Blanqui-Azul animó a los onubenses a participar en un homenaje a Jacinto Benavente promovido por La Voz

Crónicas de otra Huelva

Aseguró que el dramaturgo movía de modo insuperable los hilos de sus fantoches, haciéndoles hablar el lenguaje de las pasiones humanas y representar los bellos juegos de amor y picardía, de dolor o de ilusión

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Jacinto Benavente.
Dibujo de Benavente en el artículo. / H.I.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza Ponce

25 de noviembre 2024 - 05:00

La Introducción

COMPLICIDAD

Contagiar el entusiasmo a los lectores

En el artículo de hoy percibimos su gran afán por animar a los lectores a leer, a instruirse y cultivarse o, simplemente, a hacerlos partícipes de las causas que él creía nobles. La cuestión era contar con el lector, hacerlo cómplice de sus deseos, que se sintiera parte de la escritura, protagonista de la edición del día del periódico local. Conocemos su emprendimiento por las causas nobles. Recordemos el homenaje a Luis Bello, el maestro peregrino, cuando hizo suya la idea de El Sol. Esta vez hace suya la iniciativa de La Voz para rendir homenaje a Benavente, atento como estaba a la prensa nacional.

Veamos cómo surge. La noche del 21 de noviembre se estrenó en Madrid “Pepa Doncel”, de Jacinto Benavente, en el Teatro del Centro. Abraham Polanco publicó ese día una entrevista con el dramaturgo. Al pie de la misma, un comentario: “Considero adecuado el momento de rendir al maestro el tributo que se le adeuda (…). Propongo que el próximo 1 de diciembre enviemos al glorioso escritor una tarjeta con el título de la obra suya que prefiramos. Nada más y nada menos que eso. Se trata de hacer visible y de exaltar en torno al gran artista la gratitud que inspira a España entera. Y de realizarlo del modo más acorde con él: huyendo de brillantes solemnidades, dedicándole un recuerdo sencillo, una sincera cordialidad”. (El Sol, 21-11-1928, p. 2).

Las adhesiones comenzaron al día siguiente de que Polanco lanzara la idea. En la edición del día 22, además de la crítica a la obra estrenada, La Voz hubo de dedicar una noticia independiente al homenaje, dadas las muestras de simpatía recibidas, entre las que destacó la adhesión que hizo pública El Sol en su edición de ese mismo día. (La Voz, 22-11-1928, p. 2). Periódicos de todo el país, críticos y asociaciones y organizaciones de actores y teatrales hicieron suya la propuesta, de cuya muestra se fue dando cuenta en las ediciones de La Voz de los días posteriores.

La iniciativa de rendir un homenaje popular al glorioso dramaturgo don Jacinto Benavente lanzada desde las columnas del rotativo madrileño “La Voz” por el excelente periodista Abraham Polanco, no puede ser más acertada ni más oportuna.

Hace mucho tiempo que los españoles estamos en deuda de gratitud con nuestro compatriota, el genial redactor de tantas obras admirables.

Dibujo de Ponce.
Dibujo de Ponce. / H.I.

Ahora, con ocasión del clamoroso brillo de “Pepa Doncel”, la última obra del maestro, el redactor de “La Voz” ha sabido atisbar el momento propicio de expresar una idea que no ha podido menos de ser recibido con satisfacción, ya que estaban, de antemano, presentes en el ánimo de todos, la razón y el deseo del homenaje. Un homenaje sencillo -propone Polanco- “que haga visible y exalte en torno al gran artista la gratitud y admiración que inspira a España entera”.

Felicitamos cordialmente a nuestro compañero, el distinguido periodista por la feliz idea, y sepa que a ella nos hemos adherido desde el primer momento con todo entusiasmo.

Nada, en efecto, puede serle más grato al ilustre Benavente, que un homenaje de esa índole, desprovisto de toda solemnidad y empaque, donde espontáneamente, cada español le dedique un recuerdo agradecido, como una flor de cordial simpatía y adhesión a su obra prodigiosa.

En las palabras que su autor pronunció después del estreno de “Pepa Doncel”, a reiteradas instancias del público, vino a decir, precisamente, eso: que recogía los aplausos como tributo, no a “Pepa Doncel”, su última obra, sino a esos treinta y cinco años de labor teatral.

Labor enorme, no solamente de extensión, sino de intensidad, que abarca y llena un dilatado periodo de tiempo y cuyo valor espiritual no se puede medir.

La obra de Benavente es algo prodigioso. Obra de poeta y pensador al mismo tiempo; de verdadero genio. Él aportó por primera vez en nuestra escena una nueva sensibilidad, creando normas de percepción completamente distintas y desconocidas en el teatro español hasta su llegada. Como todos los innovadores, pasó por las amarguras de la incomprensión y el desdén de sus contemporáneos. Pero, atormentadamente, logró imponerse pronto. Su arte multiforme comprende todos los matices. A veces vuela a ras del suelo en comedias humanas, demasiado humanas, para elevarse cuando quiere a las puras regiones ideales de las estrellas y de los sueños.

Verdadero príncipe de los ingenios de nuestro tiempo, para que nada le faltase, tuvo también la enemiga de algún Zollo pedante y envidioso de la gloria ajena, que llegó en su osada malquerencia a negarle todos los méritos. ¡Cómo si fuera tan fácil negar la luz del sol, que a eso equivale negarle prestigio al hombre que supo crear tantas y tantas obras de ingenio, que fueron marcando su camino hacia la inmortalidad con jalones gloriosos!

Hoy, día primero de diciembre deberá llevarse a efecto el homenaje propuesto por Abraham Polanco. Como es sabido, este homenaje consistirá en mandarle a Benavente, cada admirador, una tarjeta personal respaldada con el título de la obra que prefiera del ilustre escritor.

La dificultad estriba en la elección.

De tantas obras, a cual más hermosa, ¿cuál elegir?: ¿”La noche del sábado?”, ¿”Los intereses creados”?, ¿”La Malquerida”?, ¿”La mariposa que voló sobre el mar”?, ¿”No quiero, no quiero”?...

¿O acaso está nuestra predilección entre las primeras que escribió el autor? ¿”Lo cursi”?, ¿”Sacrificios”?, ¿”Los bulos”?, ¿”Rosas de Otoño”?, ¿”La rosa de los sueños”?

De todas maneras es difícil elegir, pero de lo que se trata no es de eso. De lo que se trata es, sencillamente, de hacer llegar hoy a su corazón el coro unánime de millares de corazones agitados por un mismo anhelo de gratitud, de emoción, de simpatía.

Basta una tarjeta con el título de la obra que un día nos deleitó y de la que guardamos el mejor recuerdo. Y en esa tarjeta irá nuestra adhesión fervorosa y entusiasta al mago maravilloso, a ese brujo pequeñito de talle, pero de cerebro grande y portentoso, que supo, tantas veces, conmovernos, deleitarnos y enseñarnos desde el tablado de Maese Pedro, moviendo de modo insuperable los hilos invisibles de sus fantoches y haciéndoles hablar el lenguaje de las pasiones humanas y representar ante nuestros ojos admirados esos bellos juegos de amor y picardía, de dolor y de ilusión…

BLANQUI-AZUL

Diario de Huelva, 1 de diciembre de 1928

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