La influencia del aspecto físico en política
War Room
La apariencia, en especial en el caso del exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, tiene una importancia tan sustancial como puedan serlo las ideas, puesto que forma parte del mensaje
Huelva/Platón decía que los peinados, la ropa, el calzado y todo el aspecto exterior forma parte de las leyes no escritas sobre las que se funda un Estado. La valoración social y política del líder y su estimación de poder tiene mucho que ver con su imagen, y hoy los líderes no lo son sólo por su cualidad intelectual, sino que influye especialmente su capacidad mediática.
Es un hecho que el atractivo físico influye en la valoración que los ciudadanos realizan de los políticos. Un estudio realizado por la Universidad de Minnesota en 1966 ya advirtió de que el matiz que desencadenaba la atracción y la simpatía era el aspecto físico. Para el experto Costa Bonino, el atractivo físico también figura entre las cualidades que distinguen al líder.
En política, la personalización del líder es una realidad, y sobre él recae la imagen del partido concreto al que represente. Una de las consecuencias del infoentretenimiento o de la llamada política pop es que la imagen física adquiere mayor influencia, sobre todo en aquellos públicos poco interesados en ella. Un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachussets determina que el segmento de población más influenciado por la imagen de los candidatos políticos es aquel con menor nivel formativo y que pasa más tiempo frente al televisor. A partir de esta investigación, los científicos del MIT señalan que, por cada diez puntos que un candidato consigue por su apariencia física, la mitad corresponde al apoyo de votantes que tienen menos información política.
En el reino animal, los individuos cuyo aspecto se aparta por algún motivo de la media, provoca una fuerte repulsa, incluso la agresión de sus congéneres. En el ser humano, el aspecto externo puede alterar el proceso de socialización, y en política llega a convertirse en seña de identidad o en aglutinador de la crítica de los adversarios. Es el caso del icónico peinado de Pablo Iglesias, al que incluso apodaron “el coletas”.
En toda Europa, el pelo largo y las coletas han sido signo de distinción, de riqueza y de estatus hasta el siglo XIX, nada que ver con lo que representa ahora. En el imaginario colectivo español, coletas y Pablo Iglesias significaban la misma cosa. Para muchos era una extravagancia, pero la parte más característica de la estética del exlíder de Podemos es ya historia.
Algunos analistas políticos han criticado el exceso de atención (y de memes) que ha suscitado el corte de la coleta de Pablo Iglesias, solapando acontecimientos de relevancia como la crisis en Israel o el informe del panel de expertos independientes sobre el covid. Pero el nuevo look de Iglesias es algo más que un corte de pelo al uso. En el mundo taurino, cortarse la coleta es sinónimo de retirarse de los ruedos, y el exlíder de Podemos ha acompañado su abandono de la política y su vuelta al mundo académico con un cambio de imagen.
La coleta era algo más que un tipo de peinado inusual en un hombre dedicado a la política en nuestro país. En Iglesias era el símbolo de la irrupción de Podemos en la política española, de ahí que el interés desmedido por su desaparición no deba catalogarse como una mera manifestación del infoentretenemiento o de la celebrificación del líder político.
En un análisis del politólogo Ignacio Martín Granados para Canal Sur, interpreta que “es un acto meditado que pretende significar mucho más de lo que es. Las asociaciones de ideas, las metáforas, son elementos poderosos, y para Pablo Iglesias su estética era fundamental porque mandaba un mensaje político: conectar con la gente de la calle, ser diferente, no como el resto de "casta" política. Por tanto, la coleta no sólo era estética, sino un símbolo de identidad, el signo del Pablo más contestatario”.
Lo cierto es que, algo tan cotidiano como cortarse el pelo, ha acabado con una de las señas de identidad del personaje y de todo un movimiento. Para el politólogo, “el impacto y la fuerza de Podemos residía en su estética, a la que convirtieron en arma política y que fue también utilizada por sus adversarios como material de descalificación. Ahora, al cortarse la coleta, ha conseguido el efecto que deseaba, escenificar el fin de ciclo y el comienzo de una nueva etapa”.
No era la primera vez que la coleta había sido objeto de debate en el seno de Podemos. La conveniencia de cortarse el pelo ya se discutió tras las elecciones europeas de 2014, antes de concurrir a las elecciones generales de 2015 y nuevamente a su entrada en el Gobierno como vicepresidente en segundo en 2019. Finalmente, el paso de la coleta al moño fue una decisión a medio camino entre la comodidad y mantener la seña de identidad. Ahora, por fin, ya fuera de la política sus deseos han podido imponerse a cualquier otra consideración. “Ha sido un gesto de reafirmación: controlo mi vida y me corto la coleta cuando quiero, no cuando me lo piden”, en opinión de Martín Granados.
Poder simbólico
En Podemos conocían el poder simbólico de la coleta de Pablo y por eso resistió. Un trabajo del profesor de psicología Alexander Todorov en 2005 demostró que las señales físicas permiten hacer juicios sobre los candidatos políticos a partir de una exposición breve a imágenes de estos, corroborando que el nivel de competencia que se le atribuye al líder por las primeras impresiones que transmiten sus rasgos faciales pueden predecir los resultados de la votación.
Según este hallazgo, en la decisión del voto tendría más influencia una breve y superficial percepción del candidato que los criterios racionales o una deliberación intelectual, y la apariencia física cobraría un especial significado a la hora de realizar juicios sobre la personalidad o la capacidad del líder.
Que el mensaje político es importante para persuadir está fuera de toda duda, pero para lograr una grata impresión hacen falta algo más que palabras. La actitud y la apariencia física son hoy atributos tan relevantes en el liderazgo político como las propias ideas.
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