La desintegración de Yugoslavia

Días de Cómics

'Mister Morgen' (2016), de Igor Hofbauer, es un cómic donde se presenta un sorprendente mundo distópico, formado principalmente por bloques de pisos impersonales en la ex Yugoslavia

El pícaro del siglo XX

Mister Morgen.
Mister Morgen. / M. G.
Gerardo Macías

07 de julio 2024 - 07:00

En 1992, cumplidos doce años tras la muerte del dictador Josip Broz Tito, que mantuvo unida artificialmente la República Federativa Socialista de Yugoslavia, este Estado deja de existir, dando paso a un conflicto bélico que originó la actual composición territorial de los Balcanes. Yugoslavia se desmoronó en pocos años, y las consecuencias de esa caída marcaron a quienes lo vivieron, como el historietista croata Igor Hofbauer (Zagreb, 1974), figura destacada del cómic balcánico del siglo XXI.

Mister Morgen se publicó originalmente en Francia en 2016, compuesto por historias cortas entrelazadas gracias al espacio que comparten: una versión distópica del barrio de la capital croata donde vive el autor, que fue construido durante el régimen de Tito. Los protagonistas son un elenco tan fascinante como diverso, formado por personajes que nos sumergen en la oscura realidad de una ciudad en ruinas que se convierte en un reflejo de la descomposición del régimen yugoslavo.

Tras la lectura de Mister Morgen, queda la sensación de haber vislumbrado las pesadillas de Igor Hofbauer. Un viaje en el que las historias con ecos del noir se entremezclan con otras salidas del terror de serie B con una pátina de surrealismo. El autor croata está más interesado en forzar al lector a cuestionarse su propia realidad que en contar una historia canónica. Se denota también la intención de exorcizar los demonios del régimen de Tito.

La obra se aprecia en toda su calidad cuando se lee como un todo, pero las historias también funcionan de manera autónoma, con los bloques de edificios como un personaje más que sirve para interconectarlas. No abundan los diálogos, dejando que sean los dibujos los que cuenten las historias.

Igor Hofbauer integra la potencia de los carteles propagandísticos comunistas con la desesperanza y oscuridad del underground. Aunque la obra tiene una estética homogénea, en cada historia vemos cambios sutiles en la composición de página que hacen que la lectura no sea pesada, ofreciendo historias narradas con un ritmo que no necesita texto para funcionar. Esas composiciones de página sirven para aumentar la sensación de pesadilla, igual que los diseños de personajes o las moles de hormigón comenzando a descomponerse. Todo dibujado con unas líneas rotundas y masas de negro, con toques de gris y unos rojos vivos que nos golpean con dureza.

Mister Morgen trae de vuelta a nuestras librerías a Igor Hofbauer, después de haber visto previamente su trabajo en la revista Alta Tensión. Mister Morgen es un compendio de historias encuadradas en el género underground pero dentro de una corriente más vanguardista y surrealista, con historias que nos presentan a personajes poco agradables, pero siempre dejando una estela de desubicación para el lector que le obligue a esforzarse en analizar un mensaje más global al finalizar la lectura.

Es frecuente ver a algunos personajes aparecer fugazmente en las historias de otros, dando esa sensación de misma población. Las historias tienen todas un punto común de decadencia y con flecos de una dictadura militar que aún se extiende entre algunos de sus ciudadanos.

El sentimiento de desubicación comienza en las primeras páginas, con un prólogo que nos ofrece un rápido vistazo, y porque ninguna de las historias sigue una estructura al uso. Incluso las más asequibles están plagadas de incógnitas y nos dejan con la sensación de estar perdiéndonos algo.

La obra funciona mejor como un todo que por partes. La sensación es la de una sociedad decadente, aferrada al pasado, con ramalazos del gobierno totalitarista que cualquier croata de la edad del autor ha vivido. Incluso hay cameos de Tito y Stalin. La opulencia arquitectónica deteriorada por el tiempo deja una sensación efectiva.

Con un trazo feista, engaña al lector no acostumbrado a este tipo de cómic y puede dar una sensación de dibujo sencillo, pero la capacidad de distorsionar con efectos ojo de pez, o la mera inclusión de arquitecturas curvadas que contrasta con esos diseños mucho más cuadrados y simétricos, producen un efecto muy interesante. La obra está planteada sobre todo en blanco y negro con algún detalle en gris, pero cuenta también con un rojo saturado, que funciona muy bien.

La próxima semana: Lobo (1990), de Keith Giffen, Alan Grant y Simon Bisley, un antihéroe y cazarrecompensas nacido en en el planeta utópico de Czarnia.

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