El bullicio y el colorido entran por la puerta grande
AÚN queda una hora para la lidia y por los alrededores de la Merced ya se respira ambiente taurino. Hombres, mujeres, jóvenes, mayores, empresarios... Y turistas curiosos se concentran alrededor de la plaza, unos en los bares, los otros en los puestos de recuerdos. Quedan todavía entradas en la taquilla y se forman colas. El bullicio de la gente se entremezcla con los silbidos de los vendedores de almohadillas rayadas en grana y amarillo. Los primeros aficionados entran al coso. Ellos en su mayoría en camisa clara y pantalón informal; ellas, llenando de color el ambiente.
El calor del sol que baña la plaza se apacigua con una suave brisa que anuncia la despedida de la tarde. Se ven muchos niños acompañando a sus padres; expectantes, miran a su alrededor sin querer perder detalle de lo que se vive en una tarde taurina. Policías a caballo y a pie están pendientes de los carteristas que merodean entre el gentío. Llega la banda tocando Mi Huelva tiene una Ría y la tarde termina de caldearse. Comienza la corrida y desde el interior de la Merced se empiezan a escuchar los primeros aplausos y los primeros sones a ritmo de pasodoble. Se cierra la puerta grande.
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