Terrorífica sesión de ouija en un camping de Huelva

Una voz temblorosa al teléfono tenía que contar algo que acababa de pasar tras jugar a la ouija para animar la noche

Encuentro OSNI en Huelva

Ouija en el camping.
Ouija en el camping. / M.G.
Jose Manuel García Bautista

18 de junio 2023 - 06:00

Reconozco que su llamada me sobresaltó, eran las dos de la mañana y aunque estaba despierto, enfrascado en la trama de mi nuevo libro, siempre, cuando suena el teléfono a esa hora, te inquietas. Al otro lado resonaba una voz temblorosa, era el hijo de un buen amigo que me tenía que contar algo que le acababa de pasar.

Se había ido con un grupo de amigos de camping a la playa. Se habían llevado consigo todo lo necesario para pasar un buen fin de semana con las tiendas de campaña, sacos de dormir, comida enlatada, bebidas y una pequeña barbacoa portátil. Planeaban pasar unos días disfrutando de la naturaleza y desconectando de la rutina diaria.

Me decía que habían cenado alrededor de la barbacoa, se divirtieron con los juegos de cartas que habían llevado. Pero, cuando empezó a oscurecer uno de ellos sugirió jugar con una ouija para animar la noche. Al principio, los demás se mostraron reacios a la idea, pero finalmente cedieron a la curiosidad e hicieron caso a su amigo.

Uno de ellos había llevado una tabla ouija que había comprado en una tienda y una vela para ambientar. Se sentaron alrededor de la mesa y colocaron sus dedos índices sobre el máster. Uno de ellos empezó a hacer preguntas en voz alta, mientras los demás observaban con atención.

-¿Hay alguien ahí? -preguntó el chico.

La tabla empezó a moverse de forma sutil, pero constante, hacia la palabra "sí". Los amigos se miraron entre ellos y se rieron nerviosamente.

-¿Cómo te llamas? -volvió a preguntar el chico.

La tabla empezó a moverse de nuevo, esta vez más rápido y con más fuerza, hacia las letras "A", "N", "T", "O", "N", "I", "O". Los amigos se quedaron sin habla, sin saber si alguien estaba jugando una broma o si realmente estaban contactando con un espíritu.

-¿Qué quieres de nosotros? -preguntó otro de los chicos.

La tabla empezó a moverse con un frenesí cada vez mayor “como si el espíritu estuviera enfadado” me decía. Empezaron a escucharse ruidos extraños a su alrededor, como si algo se moviera entre los árboles. Los amigos empezaron a sentir miedo y decidieron dejar el juego.

Pero no fue suficiente para detener la presencia que habían invocado “no sé si tiene relación o no Bauti pero la noche se volvió más oscura y fría, desapacible” y los amigos empezaron a sentir una presencia que los acechaba. Al principio, pensaron que eran imaginaciones suyas, pero pronto se dieron cuenta de que algo estaba pasando. Empezaron a oír ruidos de ramas rotas y de hojas pisoteadas, y a sentir una respiración fría.

“No pusimos en un sitio apartado del camping y en ese momento notamos que estábamos solos allí. Intentamos dormir pero no logramos conciliar el sueño. Algo nos mantenía en vela, y no podíamos quitarnos de la cabeza la idea de que habían invocado a un espíritu maligno” decía.

La noche se hizo eterna. Los amigos no se atrevían a moverse, ni siquiera a encender una linterna, por miedo a lo que pudieran encontrarse. Solo se aferraban a sus sacos de dormir, en posición fetal, esperando que el amanecer llegara pronto.

Pero la presencia no se detuvo. A medida que pasaban las horas, los ruidos se hacían más fuertes y más cercanos. Los amigos empezaron a escuchar susurros, risas y gemidos, como si hubiera más de un espíritu a su alrededor. Y entonces, de repente, algo empezó a golpear la tienda de campaña con fuerza.

Los amigos se sobresaltaron y se abrazaron con fuerza. Uno de ellos, el más valiente, se armó de valor y salió de la tienda con una linterna en la mano. Lo que vio lo dejó sin palabras: una figura oscura que se acercaba a él lentamente.

El chico corrió de vuelta a la tienda, gritando a sus amigos que se levantaran y huyeran. Todos salieron de la tienda en estampida, dejando atrás sus pertenencias. Corrieron sin saber hacia dónde iban, solo deseando escapar de aquella presencia maligna.

Cuando llegaron a un claro y se detuvieron a recuperar el aliento vieron que algunos “campistas se quejaban, nos decían que dejáramos de hacer ruido con la borrachera, cuando no habíamos bebido”. Decidimos volver al rato, le dijimos al de seguridad que habíamos escuchado ruidos raros y que si podía venir. El hombre nos acompañó pero todo estaba en orden. Entonces fue cuando decidimos recoger. El de seguridad nos dijo que si nos pensábamos ir, le dijimos que si y como era la una de la mañana, una y pico, pensé que podrías decirme que nos ha pasado, perdona la hora” decía.

La verdad es que no supe decirle que le pasó ni si estuvo o no relacionado con la ouija. Sólo les recomendé que pasaran la noche en otro sitio del camping, aunque fuera sólo con los sacos de dormir y que ya pensaran con más calma a la mañana siguiente.

Sobre las 9:30 le llamé, me descolgó el teléfono y me dijo “Bauti, ya estamos en Sevilla, esta mañana recogimos todo y nos hemos venido, vaya susto grande, no queremos ni recordarlo”. Mi consejo sólo fue: “en otra ocasión pensaos bien lo que hacéis y no juguéis con temas que se escapan de vuestra comprensión”.

Es quizás el consejo general que se puede dar a todo aquel que toma como un juego lo que no es.

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