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Hay muchas cosas y situaciones que dependen sólo de nosotros. Y otras, todo lo contrario. Hablaré hoy de lo que sí depende directamente de nosotros mismos.
Lo que dices y cómo lo dices. Todo lo que hablamos y cómo nos expresamos, la forma, el tono... todo depende de nosotros. Como decía Sócrates con sus tres filtros de la verdad, la bondad y la utilidad: “¿Estamos seguros de que lo que vamos a decir es cierto?”. Es decir, realmente tenemos pruebas de lo que vamos a contar. “¿Lo que vamos a decir es bueno?”. ¿Esto nos va a hacer sentir mejor o peor, a nosotros y a los que les estamos contando el suceso? Y, por último, “¿es necesario?” Es necesario o útil para nosotros o para los demás, o, por lo contrario, puede suponer un problema para otra persona.
Si pasásemos por los tres filtros lo que vamos a decir cada vez, sobre todo cuando nos vamos a referir a alguien, nos ahorraríamos muchos conflictos y mejorarían nuestras relaciones interpersonales.
Respecto a cómo lo decimos también depende mucho de la forma en que transmitimos lo que queremos decir. Si lo hacemos con asertividad, es decir, con respeto y de una manera empática, o si, por el contrario, lo hacemos de una manera agresiva o hiriente generando conflictos entre las personas involucradas. Esto sí depende de nosotros mismos y es una elección.
Cómo nos hablamos a nosotros mismos. Tu diálogo interno te habla criticándote, quejándose, haciéndote juicios a lo grande contra ti mismo. Si lo que hemos dicho está bien o está mal, si el informe que hemos hecho para el trabajo no vale un pimiento, si no merece la pena lo que hacemos. Esas conjeturas mentales con nosotros mismos sobre cómo nos hemos comportado en una reunión social, si somos tontos o estúpidos... También eso depende de nosotros.
Nuestras acciones. Somos responsable de nuestras acciones, por lo tanto dependen de nosotros y las consecuencias, también. Por ejemplo, lo que decidimos sobre acudir a una entrevista de trabajo para un ascenso que hay vacante. La decisión sobre dejar nuestro trabajo para empezar uno nuevo que nos ilusiona. Dejar a nuestra pareja, ya que no somos felices y vivimos tristemente… Por eso cuando decimos “es que no me han dejado”, “es que me han obligado”, estamos asumiendo un rol de víctima porque nadie nos puede obligar a hacer nada sin nuestro consentimiento. Hacer o no hacer depende de nosotros.
Mis actitudes. El optimismo, ver el vaso medio lleno o medio vacío, poner el foco en la alegría, salir de casa con una sonrisa, levantarnos de la cama y que el primer pensamiento sea tener un buen día. Cómo nos tomemos lo que nos pasa, nuestra actitud ante los hechos y situaciones, depende de nosotros si las queremos vivir desde un aprendizaje o lección o como un fracaso o derrota. Ser más flexibles con nosotros mismos, más compasivos, no ser tan duros y exigentes ante nuestros retos del día a día. El agradecimiento para mí es la actitud más importante, porque la persona que vive en continuo agradecimiento es imposible que esté amargada. Agradecer lo que tenemos: una casa, comida, lo que somos, las personas que nos quieren, los amigos y todas las personas que todos los días nos acompañan con una sonrisa o con alguna palabra amable. Todo esto nos hace ver que somos inmensamente ricos.
Con quien compartes tu vida. Depende de nosotros quién queremos que forme parte de nuestra vida y quien no, con qué personas relacionarnos porque nos aporten y no nos resten. A la hora de ocupar nuestro tiempo libre, “que el tiempo es oro”, con quién queremos ir al gimnasio, a tomar algo, a hacer un viaje... Depende de nosotros también.
Ser feliz. Nadie puede hacernos feliz. Nos puede hacer la vida más agradable, más cómoda, pero no feliz. La felicidad es un estado interior: uno es feliz si decide serlo. Por eso hay muchas personas que dicen que no son felices teniéndolo todo. La felicidad es un estado intrínseco a uno mismo; no es lo que nos sucede lo que determina nuestra felicidad sino lo que hacemos con lo que nos sucede y cómo lo vivimos e interpretamos. Depende de nosotros.
Dejar de preocuparnos. Sabemos que el noventa por ciento de las cosas que nos preocupan nunca pasan. Esta es una asignatura pendiente que se da mucho en la consulta. Con herramientas también se puede aprender a manejar nuestra mente y pensamientos.
Nuestros valores personales. Dependen de nosotros y no de nuestros padres, familiares amigos y conocidos. A ellos pueden resonarles unos valores que no concuerdan con los nuestros. Nosotros elegimos cuáles nos gustan y cómo queremos vivir. Los valores no se imponen, se sopesan, y nosotros decidimos cuáles son los más acordes con nosotros.
Y por último, cómo vivir nuestro cuidado físico. Tener hábitos saludables, cuidar la alimentación comiendo sano, hacer ejercicio cuatro o cinco veces en semana, no pasarnos con el consumo de alcohol, no fumar… Todo depende de nosotros.
“Luchar contra lo que no se puede cambiar, y en lo que sí se puede cambiar, no hacer nada, son las dos formas que hay detrás del sufrimiento evitable”.
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