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Huelva/Cuando un líder ofrece un discurso no sólo se analizan sus palabras. El lenguaje no verbal y el paraverbal también es estudiado porque revelan información mucho más allá de las palabras pronunciadas. En el caso de los discursos reales, ese escrutinio se lleva hasta el extremo. Cada detalle tiene su interpretación y, por tanto, todo es susceptible de ser examinado y, por su puesto, comentado.
En España es tradición desde 1975 que el monarca pronuncie un mensaje de Navidad. Es el único discurso del año en el que el Rey se dirige a los españoles a través de la televisión, salvo excepciones como el 3 de octubre de 2017 cuando intervino por la crisis de Cataluña. La pasada Nochebuena Felipe VI ofreció su octavo mensaje de Navidad tras la abdicación de su padre en 2014.
Uno de los aspectos más destacados del discurso del monarca español ha sido la pérdida de casi 3 millones de espectadores, lo que ha sido interpretado como un distanciamiento de la sociedad española hacia la Casa Real y su creciente republicanismo. En honor a la verdad, esta pérdida de audiencia se ha producido con respecto a 2020, cuando las palabras de Felipe VI en Nochebuena alcanzaron su récord, muy probablemente por la situación que se vivía en esos momentos por el Covid-19.
El último discurso no ha sido el que menos interés ha suscitado, tal como acreditan las audiencias de los ocho mensajes de Felipe VI desde que accedió al trono español. Un total de 8.241.000 espectadores obtuvo en 2014; 6.666.000 en 2015; 5.830.000 en 2016; 8.157.000 en 2017; 7.956.000 en 2018; 7.537.000 en 2019; 10.470.000 en 2020 y 7.933.000 en 2021.
El lugar desde el que pronuncia el discurso también suele ser otro detalle muy comentado. Salvo en 2015, en el que se decidió cambiar de espacio, el lugar elegido siempre ha sido el Palacio de la Zarzuela. En aquella ocasión el mensaje navideño se grabó en el salón del trono del Palacio Real. Con ese escenario, Felipe VI pretendía ofrecer mayor solemnidad a un discurso que se emitía sólo 4 días después de haberse celebrado unas elecciones generales y en un momento marcado por la necesidad de alcanzar acuerdos políticos para conformar un gobierno. Esfuerzo en vano, porque las elecciones volverían a repetirse meses más tarde.
En su primer discurso en 2014 cambió el salón de Audiencias del Palacio de la Zarzuela donde su padre solía ofrecer el mensaje de Navidad por una estancia más familiar en la que recreó una salita de estar, con un sofá y grandes ventanales sobre los jardines. En 2016, el monarca se dirigió a los españoles desde su despacho en la Zarzuela, el lugar donde ese año celebró hasta cinco rondas de consultas con los partidos políticos por los diez meses de bloqueo hasta conformarse el gobierno. El año 2017, por su parte, fue el año del procés catalán, y para mostrar su apoyo al gobierno español, el jefe del Estado escogió la seriedad del salón de Audiencias, y volvió a repetir en 2019.
Este año, como es habitual, la escenografía ha sido estudiada al milímetro. Felipe VI ha aparecido sentado en una sala contigua al salón de Audiencias y, a diferencia de nochebuenas anteriores en las que imperaba lo clásico y la madera, el lugar ha destacado ahora por la claridad en suelo y paredes, los muebles estilizados y ligeros y el arte moderno, con una obra de la argentina Sarah Grilo y otra del catalán Albert Ràfols-Casamada. Lo más clásico han sido la silla donde se ha sentado el monarca, el árbol de Navidad, las figuras del nacimiento y las flores de pascua.
Esta nueva escenografía, mucho más actual, contrasta con el ambiente distante, anacrónico y rancio de años anteriores, y deja entrever una clara voluntad de transmitir cercanía y modernidad.
A través de las fotografías -otro de los grandes aspectos comentados tradicionalmente en los discursos del rey- también hemos podido ver ese toque de modernidad. En una foto aparecen Leonor y Sofía rodeadas de jóvenes en una visita a la Reserva de la Biosfera en de Montejo de la Sierra (Madrid) en su primer acto sin los Reyes. En otras imágenes hemos apreciado diferentes momentos de la vida del monarca: una imagen de la familia real en el palacio de Marivent en 2015 y sus intervenciones en la Asamblea General de las Naciones Unidad y ante el Parlamento Europeo.
Según el responsable de la información de la Casa del Rey en El País, Miguel González, “el mensaje que quiere transmitir La Zarzuela con estas imágenes es obvio: la española es una monarquía moderna, cercana a la gente —tanto en las catástrofes naturales como en los triunfos deportivos—, y con futuro. Un futuro que representa la Princesa de Asturias, heredera de la Corona, pero también su hermana. El pasado, Juan Carlos I, ha quedado atrás”.
El lenguaje no verbal del monarca es otro de los clásicos a la hora de analizar los mensajes navideños del Rey. El experto en comportamiento no verbal, José Luis Ovejero, ha visto en el rostro de Felipe VI “emociones muy claras como la tristeza” al referirse al volcán de La Palma y al coronavirus, acompañando sus palabras con dos gestos “muy potentes” y “sinceros” como apretar los puños o llevarse la mano al corazón.
Mucho más crítica Patrycia Centeno, quien en su blog no ha sido tan complaciente ni con el mensaje ni con el lenguaje no verbal del monarca. Esta experta cree que Felipe VI apareció “robotizado”; considera que el gesto de llevarse la mano al corazón fue “poco natural” y el de cerrar los puños “es coherente, pero queda fatal en un hombre trajeado y sentado en una silla”. También señala que los cambios de plano “girando la cabeza” es “un recurso dramático anticuado” que, cuando se realiza en exceso, “pasa a ser cómico y resta seriedad”.
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