Las coaliciones se forman para aunar esfuerzos y lograr objetivos comunes, pero ¿unen o desunen a la gente?

Crónicas de otra Huelva

Ponce Bernal: “Digo yo si la política estará tocada de lepra. No se explica, si no, este contagio que sufre de todo aquello que circunstancialmente sobresale”

Ponce desea a los maestros opositores onubenses el éxito que anhelan y la suerte que merecen

Foto de Madrid de mayo de 1931.
Foto de Madrid de mayo de 1931. / M.G.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza Ponce

03 de febrero 2025 - 05:00

La Introducción

LAS COALICIONES

¿Unen o disgregan?

Cuando escribió este artículo estaba cercano ya el 12 de abril de 1931, el día de las elecciones municipales que dieron paso a la II República Española. Con mucho escepticismo afrontó las colaciones entre partidos políticos, necesarias a veces para conformar gobiernos. Creía firmemente, por la experiencia vivida, que las alianzas no hacían más que desunir a los partidos y, en suma, a las gentes.

Más tarde, ya lo veremos y analizaremos someramente, pensaría de muy distinta manera, cuando estuvo al frente del Partido Republicano Democrático Federal. En las elecciones de 1933, la primera vuelta dejó claro que no había otro camino que la unión de las izquierdas para vencer a los partidos de derechas, que venían desgastando con fuerza al gobierno de la República. Su manera de ver este aspecto había cambiado someramente: la necesidad de aliarse para presentarse con fuerza a las elecciones sería indiscutible para él.

De todos modos, este cambio de actitud no se debió solamente a un cambio personal en el pensamiento, sino que vino empujado por un cambio en la Ley Electoral que hacía necesaria la unión de fuerzas políticas para poder lograr los escaños. Esto es, la Ley de Julio de 1933(La Gaceta de Madrid, 28-07-1933) que fue aprobada por las Cortes y que partía del Decreto de 8 de Mayo de 1931 referido tanto a elecciones a diputados como a concejales y que fue completado con la promulgación del sufragio femenino.

La nueva Ley, que disponía de un solo artículo, avanzaría en el campo de la definición del sistema electoral. Elevaba a 150.000 el número de habitantes necesario para que las capitales pudieran constituir circunscripción propia junto con los pueblos de su partido judicial. Se reguló, además, el sistema de segunda vuelta, que resultó definitivo para la elaboración de las candidaturas y que influyó notablemente en los resultados de las elecciones generales de finales de 1933. La nueva normativa democratizaba el sistema electoral, permitía una representación de las minorías, favorecía la formación de grandes coaliciones y fomentaría la polarización en el Parlamento republicano. Recomiendo a los interesados en estos aspectos de la política local, consultar “Modernización política y pervivencias caciquiles. Huelva, 1931-1936”, de nuestro historiador y buen amigo el doctor Cristóbal García.

Como suele ocurrir, estas realidades que analiza Ponce Bernal en sus artículos tienen correspondencia con nuestra actualidad. Es una de las virtudes de estos textos casi centenarios. Sin duda, los lectores de Huelva Información extrapolarán convenientemente estos párrafos tan lúcidos y tan cargados de ironía y buen humor.

Pero ¿ustedes saben para qué se forman las coaliciones? Parece, cuando menos, desde su punta etimológica, que las coaliciones se forman para que las gentes se coaliguen, se unan, se junten. El verbo coaligarse significa eso: confederarse, unirse, asociarse para un fin. Cuando surge en el terreno político una coalición, entendemos todos que los ciudadanos se agrupan en un mutuo esfuerzo, en torno de un ideal que estiman necesario defenderlo entre todos, como signo de salvación y como señal de defensa, ante el avance del enemigo, siempre más experto en el tacto de codos. Pero resulta que todos estamos equivocados. Las coaliciones no sirven para unir, sino para desunir a las gentes. Porque así que se forma una coalición, se prepara otra seguidamente. Ya tras de la segunda viene la tercera, a la que sigue la cuarta. Y ya para cuando se constituya la cuarta coalición, la primera se ha partido por el eje y la segunda está a punto de hacerse polvo. De donde la coalición, contrariamente a su fin etimológico, cual es el de unir a las gentes, las separa, las disgrega, las desune.

Recorte 'Las coaliciones'.
Recorte 'Las coaliciones'. / H.I.

Si mediante una simple metagoge, trasladamos este raro fenómeno a los calcetines, por ejemplo, resultará que lejos de servir para los pies, se utilizan para las narices. Cada órgano, en la economía humana, tiene su función propia, aparte de algunas anexas y radicales en extremo que usufructúan ciertos órganos, como el de locomoción. De la misma manera, en la economía política, cada signo o señal debe responder siempre a su cometido y no, como ocurre, el cometido contrario. ¿Se trata de que las gentes se coaliguen? ¿Se trata de una coalición? Pues que la coalición desempeñe su papel, no el contrario. Digo yo si la política estará tocada de lepra. No se explica, sino, este contagio que sufre de todo aquello que circunstancialmente sobresale. Ahora está contagiada de virus coalicionista porque unos políticos –republicanos y socialistas- la han implantado.

Y la coalición, como el tifus, se ha propagado. Al fin, cada ciudadano se coaligará con su señora, con su novia o con su perro, si los tiene, o con su sombra…

-De manera que coalición ¿no? –parece que se dicen todos- y cada hijo de vecino fragua la suya aunque sea con sus parientes más cercanos. Como si se tratara de afeitarse el bigote…

Yo creo que los gatos enamorados discurrirán de modo parecido. Con la ventaja para ellos de que nunca les vendrá a las mientes el coaligarse con el fin exclusivo de fomentar la construcción de gateras que les atrapen para el desolladero y el guiso.

BLANQUI-AZUL (Diario de Huelva, 25 de marzo de 1931)

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