En el armisticio tras la primera guerra mundial se advertía el germen de una indestructible hostilidad
Crónicas de otra Huelva
Ponce Bernal: “Los progresos mecánicos realizados en estos años han dotado a la Humanidad de nuevos elementos de destrucción, con los que las grandes potencias sueñan aplastar, en un momento dado, a sus adversarios”
El acuerdo de Tánger y la política mediterránea
La posición de Europa en el mundo
Visión nihilista sobre el futuro de la humanidad
José Ponce vuelve sobre la posición de Europa en el contexto internacional en este otro artículo que, al igual que el de la semana pasada, analiza la postura del viejo continente en este período de entreguerras. Observaba cómo Europa vivía un momento difícil por no haber cerrado bien las heridas de la primera guerra mundial que le conducirían irremediablemente hacia otra conflagración más dolorosa, si cabía. Él lo augura cuando describe las tumbas de los soldados caídos, tumbas que se volverían a abrir para dar cobijo a otros que caerían más tarde. Simboliza las tumbas de los soldados desconocidos, que se erigen como recordatorio del sacrificio y la inutilidad de la guerra. En lugar de ser un testamento de paz, parecen presagiar nuevas generaciones de "héroes anónimos", sugiriendo que la guerra sigue siendo una amenaza inminente.
Su debate interno no parece ser individualista. El texto refleja un análisis crítico de las consecuencias de la guerra y la paz en la historia de la humanidad; y muestra un gran pesimismo porque la paz es frágil (impregnada de hostilidad latente entre las naciones) y los conflictos persistían entre unas naciones que aguardan el momento de vengar las heridas. Ponce Bernal destaca que los países siguen desarrollando armas y maquinaria de guerra, lo que refuerza la idea de que la humanidad está condenada a repetir los errores del pasado, ya que los progresos tecnológicos, en lugar de ser utilizados para mejorar las condiciones de vida, son empleados para aumentar el poder destructivo de los estados. Por ello, los esfuerzos por establecer una paz duradera parecen ser insuficientes ante la condición humana y las ideologías que alimentan los conflictos. Apunta a la naturaleza cíclica de la violencia: sugiere que la guerra es una constante histórica que siempre regresa, con nuevas víctimas.
Nuestro autor tiene una visión nihilista sobre el futuro de la humanidad. Aunque es una evidencia que la guerra causa sufrimiento y destrucción, las naciones no aprenden de sus errores y continúan repitiendo el ciclo de violencia. El texto refleja una profunda desconfianza hacia las soluciones pacifistas y los esfuerzos diplomáticos, mostrando cómo los avances tecnológicos se utilizan para la guerra en lugar de para la paz.
En resumen, Blanqui-Azul ofrece una visión sombría de la paz y la guerra, poniendo en duda la efectividad de los tratados internacionales y la capacidad de la humanidad para superar sus instintos destructivos.
Hace diez años –glosaremos el cliché – que, ensangrentadas y arruinadas las principales naciones del mundo, acordaron firmar un armisticio que pudiera ser el fin de la epopeya más dolorosa que registra la Historia.
Firmado el armisticio, negociadas a poco las bases para establecer la paz, la Humanidad despertó de la horrorosa pesadilla en la que estuvo sumida varios años, y se atrevió a mirar el porvenir con un ingenuo gesto de confianza.
Pero en la paz que llegó se advertían los gérmenes de una indestructible hostilidad. Las naciones aguardaban el momento propicio para ejercer unas represalias que pudieran ser como compensación a los martirios sufridos, y la inquietud y el desasosiego han ido en aumento, día tras día, temiéndose a cada instante que un incidente cualquiera pudiese desencadenar sobre el mundo otra guerra tal vez más horrible que la anterior.
Políticos como Etresseman, Briand, Chamberlain, Dawes y ultimamente Kellogg, previendo la posibilidad de un nuevo conflicto, que era preciso evitar a todo trance, han venido laborando en una obra de pacificación, cuya realidad, pese a sus buenos deseos todavía no se vislumbra.
Las naciones sostienen un criterio que discrepa fundamentalmente del que sus representantes sostuvieron cuando de afianzar la paz se trató. Los pactos de Londres, Locarno y Kellog, los acuerdos de la Sociedad de Naciones y las conferencias sobre la reducción de armamentos, apenas tiene significación para los Estados Unidos que ven en ellos un código ideológico de imposible aplicación en la actualidad.
Se habla de establecer una paz mundial de bases firmes, de limitar los armamentos, de someter todas las cuestiones a un alto tribunal de Justicia internacional; pero apenas en China, en los Balkanes, en Nicaragua, o en cualquier otro territorio se produce una conmoción las cancillerías cambian enérgicas notas, tras las que se vislumbra el centelleo de las armas.
El décimo aniversario del armisticio sorprende a Europa, al mundo, en pie de guerra. Los arsenales y las fábricas construyen sin cesar buques y material de guerra; los progresos mecánicos realizados en estos años han dotado a la Humanidad de nuevos elementos de destrucción, con lo que las grandes potencias sueñan aplastar, en un momento dado, a sus adversarios… La paz, desgraciadamente, está todavía muy lejos y nadie se acuerda de lo que fue la guerra…
Algo hay, sin embargo, que recuerda a los humanos que aunque la paz no existe, es necesario laborar para que la guerra no vuelva. Esas tumbas a los soldados desconocidos, esparcidas por todo el mundo, como exaltación de aquellos seres que encontraron la muerte en los campos de batalla, esas tumbas sobre las que flotan los nombres desconocidos de tantos cientos de miles de hombres, donde en estos días y en otros floridos para las naciones se va a depositar coronas de flores, y que son los momentos que jalonan los senderos de la guerra y de la paz.
Las naciones excombatientes rendirán hoy su homenaje fervoroso a la memoria de sus soldados desconocidos, coronas de laurel cubrirán las tumbas de los héroes sin nombre, y las bocas guardarán un minuto de silencio en señal de respeto por los muertos…
Mas la realidad advierte que un día más o menos lejano esas tumbas volverán a abrirse para dar paso a otros héroes anónimos; que esos hombres sacrificados en una contienda cuyo móvil no ha sido todavía descubierto, tendrán nuevos compañeros, sacrificados por unas ideas tan abstrusas como aquellas y que son la barrera donde se estrellan los intentos de esos políticos que, en vano, tratan de que la Humanidad se rija por un supremo ideal de justicia.
BLANQUI-AZUL
Diario de Huelva, 11 de noviembre de 1928
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