El concierto del Orfeón “Amigos del Arte” de Cortegana en la Plaza de Toros de Huelva en el verano de 1930

Crónicas de otra Huelva

Blanqui-Azul hace un alegato en defensa de la canción popular, con la que se adquieren las primeras nociones de música, de inmejorables cualidades pedagógicas y sociales y que jamás se olvida

Plaza de Toros de La Merced.
Plaza de Toros de La Merced. / H.I.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza Ponce

01 de julio 2024 - 05:00

La Introdución

LA SENCILLEZ DEL CANCIONERO

Cultura popular para inculcar los valores sociales

En nuestra entrega de hoy contó Ponce Bernal a los lectores sus impresiones sobre un concierto del Orfeón de "Los amigos del Arte" de Cortegana, que se celebró en la Plaza de Toros Huelva y al que tuvo la oportunidad de asistir. Se detuvo a dar sentido y valor al trabajo de estos grupos que sin gran formación escolar lograban conjuntos agradables para expresar la sencillez de las canciones populares. Alabó el trabajo que para este fin había realizado el maestro catalán José Anselmo Clavé y Camps, fundador del movimiento coral en España a mediados del XIX, quien formó sociedades corales, logrando convertir el canto coral en una actividad propia de las clases obreras y trabajadoras. Comenta Ponce que había puesto en práctica un plan de enseñanza con grandes resultados, que consistía en prescindir de los métodos tradicionales de solfeo y convertir cada lección en una canción popular. De este modo, el niño se imbuía del cancionero y de la espiritualidad de su pueblo.

Aquellas canciones de amor, de dulces cantos al país, al paisaje y a las bondades de su región, no hablaban de guerras ni de héroes relacionados con la muerte. Este detalle, esencial para él, suponía una clave inequívoca para inculcar el sentido de pertenencia desde la cuna. Cuenta en su artículo que había podido comprobar los beneficios pedagógicos y sociales de estas canciones en una reunión de catalanes, en la que esos hombres "unían sus voces al lanzar sus canciones vernáculas, y que fuertemente veíamos unidos sus corazones en ferviente reverencia a su patria".

Pensaba que en Andalucía, salvo casos aislados como el que contaba, no se había sabido utilizar la potencialidad de unión que tiene la música, especialmente la canción. Por ello adujo que se haría una labor interesante si se supiera encauzar la enseñanza en este sentido. Terminó a modo de conclusión con una reflexión, con un consejo y una moraleja, donde nos daba detalle de su visión de las cosas y de su espíritu pacífico y constructivo. Para saberlo, lo mejor es leer a Blanqui-Azul hasta el final.

Asistimos ayer al concierto que en la Plaza de Toros dio el Orfeón que componen “Los amigos del Arte” de Cortegana. La audición nos confirmó en la evidencia del bien que reciben los pueblos al crearse esas masas corales.

Hay, separadamente del núcleo esencialmente musical de obras de único interés coral, un grupo de canciones que son el alma de los coros.

Son las canciones populares: canciones ingenuas, sencillitas, sin complicaciones polifónicas, pero que suenan siempre bien, que se oyen con gusto, que se cantan con emoción.

El maestro catalán Clavé, en este aspecto supo encontrar perfectamente el punto exacto que había de dar a sus canciones, para que con la rapidez que lo consiguió, llegase al alma del pueblo y, sin esfuerzo, pudieran lograrse conjuntos agradables, agrupaciones simpáticas que más tarde hablan de conquistar la fama de los mejores orfeones.

La obra estaba hecha. Unidos los hombres por un ideal de sentido artístico, fácilmente había de surgir lo que en realidad perseguía Clavé: La unión espiritual, la concreción racial, las agrupaciones con una formidable plasmación de conectividad.

En Andalucía, salvo casos aislados como éste, no ha sabido utilizarse la potencialidad de unión que tiene la música, especialmente en la canción.

Basta reunir cuatro, cinco, diez, veinte hombres que se vean por primera vez y que conozcan una canción. Con que uno de ellos la entone, los restantes le siguen inmediatamente: desde aquel momento queda entre ellos establecida una corriente de simpatía que en ocasiones llega a ser amistad indisoluble.

Considerad, simplemente, el caso de unos borrachos. Se han sentado indistintamente en varios lugares de un establecimiento de bebidas. Uno empieza: “A beber, a beber y apurar…”. Inmediatamente seguirán los otros: “…las copas del licor”. A partir de aquí beberán juntos toda la noche y quizá, y sin quizás, otras muchas noches más, y cada vez que se reunirán cantarán con el mismo fervor.

Este es un caso demostrativo de la fuerza de unión que tienen las canciones. Claro es que lo citamos como un dato, no como un elogio.

Solo algunas regiones de España han comprendido el valor formidable que tienen los cantos populares para la formación de las juventudes y con ellos realizan una labor interesantísima.

Cataluña, por ejemplo, ha puesto en práctica un plan de enseñanza de excelentes resultados.

Para la enseñanza en las Academias de Música, en vez de utilizar los métodos tradicionales de solfeo como se hace en todas partes, los maestros procuran que cada lección sea una canción popular. De esta manera el niño se infiltra de su cancionero, y con él de la espiritualidad de su pueblo. Aquellas canciones son de amor, dulces cantos al país, al paisaje, a las maravillas de su región. Pocas veces, casi ninguna, se habla de guerras o de héroes de la muerte. Esto es interesantísimo para el concepto que del patriotismo ha de inculcarse en los nacientes ciudadanos.

Estas canciones con las que adquirieron las primeras nociones de la música jamás se olvidan. Hemos podido comprobar sus inmejorables cualidades pedagógicas y sociales hallándonos presentes en una reunión de catalanes. Aquellos hombres unían sus voces al lanzar sus canciones vernáculas, y que fuertemente veíamos unidos sus corazones en ferviente reverencia a su patria. Así es la obra de Clavé.

Interesante labor haríamos por aquí si supiéramos encauzar la enseñanza en este sentido.

Las historias de guerras y de victorias forman los nacionalismos indeseables y trágicos; el nacionalismo apetecible, el que dignifica, se logra con la exaltación de valores puros: canciones, tradiciones, acciones buenas…

BLANQUI-AZUL

Diario de Huelva, 03-08-1930

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