Vázquez Díaz vuelve al Museo
La sala de Bellas Artes ofrece un recorrido por la obra del artistas desde sus primeros trabajos de niño en Nerva
"Con el abrigo ceñido al talle como un capote de paseo, la boina montmartriana (que luego haría vasca en su amada Fuenterrabía), la húmeda sonrisa cordial, aquella inimitable elegancia suya, su afectuosísimo interés por todo cuanto hacíamos los jóvenes de entonces", así describían sus discípulos a Daniel Vázquez Díaz. El pintor de Nerva (1882-1969) fue uno de los andaluces más universales de la plástica del siglo XX, innovador, lleno de imaginación y buen humor. Vázquez Díaz fue un humanista, un observador agudo, espectador con capacidad de admiración y sentido del humor, buen conversador y un escritor claro y ameno. Ahora el pintor retorna a las salas de Bellas Artes del Museo Provincial de Huelva, después de un largo periodo en otras exposiciones. La exposición estará abierta hasta el 13 de julio. Se trata de una interesante colección de obras de distintos periodos.
Daniel Vázquez Díaz es una figura clave en la cultura artística del tramo central del siglo XX. Para una buena parte de los pintores que protagonizaron las vanguardias de los años veinte y treinta fue maestro directo, cuando no, referencia primordial. Pero Vázquez Díaz también encarnó el modelo propuesto por quienes durante más de medio siglo (entre 1920 y 1970) defendieron para el arte español un maridaje sin fisuras entre modernidad y tradición. De 1906 a 1918 residió en París, verdadero epicentro mundial del arte contemporáneo. Al tiempo que iba asimilando las nuevas poéticas visuales, contribuyó a difundir en la escena francesa ciertos estereotipos temáticos que perpetuaban, modernizándola, la vieja imagen romántica de España. Fue uno de los creadores plásticos alineados con el Ultraísmo, el más radical entre nuestros primeros movimientos de vanguardia. Sin embargo ya en ese mismo 1921, el poeta Juan Ramón Jiménez proponía al artista como ejemplo y camino para lo que consideraba necesaria "vuelta al orden".
Frente a lo que suele decirse, el característico neocubismo (o "figuración geométrica") de Vázquez Díaz no fue importado directamente de París en 1918, sino que el artista lo fue desarrollando ya en España a partir de finales de 1919, después de haber conocido en Madrid el Vibracionismo de Barradas, tras un intenso intercambio de experiencias con otros artistas. Sólo es a partir de 1920 y a lo largo de toda la década, cuando el pintor difunda el emocionado neocubismo por el resto de la Península. Hay que destacar el conjunto de fresco realizados de 1927 a 1930 en el Poema del Descubrimiento en La Rábida.
La exposición que se encuentra abierta en el Museo de Huelva es una oportunidad para conocer más de cerca a Vázquez Día, desde aquellos primeros pasos en su entorno más íntimo, desde El chico de Nerva, su primera obra, pintada con tan sólo 15 años, como los retratos de su hermano Moisés y de sus padres, donde también aparece uno de sus primeros autorretratos, anuncian la maestría que el pintor alcanzaría año más tarde, mientras que Maternidad muestra importantes signos de modernidad en sus formas volumétricas, siendo identificables las figuras de su mujer Eva Aggerholm y su hijo Rafael.
La muerte del torero, pintada con 30 años, inicia una nueva etapa pictórica en la trayectoria de Vázquez Díaz, hacia una monumentalidad y rotundidad en los perfiles de las figuras, donde se advierten influencias como la de Zuloaga. Con esta obra consiguió la medalla de tercera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915 y en ella se puede identificar personajes ilustres de la época.
El paisaje en Vázquez Díaz está unido al País Vasco. El artista quedó cautivado por la luz y el color de esta tierra, que marcarían toda su producción paisajística. Sus paisajes son instantes, impresiones, sensaciones, que cautivan, que transmiten, que trasladan. Obras como El canal verde muestran cómo el autor deja atrás su impronta academicista de los primeros años para sumergirse de lleno en la vanguardia parisina, con planos de tendencias apuntadas y recortadas y una visión particular de las formas cezannianas y postimpresionistas en general.
Una obra singular es El desnudo en la ventana. Es una pintura de particular belleza y serenidad, destaca sobre todo si consideramos que fue pintada en el convulso Madrid de la Guerra Civil, en 1939. Gracias a los juegos de luz y los contrastes que conforman el cuerpo desnudo femenino, el artista consigue inundar la obra de erotismo y darle gran potencia volumétrica y modernidad, tratando un tema clásico como el desnudo con una enorme originalidad, tanto en la postura, de gran dificultad y magníficamente resuelta, como en el tratamiento de los volúmenes y la pincelada.
La exposición centra también una mirada especial en los retratos donde forja la personalidad el artista. Desde su estancia en París Vázquez Díaz retrató a sus amigos como Modigliano o Juan Gris, para continuar cultivando este género durante toda su vida artística. Inmortalizó a gran cantidad de amigos y conocidos, llegando a ser el retratista por antonomasia de la intelectualidad española de entreguerras, como muestran las imágenes del pintor Javier de Winthuysen, el poeta Juan Ramón Jiménez o el escritor Adriano del Valle. Junto a estos, realiza también retratos idealizados como El conquistador Hernán Cortés, El Monje o Silencio de Cartujo, pintado en París en 1917, cuya profundidad psicológica muestra la habilidad que el artista alcanzó en su ejecución.
Hay otro aspecto importante, que también se recrea en esta exposición es Vázquez Díaz como dibujante, destacando los estudios preparatorios para el ciclo de frescos del monasterio de la Rábida. Este trabajo es su más ambiciosa obra, en ella la modernidad se funde con la influencia del pintor portugués del siglo XV Nuno Gonçalves. Como magnífico dibujante, consigue unas escenas de gran fuerza, como en los rostros de los frailes franciscanos que se encontraban en La Rábida en el momento de su ejecución, dibujo preparatorio para el panel de Las conferencias o en la gran obra La Partida de las Naves, de gran complejidad compositiva.
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