroquial. Esa cantidad voluntaria, mucha gente mayor, que está a pie de obra. El día que ocurrió el último incendio en los asentamientos enseguida llamé a Caritas a ver si sabían algo y la respuesta fue que ya estaban allí. He visitado el economato de la ciudad y ver los precios son irrisorios, con unos pocos euros se llena un carro de cosas. Esa creatividad que tiene la caridad es admirable en la vida de la Iglesia, la veo muy cuidada, muy atenta.
–¿Qué le ha parecido el viaje del Papa a Bagdad?
–Muy testimonial, en dos direcciones fundamentalmente, una la puesta que el papa hace por el diálogo, en lugares castigados especialmente por la guerra, el enfrentamiento por llevar el evangelio, su palabra va en el camino del encuentro y el diálogo entre religiones, entre pueblos y entre razas. Nos enseña también la atención a las periferias, podría ir el papa a los grandes países católicos y sin embargo en su agenda de viaje está ahí donde la Iglesia es una minoría social.
–¿En el Año Jubilar de San José cómo invitaría a los jóvenes a dar el paso al seminario?
–Le diría que no tengan miedo de comprometerse al amor que todo corazón humano siente, sea en el sacerdocio o en la vocación matrimonial. Hay pocas vocaciones sacerdotales, necesitamos más ciertamente, pero también vemos pocas vocaciones al matrimonio. Ocurre que muchos jóvenes sintiéndose en la llamada al amor tienen miedo del compromiso de por vida, entran muchos factores, como la dificultad de independizarse, en mantener un hogar. También hay algo de cultura, de no comprometerse, de ir a lo inmediato.
–Igualmente es el año de la familia, ¿cómo hay que cuidar a la familia?
–El objetivo es fortalecer a la familia, ayudar y acompañar en las situaciones concretas, que viven, que tienen que saber que todo lo que se invierta en atención a la familia es un servicio a la Iglesia, porque la familia es la Iglesia doméstica, y es un servicio inmenso a la sociedad misma. La célula de la sociedad es la familia, cuidarla es cuidar la salud de la sociedad.
–¿Cómo afecta la ley Celaá a la enseñanza concertada y en ello a la escuela católica?
–Antes de lo que respecta a la escuela católica, hay que decir que tiene un problema previo, y es que se ha hecho sin consenso ni diálogo en medio de esta pandemia. Es para lamentar el que sigamos sin conseguir un consenso social en el tema educativo y, por tanto, sea una ley de partido, llamada a durar lo que un partido en el Gobierno. Así llevamos mucho tiempo en España, una desgracia para la educación y las nuevas generaciones. Es realmente lamentable, creo que hay un estatalismo en ese espíritu. Se escuchan expresiones tan lamentables como que los hijos no son de los padres. ¿Entonces los padres qué son, los que crían seres humanos para que sean hijos del Estado? Por supuesto que son hijos de los padres y está bien que el Estado vele por el bien de los ciudadanos. Pero por supuesto van a velar mejor los padres por sus hijos que el estado por los ciudadanos. Hay que respetar la libertad de la familia de elegir la educación para sus hijos.
–Se acaba de aprobar la ley de la eutanasia, se dice que España es uno de los seis países del mundo que la tiene, ¿eso es un avance o por el contrario un retroceso?
–Cuando oigo aplaudir estas leyes como progresista pues sí, es verdad, progresamos a grandes zancadas hacia la barbarie. El sufrimiento por el sufrimiento nadie lo quiere. Desde la Iglesia, como tantas personas no solo confesionales sino desde la pura razón, pedimos unos cuidados paliativos que puedan aliviar la última fase de una persona y la Iglesia es la primera que rechaza el encarnizamiento terapéutico cuando no hay posibilidad de que la persona pueda salvarse. La eutanasia es la salida más fácil, quitar de en medio a la persona, ciertamente es más barato que los cuidados paliativos.
"La Semana Santa es un evangelio hecho carne”
–¿Cómo valora la realidad que son las cofradías?
–Veo una fe incrustada en la vida de un pueblo, de una cultura, de una sociedad. Las palabras que pude decir al final del pregón tras oír en tu intervención llamar la atención en ese trenzado de advocaciones del Señor y la Santísima Virgen en calles, plazas, lugares, de personas, de familia, vienen a decir que todo eso supone un evangelio hecho carne. Hay que dar gracias a Dios por esta realidad, debemos responsablemente cuidarla y trasmitirla para que no se desnaturalice y que siga siendo la fe encarnada en nuestro pueblo.
–Este es un año sin celebraciones externas, ¿cómo afecta?
–Son manifestaciones de fe en la que también se alimenta de las personas, de la comunidad cristiana, por tanto es una carencia que vamos a tener, pero también es una oportunidad, para vivir una Semana Santa más en la Iglesia doméstica. En una casa donde se pone un ramo de olivo en el balcón o una palma, se le explica a los niños y están dando una catequesis. A veces los propios cofrades coincide sus estaciones de penitencia con el triduo pascual y no pueden asistir, este año tenemos esa posible.
–Los templos también estuvieron cerrados.
–La Iglesia lo afrontó con creatividad, ha potenciado algo que estaba tímidamente presente en la vida de la Iglesia como las redes sociales. Nos ha hecho descubrir lo importante que es la presencia del otro, lo necesitamos no de manera virtual sino personal y comunitaria.
–¿Se podrán celebra otros actos en la calle como el vía crucis del Consejo?
–Lo hicimos así por lo que antes hablamos, no tenemos una catedral o un templo con dimensiones que permitiesen hacerlo dentro, se hizo en un espacio en la calle acotado con todas las medidas de seguridad. En el fondo fue convertir en templo un trozo de la calle. Quisiera que todos fuéramos muy prudentes a la hora de pensar en otros actos parecidos y en todo caso siempre guardando las medidas sanitarias que las autoridades.
–Un mensaje para estos días.
–Invito a vivir una Semana Santa más interiorizada, más en el ámbito familiar y en la comunidad parroquial, donde podamos vivir la liturgia tan rica de estos días.
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