La juez atribuye a Montoya la agresión sexual, secuestro y asesinato de Laura
La instructora lo manda a prisión sin fianza ante el riesgo de fuga y la posibilidad de que elimine pruebas
La comparecencia ante la autoridad judicial del autor confeso de la muerte violenta, el secuestro y la violación de la profesora zamorana Laura Luelmo en El Campillo, Bernardo Montoya, se desarrolló a lo largo de cinco horas entre el viernes y ayer, que tuvieron como eje central su declaración ante la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Valverde del Camino, Elvira Mora.
El exconvicto corteganés entraba a la sede judicial a las 19:50 del viernes y no acabó su declaración hasta la 1:00. Luego esperó junto a su nuevo abogado –el primero que le correspondió por turno de oficio, Servando Carranza, renunció a su defensa el viernes– la decisión de la jueza.
Tanto la fiscal del caso como la acusación particular pidieron su inmediato ingreso en prisión; su letrado solicitó, como era previsible, la libertad. No obstante, el peso probatorio existente contra Montoya fue determinante para que la instructora decidiera no solo levantar el secreto que pesaba sobre las actuaciones minutos después de su comparecencia, sino también ordenar su inmediato ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza.
Mora atribuye inicialmente a Bernardo Montoya los delitos de asesinato, detención ilegal y agresión sexual. Parece que al investigado de poco le han valido las estrategias de jugar al despiste con los investigadores de la Guardia Civil pese a asumir que había matado a Laura. El imputado había intentado desviar la atención y dar explicaciones inverosímiles para los investigadores que apuntaran a que nunca tuvo retenida a Laura y a que no planeó de ninguna forma matarla (homicidio).
Pese a sus esfuerzos y su experiencia en las lides delincuenciales, no convenció a su señoría, que decidió que la medida de prisión provisional era estrictamente necesaria “por la gravedad de los delitos, la posibilidad de que elimine pruebas y por riesgo de fuga”.
De este modo la juez decidió que el reo debía ir a presidio con el fin de “evitar el riesgo de que cometa otros hechos delictivos de la misma gravedad que los ahora causados”, como consta en el auto dado a conocer por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía a través de un comunicado.
Cuando Bernardo abandonó los juzgados valverdeños más allá de las 2:30 de ayer, le esperaban varios vehículos de la Guardia Civil con los rotores puestos. Los vecinos, ubicados en un balcón cercano al acceso a la sede judicial, se dirigieron a él desde las alturas, llamando su atención. “Montoya, Montoya”, lo llamaron. Y él les devolvió la mirada y –después de varias jornadas en las que intentó ocultar su rostro–, abrió la boca para decir que “pido disculpas a la familia, lo siento”. Una ciudadana le echó en cara en ese momento que “por qué lo has hecho, ya el perdón es tarde”.
Después de esto, la Guardia Civil condujo al autor confeso del crimen de El Campillo hasta el centro penitenciario de Huelva, adonde ingresó a las 3:00 de ayer, aproximadamente. Según las fuentes consultadas por Huelva Información, llegó al penal en buen estado pero con actitud “desafiante”, clavando sus ojos en los de los funcionarios y exigiendo que le dieran unas mantas para paliar el frío de la noche.
Se encuentra recluido desde entonces en un área aislada de la Enfermería, donde lo acompaña un interno de apoyo que vigila de cerca todos sus movimientos. Llevará allí un régimen de vida “restringido”, con una hora de patio limitada para estar en contacto lo mínimo posible con el resto de la población reclusa.
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