Un aficionado ejemplar
Historias del Fandango
Antonio Abad tenía una voz fina, solía cantar de falsete en tono bajo, emocionando con la atractiva musicalidad de su cante por fandangos
Antonio Abad, guía del fandango
La Fundación Cajasol acoge la presentación de 'Cuando el fandango voló', de Miguel Ángel Fernández
Antonio Abad fue excepcional para el fandango porque, sin proponérselo como acción pedagógica para enseñarlo, la resultante de aquellas reuniones de cante que celebraba con amigos y aficionados, en los años veinte de hace un siglo, alumbraron una cosecha formidable, sirviendo de iniciación y desarrollo para una serie de artistas que lo colocaron en la cima del flamenco. Ese estímulo se lo debe el fandango a este alosnero señor.
Con poca voz y mucho estilo
Antonio Abad cantaba principalmente los fandangos, toda una gama de los que él conocía, pero también otros cantes del muestrario flamenco como las colombianas o las alegrías. “Con poca voz, pero con mucho estilo… Rehizo un fandango para él solo con el melisma del cante alosnero y la gracia mecida de Huelva”, puntualiza Juan Gómez Hiraldo.
Francisco López Jara lo consideró no sólo como el divulgador de los fandangos alosneros, sino como el inductor del resto de los fandangos que surgieron en esta época, una descripción que nos llevaría directamente al Alosno no sólo como cuna sino también como fuente inspiradora de los otros fandangos NUEVOS –“nuevos” con mayúsculas para diferenciarlos de los folclóricos que se mantuvieron vigentes–.
“…Canta por fandangos prodigiosamente –casi siempre lo hacía de falsete– y pronto se hace conocidísimo y estimado en nuestra acogedora ciudad. Aunque no es profesional, en reuniones de amigos y en excursiones interpreta toda la diversidad de estilos de su pueblo. Y comienzan los cantaores y aficionados de Huelva a tomar contacto con el citado joven barbilampiño oyéndole una y otra vez y ciento, hasta que poco a poco van penetrando algo en su cante, modulando éste y naciendo de ahí los propios de Antonio Rengel, Rebollo y Paco Isidro, propagando estos artistas dichos cantes con sus múltiples actuaciones y con sus grabaciones –que no se conservan las de los dos primeros– con los nombres de fandangos de Huelva”.
Pero, ¿tenía fandango propio?
Antes, siempre se había considerado que sí, que era el creador de un fandango personal de estilo alosnero. Las dudas surgieron a raíz de una conversación mantenida por el propio Antonio Abad con el cantaor y aficionado Eduardo Hernández Garrocho, que éste contó después y que transcribió Juan Gómez Hiraldo, según la cual: “Yo no he cantado más que para cuatro amigos, los que estaban conmigo sentados alrededor de un velador. Yo no he tenido nunca estilo propio. Ese fandango que yo cantaba es uno que Marcos Jiménez cantaba cuando estaba flojo de facultades. Marcos ha sido la única persona en Alosno que ha tenido arte y gracia para hacer y deshacer fandangos. Los demás no hemos hecho más que imitarlo”.
El entrecomillado es la versión oral que da Garrocho de aquella conversación que no grabó. Y, puesto que desconocemos cómo cantaba y qué cantaba don Marcos Jiménez, podemos interpretar esta cita en su rigurosa literalidad… o, con otra perspectiva, darle el sentido de una generosa manera con la que Antonio Abad quiso resaltar la figura del “rey del fandanguillo alosnero”. Desde luego, conociendo su persona de bien, la segunda interpretación casa con su personalidad sencilla y modesta, de alguien que no se da importancia; “el saber estar de un hombre bueno”, lo define Romero Jara...
En cualquier caso, la pregunta la han respondido ya tanto miembros de su familia y amigos como los estudiosos de los cantes de Alosno: el que se conoce hoy como fandango de Antonio Abad es, efectivamente, su fandango, “uno de los más diferenciados entre los alosneros –concreta Romero Jara– y que ha gozado del favor de los más diversos artistas del flamenco… Un cante muy característico, con unas subidas y bajadas muy acusadas en alternancia”.
Un fandango diferente
Es un fandango que no se parece a ningún otro. De tono alto, cuyas subidas y bajadas entrañan una notable dificultad para cantarlo bien. Lo han incluido en sus discografías los más señeros intérpretes, desde sus paisanos Santiago Salguero, Leonor Díaz, el Coro Alosnero, Plácido González, Antonio Rastrojo y el grupo ¡Vive Alosno! (Paco Toronjo nunca lo cantó), pasando por Juan Manuel de Soto, Antonio El Rociero, Eduardo Hernández Garrocho, la Peña Femenina, El Cabrero y Carmen Linares, entre los más destacados. Como en los casos de otros ilustres fandangueros (Marcos Jiménez, José Pérez de Guzmán, El Comía), que no dejaron, desgraciadamente, registros sonoros de sus voces, tampoco Antonio Abad grabó nada.
Una figura decisiva
Contemplada desde el presente, la figura de Antonio Abad adquiere, un siglo después de aquellas encuentros de cante, una importancia decisiva, tanto en el afloramiento como en la expansión y la consolidación de fandango en Huelva [1].
Vivió en la capital onubense desde 1914 a 1943, en aquel periodo en que el fandango nuevo se fue construyendo y se consolidaron las distintas variantes. En la obra enciclopédica Huelva, tierra de fandangos se afirma de él que “constituyó en Huelva un pilar básico para conocer los cantes de Alosno. Fue un aficionado sin ambiciones de ser considerado como cantaor; decía que el fandango de Huelva antes de hacerlo había que inspirarse en él: “Si lo haces por obligación, ya no tiene ningún valor...”.
Hemos de destacar sus otras facetas divulgadoras. Su figura se engrandece en cuanto ha servido de transmisor de algunos cantes añejos de su pueblo entre aficionados locales que, de otra forma, no sabemos si hubieran llegado hasta nosotros. Y, sobre todo, porque durante su estancia en Huelva fue un pilar fundamental para el conocimiento y el desarrollo del cante de Alosno, tanto entre aficionados y artistas onubenses como entre los profesionales flamencos que lo buscaban en sus visitas a la capital”.
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