Carlos Sixto Barranco Fernández de la Maza: Mi primo, un gran arquitecto
Gente de aquí y allá
Redactó muchos proyectos de viviendas en el centro de nuestra ciudad y urbanizaciones y viviendas en Corrales que son de gran calidad, no solo en las edificaciones, sino en el concepto arquitectónico. Y también proyectó obras en Sevilla y en Extremadura
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Huelva/No me gusta escribir de mi familia y, la verdad, es que ya lo he hecho algunas veces. Pero es que entre mis familiares también hay gente muy interesante. Por eso escribí de mi abuelo Sixto Barranco, un ejemplo de hombre bueno y trabajador; o de mi padre Fernando Barranco Carmona, sin duda mi mejor amigo y un espejo donde mirarse; o de mi hermano Carlos Barranco Molina, un corazón que anda por Huelva; o de mi tía María Molina, hermana de mi madre y a la que conocí tarde, pero mejor que nunca, y es muy buena y linda; o de mi hermano Emilio, otro corazón andante. Y ahora le toca el turno a mi primo Carlos, porque es digno merecedor de formar parte esta galería de gente interesante, que ya sobrepasa los 200 invitados y que no descarto incluir a más.
Mi padre y su hermano Carlos se fueron hasta Moguer a buscar a sus esposas y, además, las dos se llaman igual, María del Carmen. La de mi tío Carlos era María del Carmen Fernández de la Maza y ambos tuvieron una amplia descendencia.
Mi primo Carlos fue de los mayores y era muy gracioso, porque cuando de pequeño se le preguntaba qué quería ser de mayor, decía que le gustaban los ladrillos, así que o albañil o arquitecto, y al final eligió lo segundo; y además muy bien elegido, porque es un gran arquitecto, como voy a contar ahora.
Él nació en Huelva en 1961 y tiene cinco hermanos: María del Carmen, Montse, María José, Ana María, que falleció, y el más pequeño, Daniel. Todos ellos tienen carreras universitarias, por lo que mis tíos se tuvieron que esforzar para dar estudios fuera de Huelva a tantos hijos de edades muy parecidas. Y además, mi tío Carlos tenía tiempo para fabricarme una radio “galena” que me regaló y que desde pequeño me hizo aficionarme a este medio enchufándola en la parte metálica de mi cama todas las noches. Era algo maravilloso acostarme cada día a oír aquel rústico aparatejo lleno de encanto.
Mi querido primo estudió en el Colegio Francés y luego, por culpa de los cambios de planes de estudios, pasó a los Salesianos y, finalmente, al Instituto Rábida, donde su abuelo y el mío fue profesor de Inglés. Y es por él por quien Carlos lleva de segundo nombre Sixto, igual que yo. Es curioso que del Colegio Francés se acuerda del crujir del piso de madera de la segunda planta, donde impartía sus clases doña Carmen Solís, en Ingreso de Bachiller; y del Colegio de los padres Salesianos se acuerda de su enorme patio de recreo.
Por fin se fue a estudiar su carrera a La Escuela Superior de Arquitectura en Sevilla. Al principio estuvo a punto de abandonar por culpa de las fuertes Matemáticas, pero gracias a su madre, que lo apoyó mucho y siempre le dio ánimos y también a su novia Puri, que estudiaba Económicas, pudo terminar y además, con las dos especialidades de Urbanismo y Edificación. Puri, nada más terminar su carrera, aprobó las oposiciones para Hacienda, donde ejerce desde entonces. Se casaron y tuvieron dos hijas, Marta y María, que en la actualidad ejercen sus profesiones en Madrid: ingeniera la mayor y arquitecta la menor.
Carlos me recuerda que fui yo, su primo Fernando, quien primero le ayudó, porque lo llevé al estudio de un buen amigo y gran arquitecto, Ángel López Macías, que lo acogió y le enseñó, porque era un apasionado de la arquitectura moderna y minimalista que hizo que él también se enamorar plenamente de esa profesión. Desde aquí le doy las gracias a amigo Ángel por su gran aportación.
Después, a Carlos lo llamaron para ser el arquitecto municipal del Ayuntamiento de Lucena del Puerto, donde contribuyó a que poco a poco se acabase con la anarquía arquitectónica existente, no solo en ese pueblo, ya que era lo común en la época.
En ese puesto llegó a estar 13 años porque le gustaba mucho su trabajo y porque le cogió mucho cariño a su gente. A todo esto, le ofrecieron entrar en la delegación de Hacienda para realizar valoraciones, pero él no quería estancarse como funcionario porque le gustaba mucho la arquitectura y amaba a Huelva sobre todo y luchó por restaurar lo que quedaba del poco patrimonio arquitectónico con que aún contaba la ciudad. Recuerdo con mucho orgullo que mi primo hizo unas magníficas obras de restauración y conservación del Palacio de Mora Claros y también del Centro de Instrucción Comercial, que es otra joya que tenemos en Huelva y que acaba de cumplir 100 años desde su construcción. También realizó las obras de reforma del Convento de Santa María de Gracia, las Madres Agustinas, y la iglesia colindante, en la céntrica Plaza de las Monjas, que fue fundado hace ya algo más de 500 años, en 1510.
Redactó muchos proyectos de viviendas en el centro de nuestra ciudad y urbanizaciones y viviendas en Corrales que son de gran calidad, no solo en las edificaciones, sino en el concepto arquitectónico. Y también proyectó obras en Sevilla y en Extremadura.
Todo esto lo alternó con su gran afición al mar, heredada de su padre, mi querido tío Carlos, que siempre decía que él nació junto a una quilla de sus pequeños barquitos. Por eso su hijo se compró un gran barco y luego otro mayor para disfrutar con su familia.
No quiero terminar esta breve semblanza sobre este extraordinario arquitecto sin volver a hacer referencia a la influencia de su madre, que siempre fue su ayuda, su consejera y que gracias a ella Carlos es hoy la gran persona que es en todos los aspectos de la vida.
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