Las tres versiones de Bernardo Montoya
Crimen de Laura Luelmo
El 4 de abril Montoya comparece ante la juez para ofrecer una nueva versión del asesinato de la profesora
Hasta ahora ha declarado tres veces y sus relatos son, como poco, sumamente contradictorios
Huelva/De confesar el crimen ha pasado a inculpar a su pareja. El único investigado por el momento por el asesinato de Laura Luelmo ha cambiado de versión tres veces en menos de un mes. Huelva Información ha tenido acceso a cada una de ellas, contradictorias entre sí. La más reciente, del 10 de enero, será la que Bernardo Montoya ofrezca a la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Valverde del Camino el próximo 4 de abril, la segunda judicial.
Ante la Guardia Civil: "Intenté meterla en el coche y se golpeó contra la puerta abierta"
Cerca de las diez de la noche del día de su detención, el 18 de diciembre, Bernardo Montoya prestó declaración en el cuartel de la Guardia Civil de Valverde del Camino ante los agentes del Grupo de Delitos contra las Personas de la Policía Judicial de Huelva y de la Sección de Homicidios de la Unidad Central Operativa (UCO).
En presencia de su abogado, a la pregunta de si era conocedor de la desaparición de Laura en El Campillo admitió que "sí, que es el responsable". Y entonces empezó a hablar. Narró que el miércoles 12 de diciembre estuvo consumiendo droga y que como estaba oscureciendo y hacía frío decidió encender un brasero en la calle Córdoba. En ese instante "escuché un ruido y vi cómo una chica salía de la vivienda" de enfrente. Era Laura.
Al verla se sorprendió porque no la conocía y "me gustó mucho". Ella, según esta versión, se paró a preguntarle dónde había una tienda para comprar y él le indicó cómo llegar al supermercado más cercano. "Me atrajo tanto físicamente que pensé en esperarla colocando mi coche en un callejón por donde ella tenía que regresar".
Montoya aseguró a los investigadores en esta primera versión que así lo hizo. Ella volvió "a los 20 ó 25 minutos". Él se colocó cerca del coche y le dio la espalda "para darle confianza". Pero en el instante en que Luelmo estaba a su altura "abrí rápidamente la puerta trasera derecha del coche" y se lanzó a por ella por la espalda. Le tapó la boca y trató de meterla a la fuerza en el Alfa Romeo negro. "Al hacerlo tan rápido, la cabeza de la chica golpeó fuertemente contra la parte central superior de la puerta abierta". Así fue como consiguió introducirla en el coche.
Dice que mientras ella estaba en el asiento trasero, "le até las manos a la espalda con una cuerdas que ya tenía dentro del coche y que son del tendedero que suelo poner en la fachada" de la casa y le tapó la boca con cinta americana. Decidió usar una manta que también llevaba en el coche para evitar que el vehículo se manchara de sangre.
Como era completamente de noche, "arranqué el vehículo y busqué un lugar más apartado con la intención de mantener relaciones sexuales con ella, llegando al sitio que vi por la tele que ha aparecido el cadáver", una zona conocida como El Accidentado, en el paraje campillero de La Mimbrera, al que accedió circulando durante un minuto por un camino de tierra. Paró a la derecha del camino y sacó a la joven del coche. "Estaba todavía viva". Afirma que la asió por los hombros y la adentró en la maleza, tras lo que movió el coche hasta una pequeña explanada cercana.
Fue en busca de Laura y "le quité los pantalones vaqueros y las bragas". Ella le dijo que tenía la regla y él lo comprobó. Le levantó la ropa y le manoseó los pechos. En ese instante lo interrumpió un coche que circulaba por el camino de tierra, "muy despacio". Volvió a su casa de El Campillo, dejándola allí abandonada y malherida.
Estacionó el coche y recordó que se había dejado la manta en La Mimbrera. Así que a las 3:00 o las 4:00 volvió para recuperarla. "Le toqué las piernas y comprobé que estaba fría; creo que ya estaba muerta". La escondió más y llegó a tropezar con una piedra. Antes de abandonar el lugar "me quedé mirándola y me dio mucha pena: me acerqué a ella y le di dos pequeñas palmadas en el hombro y le dije "descansa en paz". Tiró la manta en una cuneta y se fue a Riotinto a por droga. Como no podía dormir, se dirigió a Cortegana.
A las 17:00 del día 13 regresó a Riotinto a por más droga. A la media noche vio desde la ventana de su dormitorio de El Campillo cómo la Guardia Civil entraba a la casa de Laura. Sus padres acababan de denunciar la desaparición. El viernes 14 "me afeité, me duché y me cambié de ropa". Lo interpelaron dos agentes cuando salía de la casa portando una caja. Lo identificaron. "Antes de marcharme les pedí a los agentes que moviesen su coche" para poder marcharse.
Se fue a Palos, donde durmió en el coche el viernes y el sábado. "Vi las noticias en el teléfono". En la madrugada del sábado vio que se le señalaba como sospechoso, así que estuvo unos minutos en Valverde y de ahí se fue a Jerez, donde permaneció hasta que el lunes por la noche supo que se había encontrado el cuerpo de la profesora. Se puso nervioso y se fue a Palos.
"Decidí entregarme el martes por la mañana a la Guardia Civil de Cortegana porque pensé que me quedaría sin dinero y sin poder echar gasolina". Aquella mañana del 18 de diciembre se desplazó desde Palos a Huelva, "paré en el hospital para ir al baño pero no había aparcamiento". Condujo hasta una zona de campo cercana a Valverde, donde "bajé del coche e hice mis necesidades". Entonces fue detenido.
En el juzgado: "Me di cuenta de que sufría y cogí una piedra y se la tiré a la cabeza"
Lo primero que hizo Montoya cuando compareció el pasado 21 de diciembre ante Elvira Mora, instructora de la causa, fue "pedir perdón a la familia", mostrar su arrepentimiento "de lo que he hecho" y reconocerse "culpable de la muerte de Laura Luelmo".
Contó en la sede judicial de Valverde que el 12 de diciembre, "sobre las seis de la tarde", la jornada estaba fresca y encendió un brasero. "Escuché una puerta y al verla me enamoré de ella, me gustó mucho". Laura le preguntó que adónde había una tienda y él le indicó el camino. Siguió encendiendo el cisco hasta su regreso, unos "20 ó 25 minutos después". La joven "hablaba por teléfono y cuando llegó a mi altura le dije que si me ayudaba a mover el sofá". Ella accedió y "soltó la compra", dice.
Él había consumido droga y "ella se quería ir, no sé lo que me pasó en ese momento". Admite que “la puse en otra habitación, bocabajo; ella quería marcharse y le até la mano, ella me decía que la soltara, que era maestra escuela". Bernardo hizo caso omiso. Le comunicó que "quería hacer algo con ella, que no se levantara".
Cuando Montoya salió a la puerta a por el brasero, "ella venía hacia mí". Así que tiró las brasas y mantuvo una lucha con Luelmo, que llegó a darle un golpe. Él acabó venciendo. La empujó y la arrastró del pelo hasta la habitación. Le dijo: "Te he avisado". Entonces la colocó bocabajo y "le di varios golpes en el suelo y la llevé al rincón donde tengo la cama". Siete u ocho estrellando su cabeza contra la solería, asegura.
Bernardo, "nervioso", recogió el cisco y abrió la puerta para comprobar si había gente en la calle. Laura "estaba respirando, desmayada". Todo sucedió en unos "cinco minutos". Fue a por el coche y lo colocó frente a la puerta. "La metí en el maletero". Cerró la vivienda y puso pies en polvorosa, directo al paraje de La Mimbrera. "Estuve con ella y estaba viva, se quejaba del dolor".
Procedió a quitarle el pantalón pero "solo le toqué los pechos" porque "tengo un problema, que para hacer el amor tengo que tomar unas pastillas". No llegó a eyacular, aunque sí manoseó a la víctima. En ese instante apareció un coche por el camino y le pareció de la Guardia Civil. Huyó.
De nuevo en El Campillo, recordó que había envuelto a Laura en una manta con la que él había dormido. Decidió regresar. Eran "las 3:00 o las 4:00" del día 13 y llovía. "Estaba aún viva", afirmó ante la juez. "Me di cuenta de que estaba sufriendo y cogí una piedra y se la tiré a la cabeza". Así la remató.
Una vez que abandonó su cuerpo, se deshizo de la manta, compró droga y regresó a la casa. Allí se dio cuenta de que estaban los enseres personales de Laura y "me puse nervioso porque tenía que volver a salir". Tiró un zapato de la víctima "en un carril", su móvil, las llaves y el bolso "en un contenedor de Riotinto". Las cortinas de su casa estaban llenas de sangre, "las quité y puse otras nuevas".
Como se dio cuenta de que él también estaba manchado de sangre, se puso ropa militar y se marchó a Cortegana. Esta indumentaria la acabó tirando por el camino. "No tuve valor de decírselo a mi gente, me veían extraño", confiesa. Fue al centro de salud para que lo atendieran del golpe en el costado.
El viernes 14 fue a por una manta a su casa y la Guardia Civil lo identificó. Se dirigió a la prisión a comunicarse con su pareja y de regreso a El Campillo no se atrevió a llegar a la calle ante la presencia policial. Puso rumbo a Cortegana. Cuando su padre le preguntó que si no habría sido él, le espetó que "me voy de aquí porque me van a echar las culpas". Se fue a Palos de la Frontera, donde se enteró de todo y "quería que la encontraran porque tengo una hija de 26 años". Decidió viajar a Jerez en busca de Josefa, su otra pareja. Pasó allí la noche y regresó a Palos. El martes 18, un día después del hallazgo del cuerpo de Laura, fue arrestado.
Esta versión, la segunda, es la que los investigadores consideran más cercana a la realidad. Montoya acabó la comparecencia diciendo que "quiero colaborar en todo" y que "pido ayuda porque sé que tengo un problema en la cabeza, no quiero salir de la cárcel, veo a una mujer y me gusta; siento todo lo que he hecho y pido disculpas a la familia, estoy arrepentido".
En prisión: "Josefa propinó a Laura tres martillazos y acabó con su vida"
El 28 de diciembre Montoya es trasladado de la prisión de Huelva a la de Sevilla II. Allí transmite a un funcionario al que conocía que se le estaba "haciendo muy dura" la situación en aislamiento .
El 10 de enero, a las 10:15, se entrevista con dos funcionarios a los que comunica que "su detención no se corresponde con lo ocurrido". Ya desde el inicio habla de Josefa Carmina G.C., a la que conoció en El Puerto III y con la que mantuvo una relación sentimental. "Pasa tres años sin saber nada de Josefa", reflejan los trabajadores en el documento remitido a la juez del Instrucción 1 de Valverde al que ha accedido este diario.
Bernardo les cuenta en esta tercera versión que no sabía nada de ella desde mayo de 2015 "hasta el día de los hechos". Y les dice que el 12 de diciembre, sobre las 17:30, Josefa se presenta en la casa de El Campillo. "Se sorprende al verla y la invita a pasar". Tras conversar y debido al frío, él prepara un brasero de leña que enciende en la calle. "Escucha como una puerta cercana se abre en una casa próxima de la cual sale Laura Luelmo, descrita por el propio Bernardo como una chica joven y preciosa, manifestando que es la primera vez que la ve".
Montoya narra que ella se acercó a preguntarle por un supermercado y que él le ofreció indicaciones. Cuando la joven regresó con una bolsa, él "le preguntó si lo había encontrado; en ese momento Josefa sale de la casa, recriminándole por qué está hablando con esa chica". A ello añade el investigado que le reprochó que "le alquilaba la casa a Laura a cambio de mantener relaciones sexuales, ya que en esa casa habían habitado Bernardo y Josefa y ella pensaba que Bernardo seguía siendo el propietario" del 13 de la calle Córdoba.
Él relató que se fue al baño a lavarse la cara porque le picaba por el humo y que, al poco, "se encuentra a Josefa y Laura discutiendo acaloradamente en el salón, momento en el cual Josefa le propina un golpe en la cara con un palo de escoba, provocando la caída de Laura al suelo y un abundante sangrado en su cara". La víctima empezó a gritar y pedir auxilio.
"Ante esta situación Bernardo nos manifiesta que recientemente había salido de prisión y que no quería más líos, por lo que agarra a Laura para trasladarla a un dormitorio, procede a maniatarla por la espalda y en ese momento se presenta Josefa con un martillo que Bernardo guardaba en una caja de herramientas, propinándole a Laura un golpe en la cabeza".
El principal sospechoso del crimen aseguró que "le arrebata el martillo a Josefa, golpeándose en el costado con él" y que le reprochó su actitud. "Laura en ese momento aún se encuentra viva y entre leves quejidos sigue pidiendo ayuda, momento en el cual se aproxima Josefa, propinándole dos nuevos martillazos que, dejando un reguero de sangre en la pared, acaban con su vida".
Ambos discutieron qué hacer con el cuerpo y decidieron transportarlo en el Alfa Romero de Bernardo hasta el campo. "Josefa permanece en el coche, encargándose en solitario Bernardo de sacar el cuerpo del maletero, ocultándolo entre la maleza". Los funcionarios relatan que Laura estaba desvestida de cintura para abajo porque la ropa se le enganchó en las jaras. Cuando acabaron se dirigieron a Jerez. "Hace hincapié en las cámaras de seguridad de la gasolinera donde reposta, lo han debido grabar junto a Josefa", así como en una tienda jerezana.
"Nos manifiesta que decidió autoinculparse para librar a Josefa de acabar en prisión", pero que después de meditarlo "no se va a comer el marrón de Josefa, que la vida en aislamiento se le está haciendo dura y que por respeto a su familia no iba a quedar como el asesino y violador de una chica con la edad de su hija". Esta versión será la que repetirá ante la juez por videoconferencia el próximo 4 de abril.
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