Diez años del asesinato de Ruth y José, el crimen que conmovió a todo el país

En octubre de 2011, Córdoba contenía la respiración tras la inquietante desaparición de dos hermanos de 6 y 2 años

El asesino, su propio padre, cumple 40 años de prisión en el centro penitenciario de Herrera de la Mancha

José Bretón, durante una reconstrucción junto al juez instructor el 21 de octubre de 2011. / El Día
Ángel Robles

06 de octubre 2021 - 13:37

Córdoba/El 8 de octubre de 2011 por la tarde, las cámaras de la Ciudad de los Niños de Córdoba captan a un hombre preocupado que ronda la zona y que interactúa con varios transeúntes con gesto preocupado. Aunque chirrían su voz, su actitud, un llanto apenas imperceptible que parece simulado... Se trata de José Bretón, el individuo a posteriori sentenciado a 40 años de prisión por el asesinato de sus dos hijos, Ruth y José, un crimen del que ahora se cumplen diez años y que mantuvo en vilo a todo el país durante meses.

Córdoba, escenario del doble filicidio, quedó rasgada para siempre por el caso y los periodistas que tuvieron la obligación profesional de seguir los pasos del asesino, cruzarse con su mirada muerta, como si al otro lado no existiera ningún sentimiento, resultaron señalados irremediablemente.

En las dos décadas de vida de este periódico, la crónica negra ha alumbrado titulares escabrosos y noticias sobrecogedoras. Pero ninguna historia ha resultado tan desgarradora como la de José Bretón, responsable de un crimen atroz, un monstruo tras la máscara de un hombre respetuoso, trabajador y honorable, padre responsable, que decidió acabar con la vida de sus dos hijos, de 6 y 2 años en aquel momento, a sangre fría por venganza hacia su mujer, Ruth Ortiz, con quien había iniciado un proceso de separación.

En octubre de 2015, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ponía punto y final a la resolución de un caso que se alargaba demasiado, desde que el sábado 8 de octubre de 2011, hace una década, a los pequeños se les perdía la pista para siempre. Fue el propio Bretón quien entonces denunció la pérdida de sus hijos -de 6 y 2 años- con una actitud esquiva que desde el primer momento escamoteó a la Policía, y en esta redacción, precisamente, se realizaron las primeras fotocopias del cartel que llamaba a la colaboración ciudadana para dar con el paradero de los pequeños.

La lacra de la violencia vicaria

¿Cómo se llega a esa situación? Es la violencia vicaria, un fenómeno entonces sin nombre pero que en los últimos meses se ha revelado como una de las maneras más crueles de maltrato del hombre hacia la mujer. Y es que todo arranca en septiembre de 2011, cuando la madre de los niños, Ruth Ortiz, le comunica su intención de divorciarse. José Bretón concibe entonces la idea de dar muerte a los niños, sus propios hijos, como venganza. Y planifica un asesinato vil de tal manera que intenta no dejar ni un cabo suelto, un rompecabezas que mantuvo a la policía ocupada durante meses.

Bretón decide que el lugar más seguro sería la finca de sus padres, situada en el polígono de Las Quemadillas, a las afueras de Córdoba capital. Y que la fecha adecuada sería el día 8 de octubre de 2011, aprovechando que ese fin de semana estaría con sus hijos. De manera premeditada, inicia los preparativos. Así, aprovechando que un médico psiquiatra que ya lo había tratado años antes y con quien había consultado recientemente le había recetado Orfidal y Motivan, adquiere los fármacos el 29 de septiembre en una farmacia para, llegado el momento, adormecer a los niños.

Y con la intención de hacer desaparecer los cuerpos, entre los días 5 y 7 de octubre hace acopio de leña y adquiere gasóleo en grandes cantidades -271 litros- en una estación de servicio de Huelva. Por último, idea una coartada: finge que se le habían perdido en el parque, tal y como captaron las cámaras de vigilancia de la Ciudad de los Niños, y a fin de tener datos que ofrecer sobre la supuesta pérdida hizo una especie de experimento con sus sobrinos en la mañana del 6 de octubre de 2011, dejándolos solos unos momentos cuando los llevaba al colegio.

La ejecución del plan

Sobre las 15:00 del día 7 de octubre de 2011, el acusado recoge a sus hijos en Huelva y marcha con ellos a Córdoba; los deja en casa de unos familiares mientras se escapa a la parcela para descargar el combustible. Las siguientes horas son una simulación continua llena de mentiras, hasta el punto de que el día 8 hace creer a su familia que comería con unos amigos. Lejos de esto, tal y como detalla la sentencia condenatoria, tras salir de la casa de sus padres Bretón se dirige con su vehículo a la finca de Las Quemadas; una vez allí, a las 13:48 telefonea de nuevo a su esposa, sin lograr comunicar con ella, por lo que decide seguir con su propósito.

Agentes en la finca de la familia de Bretón en Las Quemadillas. / El Día

La resolución de la Audiencia Provincial, ratificada por el Supremo, considera probado que el criminal preparó una pira funeraria entre varios naranjos y sin visibilidad desde el exterior, en la cual colocó los cuerpos de sus hijos Ruth y José Bretón Ortiz ("sin que pueda determinarse si ya estaban sin vida o todavía no habían fallecido"), junto con una mesa metálica con el tablero en posición vertical, que cubría prácticamente en toda su longitud la pira, y prendió una gran hoguera que avivó rápidamente gracias al uso de leña y al gasóil. Las llamas alcanzaron temperaturas de hasta 1.200 grados centígrados, con un efecto similar a un horno crematorio. Ante la magnitud de la temperatura, las partes blandas desaparecieron rápidamente, quedando únicamente unos restos óseos.

El acusado permanece junto a la hoguera hasta las 17:30, alimentándola de acelerante para mantenerla viva, tras lo cual conduce hasta la Ciudad de los Niños. A las 18:01 aparca a unos 300 metros del parque, en la calle Pintor Espinosa, e intercambia varios sms con su hermano para hacerle creer que estaba en las proximidades del parque con los pequeños. Y a las 18:18, cuando considera que ha transcurrido un tiempo suficiente para hacer creíble la desaparición ficticia, llama de nuevo a su hermano para decirle que Ruth y José habían desaparecido. A las 18:41 avisa al teléfono de emergencias 112 y a las 20:43 pone de la denuncia en la Comisaría de Campo Madre de Dios. Arranca el llamado caso Bretón con la ciudad de Córdoba volcada en su resolución.

Una compleja instrucción

Pese a las lagunas evidentes de su versión y a las sospechas, la Policía Nacional no tiene más remedio que creer la versión inicial del progenitor y, en las primeras horas, la búsqueda se centra en el circuito deportivo del Parque Cruz Conde y en la Ciudad de los Niños, con una reconstrucción que fue seguida en tiempo real por los medios de comunicación. Los agentes, no obstante, centran muy pronto las pesquisas en la finca familiar.

Las evasivas del padre, sus reacciones frías, su falta de concreción y sus respuestas contradictorias ponen a los agentes desde el principio en alerta sobre Bretón, envuelto en una tormentosa separación que no lograba superar. Pero los meses de laboriosas reconstrucciones, comprobaciones insistentes y exhaustivos registros solo dejaban pruebas que apenas aportaban indicios incriminatorios contra el sospechoso, que finalmente es arrestado por detención ilegal y simulación de delito e ingresa en la cárcel el 21 de octubre de 2011, con una ciudad profundamente conmovida.

Casi un año después, a finales de agosto de 2012, el procedimiento da un giro de 180 grados. Todas las contradicciones vertidas por el sospechoso en sus numerosas declaraciones y sus incongruencias quedan en evidencia después de que un científico de reputado prestigio, Francisco Etxeberria, muy reconocido por sus trabajos en fosas de la Guerra Civil, llega a la conclusión de que los restos óseos hallados en la hoguera prendida por el mismo Bretón en la parcela de sus padres pertenecían a seres humanos.

Tanto el juez instructor del caso, José Luis Rodríguez Lainz, como el Cuerpo Nacional de Policía se mostraban convencidos de que la finca a la que Bretón acudió el día en el que sus hijos desaparecieron encerraba las claves del caso. Una perito judicial había inspeccionado los restos de la hoguera la misma semana en que se abrió la investigación, pero llegó a una conclusión errónea al afirmar que eran huesos de animales.

Bretón, escoltado por dos policías durante el juicio. / El Día

Al informe de Etxeberria le sucedieron otros igual de firmes: uno elaborado por el antropólogo José María Bermúdez de Castro –concretó, incluso, que los restos pertenecían a dos niños de las edades de los hijos de Bretón– y otro por una comisión mixta de expertos de la Universidad Complutense y de científicos ajenos a esta institución académica. Las pruebas ayudaron a formar el rompecabezas que los investigadores intentaban completar desde hacía casi dos años.

Los datos aportados permitieron conformar una contundente acusación y el 17 de junio de 2013 en la Audiencia Provincial de Córdoba arranca la vista oral con la elección del jurado popular, compuesto por siete mujeres y cuatro hombres. "Daría la vida entera" por sus hijos, llegó a declarar el proceso sin credibilidad. En días sucesivos, comparecieron la madre de los niños, los trabajadores de la gasolinera, familiares, varios vecinos de Las Quemadillas, policías, psiquiatras y psicólogos que evaluaron a Bretón y los peritos y forenses que analizaron los restos óseos, que apuntaron sin dudas a su procedencia humana.

Y el 12 de julio de 2013 llegó el momento del veredicto. El jurado lo tuvo claro y falló por unanimidad: Bretón mató a sus hijos por venganza. Días más tarde, el presidente del tribunal, el magistrado Pedro José Vela Torres, ahora en el Supremo, lo sentenció a 40 años de cárcel por doble asesinato –cumplirá un límite de 25 años, pues entonces no había entrado en vigor la cadena perpetua en el Código Penal–. José Bretón está internado en la cárcel de Herrera de la Mancha, donde comparte vida con otros criminales mediáticos como Tony King o Miguel Carcaño. La condena social no tendrá límite.

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