Terremotos: cuando Huelva tiembla

Los últimos seísmos registrados recuerdan el riesgo para la provincia por su ubicación en una zona de alta actividad

Anatomía de una ola: así fue el tsunami que asoló Huelva

El profesor Alonso Chaves señala en un mapa la zona de actividad sísmica que afecta a Huelva. / Josué Correa
Antonio Carrasco

30 de enero 2022 - 06:06

En Huelva el suelo tiembla con frecuencia, a diario. No es muy habitual que sea tan perceptible al ser humano como el registrado el pasado 2 de enero en el mayor seísmo de los últimos años, pero bajo nuestros pies la actividad es constante. Cada año se registran cientos y en ocasiones más de un millar de temblores. No es casual. La provincia se encuentra en una zona de alta actividad sísmica como consecuencia de su cercanía a la dorsal atlántica que cruza el planeta de polo a polo y a la fricción entre Europa y África. La respuesta a todo ello es un triángulo que abarca prácticamente el equivalente geográfico del Golfo de Cádiz. Se denomina falla Azores-Gibraltar y justo a unos 250 kilómetros al suroeste del Cabo de San Vicente en perpendicular a la costa onubense se bifurca en la montaña subacuática llamada Gorringen. Ahí está el foco de todo los terremotos que a lo largo de la historia han golpeado Huelva.

El más intenso del que el hombre tiene registros ocurrió en Chile en 1960 en la zona de subducción del pacífico con el continente americano. No hay memoria documental de uno mayor, lo cual no quiere decir no lo haya habido. Es la cumbre, una extremo afortunadamente ocasional que sucede cada 150-200 años. ¿Y antes de ése? Huelva bien sabe la respuesta. Todo onubense ha oído hablar del terremoto de Lisboa del día de Todos los Santos de 1755, llamado así por el destrozo en la capital lusa y su importancia política, si bien su ubicación se encuentra más próxima a la zona del Cabo de San Vicente que en la fachada atlántica lusa. La Huelva del siglo XVIII quedó sepultada por el tsunami que provocó su más de 8,5 puntos en la escala Richter e incluso la geografía cambió con efectos destacados en zonas como la actual Isla Cristina. Y volverá a pasar.

El profesor de Geología de la Universidad de Huelva, Francisco Manuel Alonso Chaves, conoce el corazón de la tierra y analiza “sus latidos”, como define a los constantes movimientos sísmicos del planeta. La suya es una metáfora sencilla. “La tierra late y cada latido es energía que libera, pero al igual que nosotros mismos a veces aceleramos nuestros latidos o suspiramos lo hace el planeta y libera una energía necesaria que si no soltara terminaría provocando una explosión mayor”.

Hace apenas unas semanas que la población de la costa occidental de Huelva se llevó un buen susto cuando sintió que el suelo temblaba. El seísmo del 2 de enero fue de algo más de cuatro grados en la escala de Richter y uno de los 12.000 que anualmente se registran de una intensidad similar en todo el mundo. No generó daños materiales ni humanos, pero devuelve al primer plano la necesidad de “formación e información”. El profesor Alonso Chaves defiende que “hay que estar preparados porque si sucedió una vez, volverá a pasar. Sabemos que Huelva va a registrar un nuevo terremoto como el de 1.755 en algún momento. Es muy probable que nosotros no lo conozcamos, ni nuestros hijos o nietos, pero cuando llegue el momento lo que nos corresponde es tener los medios preparados y a la población capacitada para responder de forma que el daño sea el menor posible”.

Comparativa de energía e intensidad de los seísmos registrados en Huelva y en el planeta. / Profesor Alonso Chaves

Si 1.755 queda lejos en los libros de historia, no tanto el ocurrido el 28 de febrero en 1.969 y del que quedan numerosos testimonios documentales y personales entre la población que lo vivió. Rozó los ocho puntos en la escala Richter. Un nivel de intensidad que lo situó como el segundo más grave registrado en Huelva y uno de los más importantes que se conoce con una energía liberada superior a la erupción del Santa Elena en los 80 o la más reciente en Tonga, que incluso fue detectada por los barómetros en la provincia.

La dinámica de placas es ajena al hombre, que no puede controlarla ni condicionarla. A diferencia del cambio climático y el daño que el ser humano es capaz de hacerle a su propio planeta, los movimientos sísmicos “son inherentes al planeta”. Es la propia energía que genera su gravedad “la que lo provoca”.

Los terremotos frente a la costa de Huelva “son diarios”. No obstante, son considerados relevantes a partir de 4,5 grados de magnitud (el del día 2 de enero fue calibrada inicialmente como 4,6 y luego rebajado a 4,3) por la cantidad de energía liberada. Éste caso concreto que el más fuerte de la docena que confirmó el Instituto Geográfico Nacional a través de su red de alerta pública en apenas unos días. De estos se suelen producir “alrededor de media docena al año y con la cercanía suficiente para que lo pudiéramos sentir al menos uno”. El profesor Alonso Chaves considera que éste último seísmo “nos marca la frontera de un club selecto de temblores relevantes” por su magnitud. Distingue en ese punto la percepción por parte de la población ya que ésta “puede deberse a otros factores como la profundidad y la cercanía por lo que a lo mejor sentimos uno de magnitud 2 si lo tenemos muy próximo sin notar otro mucho mayor” pese a que la incidencia y los efectos de éste pueden ser superiores. La energía liberada en el terremoto del pasado 2 de enero “fue similar a la que produjo el ensayo nuclear de Bikini por parte del ejército de los Estados Unidos”. Obviamente, la diferencia radica en “la profundidad a la que se libera”. Recientemente, “la erupción de Tonga fue equivalente a cien veces la bomba de Hiroshima”. Los procesos naturales de la tierra “nos demuestran la enorme capacidad que tiene el planeta y lo vulnerables que somos”.

La memoria del terremoto de Lisboa de 1755 como principal ejemplo de destrucción “es necesaria y hay que recordarlo constantemente para que seamos conscientes de los riesgos”. Insiste el profesor en la necesidad de la prevención y para ello alude como ejemplo “los planes que tienen los principales gobiernos de coyuntura de impacto de un meteorito. Es improbable que pase, lo cual no quite que se investigue y se hagan pruebas necesarias”. El principal problema ante un desastre natural de estas características es que “no se puede predecir”, por lo que la única herramienta para darle respuesta es “tener planes” de contingencia listos.

Contabilizados al menos 14 grandes tsunamis que han golpeado la costa onubense

El peligro vendría del mar. El riesgo de un gran terremoto en el interior de la provincia “es casi cero”. No obstante, las pruebas paleosísmicas existentes de tsunamis en las costas de Huelva permiten tener la certeza de que en algún momento volverá a pasar. “En los alrededores de la ciudad hay muchas muestras geológicas de tsunamis anteriores a 1.755 que nos hacen pensar en uno cada 500 a 1.000 años aproximadamente. Automáticamente calculamos y pensamos que nos libraremos del próximo, pero como es irregular nadie nos puede asegurar que no vaya a suceder antes”. Es así como se han logrado probar tsunamis de gran importancia sufridos en los años 1531, 1013, 949, 881, 395 y en 577 AC y anteriores. En total, unos 14 en los últimos 9.000 años en la provincia onubense según los estudios.

De hecho, en los últimos 50 años se han vivido casi una docena de fuertes temblores en Huelva. Alguno reciente como el 20 de diciembre de 1989 y otros algo más lejanos como en 1969, considerado el segundo en magnitud de los registrados tras el de 1.755. Todos tienen como punto en común el origen en la fricción tectónica ese triángulo que forma el Golfo de Cádiz.

Ante ese escenario “solo podemos trabajar en la gestión del desastre”. Alonso Chaves destaca “los pasos adelante” que se están dando como el desarrollo del ‘Plan Estratégico ante el riesgo de tsunami en Huelva’ en el que trabaja el Ayuntamiento de la capital y que será el primer documento de estas características en España. También la Junta de Andalucía se ha sumado a las campañas de formación como el simulacro celebrado en octubre. No obstante, cuestiona que estos ensayos “no reflejen la realidad de lo que nos podamos encontrar”. Por ello insiste en la necesidad de “una formación constante que implique a toda la población, no hacer un simulacro una vez y ya está”. La historia demuestra que “es un punto débil para el que debemos prepararnos”. Las pruebas deben ser “periódicas y sin que interfieran demasiada a la vida de la ciudad nos permitan trabajar en escenarios reales”. Estas simulaciones deben “involucrar a toda la sociedad”. Así, el futuro plan de emergencias debe recoger información clave como zonas seguras, puntos de evacuación, rutas de acceso y salida que además “deben ser conocidas por la población”. La información no solo debe incidir en todas esas cuestiones logísticas, sino otras domésticas como la forma de actuar ante un terremoto en cada domicilio y a nivel particular. Junto a ello, los planes de contingencia deben contemplar “el tipo de construcción o los materiales para que estemos lo mejor preparados cuando llegue”.

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